El moderador del programa Al Rincón entrevistó a El Juli y le dijo que es un "Asesino en serie".
* Llamar asesino a una persona, es un delito contra el honor y la buena imagen
* Pues resulta que el término “asesino” y “asesinato” se ha convertido en uno de los tags claves, palabras claves, que usan los animalistas para definir a los aficionados. Lo han coreado miles de veces en miles de plazas. Delante de la policía. Y han salido en la tele. Y no pasa nada.
tomado de mundotoro.com - por: Carlos Ruiz Villasuso
Un aficionado al toreo es un aficionado al asesinato… de toros. Y un torero, un asesino. Un asesino. A bote pronto, me resulta vergonzoso que no haya habido, desde el origen de esta perversión, demandas y demandas contra los que injurian y califican de esta forma.
La vida no pasa por un diván. Las estrellas de las teles se creen que la vida pasa por un diván, el suyo, en un plató, el suyo, bajo una idea, la suya, y en busca no de la verdad o de la realidad coherente, sino del éxito de audiencia. Los políticos y los medios, las gentes que viven de decir (de hacer, depende) manejan el lenguaje de forma pervertida. Existen elementos correctores a esta perversión, pero, mientras dura la misma, el efecto es negativo. Es muy negativo, más en una sociedad manejada por medios y desde los medios. Vamos con un ejemplo: la palabra “asesino”.
Llamar asesino a una persona, es un delito contra el honor y la buena imagen. Yo llamo asesino a Bush en un medio de comunicación, léase televisión, y me ponen una querella y la pierdo. Un asesino, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, es una persona que mata a otras u a otras. Una persona que mata a otra. A un ser humano. Bien. Pues resulta que el término “asesino” y “asesinato” se ha convertido en uno de los tags claves, palabras claves, que usan los animalistas para definir a los aficionados. Lo han coreado miles de veces en miles de plazas. Delante de la policía. Y han salido en la tele. Y no pasa nada.
Al no pasar nada, al ser consentido, de alguna forma, y ésta es la gran perversión, resulta que, socialmente, un aficionado al toreo es un aficionado al asesinato… de toros. Y un torero, un asesino. Un Asesino. A bote pronto, me resulta vergonzoso que no haya habido, desde el origen de esta perversión, demandas y demandas contra los que injurian y califican de esta forma. Como no se hizo en su día, resulta que un torero, cuando acude como algo excepcional a un lugar de televisión en el que no existimos, se le llama asesino.
El Juli y el diván o sillón de Cristo Mejide. “Te considero un asesino en serie”. Ole. ¿Imaginan que Aznar se siente ahí y le diga eso por lo de Irak? Asesino en serie. O sea, torear y dar muerte a un toro es un asesinato. De otra forma, se aplica un acto entre humanos, matar a una persona, asesinarla, para dar cobertura de ser humano a un animal. Por tanto, la perversión del lenguaje se convierte en una perversión de conceptos, que deriva en una presión social sobre los toreros. Y, a fuerza de ser repetida una y otra vez, cala en la sociedad, que ve lógico y justo llamar a un torero “asesino”.
Yo invito a un torero, cada vez que alguien se haga el sensible a costa de acusarme de un delito entre humanos, que responda de forma tajante. O retiras esa acusación, o me levanto inmediatamente a ponerte una querella en el tribunal más cercano y pido la cantidad de dinero más elevada por mi derecho al honor y al buen nombre e imagen. Si esto se hace un par de veces, estoy seguro de que los que la emplean, se guardarían mucho de hacerlo de nuevo. Consentirlo y argumentar o tratar de ser coherente partiendo de una acusación y un insulto de delito grave, es perder la razón.
Y que conste que El Juli mantuvo el tipo ante una estrategia que comenzó con el toreo frente al pelotón de fusilamiento. Una estrategia que ya no es nueva, que la vienen empleando desde hace más de una década. Todos los argumentos de El Juli en esa entrevista, fueron impecables. Certeros. Moralmente certeros. No cayó en esa trampa del laberinto ético animalista que busca, en esta moda actual, ganarse la simpatía del espectador porque yo, animalista que te considero asesino, soy moral y éticamente superior a ti, soy una buena persona.
No obstante, a los asesores de los toreros que acuden a esos programas, les diría que buscaran un argumento similar, que vaya calando en el público. Una contraofensiva. Mire señor Cristo, yo creo que los animalistas, las grandes multinacionales de la mascota que ponen millones de euros de publicidad en esta y otra cadena, son maltratadores en serie. Sí. Ustedes castran a centenares de miles de machos y hembras de animales para poder usarlos. Ustedes los torturan y tratan por todos los medios veterinarios posibles de que pierdan su ser animal. Su realidad animal. Ustedes son los maltratadores en serie. Este es el gran argumento. Abrir ese debate moral en la sociedad, que ponga al descubierto el gran negocio de una sensibilidad falsa, es la gran necesidad moral de la Tauromaquia.
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