Fabio Castañeda entra en el duro y apasionado mundo del toro por la puerta grande. Foto: Agnes Peronnet
Columna: Por la calle real
por: Fortunato González Cruz
San Cristóbal, 24, de Enero de 2014.-Fabio Castañeda llegó al tentadero merideño de la mano del maestro César Faraco y de los aficionados Manuel Ordòñez y Pablo Duque a competir por un cupo en la Escuela Taurina “Marcial Lalanda” de Madrid, gracias al convenio entre dicha escuela, el Círculo Amigos de la Dinastía Bienvenida y la Cátedra de Tauromaquia de la Universidad de Los Andes. Cargado de ilusiones llegó a El Batán y se puso en manos del maestro Joaquín Bernardó. Vivía en la casa del conserje, con calor humano y las exigencias formativas de un oficio que requiere valor, pasión y técnica. Se ganó el cariño de todos. Así fue el comienzo.
Contó con apoyos claves: su padre, el gobierno del Táchira, sus amigos de la Dinastía Bienvenida en particular de Juan Lamarca, don Felipe Díaz Murillo y Beatriz Badorrey , sus compañeros de la escuela taurina de Madrid, sus instructores, sus paisanos, y su empeño en realizar el sueño de vestir su traje de luces y triunfar ante su público. Luego sus apoderados que saben del material humano y artístico que administran.
La convergencia de circunstancias redondeó un triunfo extraordinario. La tarde del jueves 23 de enero del 2014, día en que Venezuela conmemora el triunfo de la libertad sobre la tiranía, se lidiaron toros españoles de Torrestrella, del afamado encaste Domecq. Debió apadrinarlo Enrique Ponce, la gran figura contemporánea, pero lo hizo El Fandy y por testigo Iván Fandiño. En el burladero observaban los ganaderos Alvaro Domecq y Antonio Miura y 16.000 aficionados que llenaron la plaza en la primera del ferial de la ciudad de la cordialidad, San Cristóbal.
Con el primer toro asomó sus condiciones de toreo con plaza: ¡más de 100 novilladas las más en Francia! Pero salió a la arena Flor Azul, un torrestrella negro encastado, bravo y noble, con 460 kilos, que había sobrevolado el Atlántico para rendir su vida ante el toricantano que buscaba la gloria y fue tanta que se ganó el indulto. Excelente con el capote, bien en los quites, bien con las banderillas y grande con la muleta con la que demostró arte en series templadas no sin algún toque tropical que alegró los tendidos. La emoción se apoderó de todos y a esa tarde Fabio Castañeda y Flor Azul la colocaron en la historia taurina universal. No puedo plasmar en este escrito el estremecimiento y la enorme satisfacción de aquella tarde: cada lance de capote, cada banderilla, los templados y artísticos pases de muleta, en traje del azul de mi universidad, el porte torerísimo de Fabio, todo fue una conjunción indescriptible.
La ilusión ha prendido en la afición de este país taurino. También de El Batán que quiere ver el nombre de sus alumnos en los carteles de las grandes ferias. Fabio Castañeda entra en el duro y apasionado mundo del toro por la puerta grande. Ojalá logre abrirse un camino en este competido oficio. Se lo merece. ¡Que Dios lo acompañe!
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