Alexander Guillén, torero merideño de extraordinario corte, espera ser tomado en cuenta en los carteles valencianos. Triunfador como novillero y matador debutante el año 2008, hace méritos para justificarse de nuevo. Foto: José León
* No suena en las combinaciones que preparan Uzcátegui y Conde
Por: Rubén Darío Villafraz
A poco que se anuncian las combinaciones de las primeras ferias que conforman la campaña taurina venezolana se despeja y aclara el panorama para algunos y se oscurece para otros.
Así parece presentársele al matador de toros merideño Alexander Guillén, joven espada, quien la pasada temporada sería una de las revelaciones de la campaña, en razón de sus éxitos en plazas importantísimas.
Esto se desprende de lo señalado por su apoderado, Pedro Echenagucia, quien ve como su pupilo no aparece –hasta los momentos- en los planes de los conocidos y recién designados empresarios de la Feria Internacional de Valencia: Domingo Uzcátegui y el matador de toros malagueño Javier Conde.
«Me sorprende que un torero que se ha jugado el tipo en una plaza como la de Valencia, que venía de un largo tramo de inactividad, propia de quien comienza, y que además salió muy mentalizado de lo que significa esta plaza, triunfando incontestablemente, se le esté dejando por fuera. Considero esto una injusticia», señala Echenagucia.
Y tiene razón, pues ante “Judeíto” de San Sebastian de las Palmas, un jabonero nada fácil en su embestida, el coleta merideño labró una de las faenas más meritorias de la pasada temporada valenciana. Una oreja fue el premio, que bien pudieron haber sido dos, si no falla a primeras con el acero.
Lo de Valencia sería el comienzo, pues otras plazas como lo son Mérida y Tovar, dejaron la semblante de un torero maduro, dedicado a su profesión y en especial, superándose tarde a tarde. Eso le ha valido para que sea uno se los toreros referencia en los carteles de los primeros seriales que se anuncian, como es el caso en Táriba, Tovar y Maracaibo, en esta última en adelantadas conversaciones con su actual empresario.
No estaría demás que los méritos que los toreros venezolanos justifican en cada tarde que actúen comiencen a ser reconocidos. De allí que salgan, cada vez que se vistan de luces, con la ambición e ilusión que permite el cortar las orejas, superando adversas condiciones propias de su limitado rodaje ante la responsabilidad que implican cosos de mayor categoría y exigencia, donde toro y público le exigen a plenitud.
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