30/9/13

Braulio Salazar… en noche académica de espiritualidad y pintura taurina

El maestro Braulio Salazar (der) y César Dao Colina (izq) entre luces de paraninfo… ( / )Foto:

por: César Dao Colina

* SE PRESENTÓ con puntualidad al primer grado universitario de su nieto Odoardo Martínez Salazar. Su condición de maestro de la pintura, estatura espiritual y altura moral como luchador impenitente por la defensa de la ciudad, obligaba, al protocolo, a asignarle puesto de honor.

*ACOMPAÑADO por una comisión integrada por los destacados facilitadores, Raúl Guerra Más, Jesús Caldera Marín y Ernesto Martínez, recuerdo, con rutilante nostalgia, que, el paraninfo, se puso de pie, desgranándose una emotiva como redonda ovación…y, el maese del arte, con reverencia delicada, similar a la figura de un maestro de la torería andante, agradecía esa cascada de afecto. Caballetes, pinceles, lienzos, paletas, creyón y óleo burilaban al Cabriales...



Y HUBO CABIDA HASTA PARA LA PINTURA TAURINA

*CONCLUIDO el acto nos acercamos a él. Adivinaba, nuestro querido amigo, que veníamos ‘’haciendo hilo’’ y, con sana picardía, Braulio Salazar, El Pintor de Las Cocuicitas, ‘’nos recogió con un leve y gracioso capotazo’’ y con voz severa e interrogante, expetó… ¿por qué lado y por dónde viene el hijo de doña Elba con ese rostro de autoridad en clase magistral?

- A darle un abrazo, maestro; respondimos.

- Bueno, pero mucho cuidado porque esta noche se antoja larga, replicó.

REMATADO el caluroso instante… calor que siempre dispensó a sus íntimos a través de su vida creativa, acrisolada, densa, con su habitual caricia de barba y con esa danza que le imprimía a sus largos dedos, le preguntamos sobre la Pintura en los Toros, sus maestros y cultores.
Con la sencillez de los grandes, respondió:

- Ustedes saben más de esto que yo. Sólo recuerdo que las primeras imágenes del toro aparecieron en Santander (1879), en la Cueva de Altamira, pero, lo interesante de este hallazgo es que los investigadores las daban desde hace (21) mil años. Y, lo curioso de ese descubrimiento es que no fue el buscador de fósiles Marcelino Sánchez, quien la descubrió, sino su hijita María, de ocho añitos, quien lo acompañaba y cuando inocentemente paneó la luz del candil hacia el techo vio la pintura rupestre dándole el parte sorpresivo.

- MAESTRO, pasando por el Toro Apis, Creta, el Minotauro; Goya, ese Don Francisco el de los Toros; ¿qué más…?

- QUE más no, advierte el maestro Salazar. Con todo lo que se pueda discutir de Goya por ser el pintor de Carlos IV, yo lo admiro porque su mente, desde niño, volaba en un universo distinto a las Cortes, estaba identificado con el pueblo y el orbe de los toreros; lamentablemente, ese mismo pueblo, lo atacó. Antes de Goya, importantes fueron Antonio Carnicero con un álbum con ciertas suertes del toreo; el galo Francisco Adam; luego, de Goya, pues, Lucas y Padilla.

-¿Pero hubo muchos otros, cierto?

- Claro que los hubo, muchos, aviva Salazar. El padre de Gustavo Adolfo Bécquer, José Domingo. Agudo, Rubio, Madrazo, Rojas, Valeriano Bécquer, Sorolla de Valencia. El vasco Ignacio Zuloaga; Solana, madrileño y un trio grande, Daniel Vásquez Díaz, Roberto Domingo y Carlos Ruano Llopis, quien no fue todo un genio, pero vivió bellas e importantísimas épocas del Toreo; Ruano Llopis, expuso su obra en Caracas.



MICHELENA, PURO Y MUY PURO…TITO SALAS…REVERÓN


- ¡MAESTRO de pureza y realismo!, escríbelo así Daíto, con signos de admiración.

Lo grande de este genio, sin añadir otras virtudes, es que sin haber estado en España, sin practicarse en Venezuela la pica, y sin saberse en el medio taurino, expone en el Salón de París (1892) una tela de esencia taurina-La Vara Rota- de aceptación crítica y muy bien vista por el jurado con Mención Honorífica. Es que la amistad con los Domingo, padre e hijo, fue determinante. Muchos son los bocetos de Michelena; tantos apuntes, dibujos tan ricos en sus elementos taurinos.

- TITO SALAS-afirmaba el maestro Braulio con tono respetuoso-está lleno de gloria plástica y son muy pocos quienes conocen que fue un entusiasta aficionado práctico y, junto a Anán, su hermano, torearon en el Metropolitano-Puerto Escondido; sin embargo, no fue muy dado a pintar cuadros taurinos; aún viajando a España y vivir con ardor el ambiente; sin embargo, con su obra La Capea, ganó la Medalla de Oro en Bruselas, 1909; qué cosas tan paradójicas, ¿cierto?

- Y recuerdo, disculpen algún olvido en este reflejo fugaz de mi memoria a Martínez Rivero, Centeno Vallenilla. Pablo Benavides, Santana, Cruz Álvarez, y a Rafael Monasterios.

- ¿Y ADÓNDE queda la luz azul de Reverón, maestro?...

- Mira, vale-sonreía con graciosa ‘’pillería’’, Braulio José Salazar- el bello de Armando Reverón está ubicado en lugar preferente, pero te hablaré de él cuando estemos reunidos en una mesa con flores rojas y junto a ‘’ese muchachito a quien llaman Wladimir Zabaleta, que un día de estos saldrá con la sorpresa cultivando la “emotive” plástica taurina; mira, mijo, oye, ese muchachote de este villorio es muy tremendo’’...

César Dao Colina/Cronista.

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