29/1/14

Dos gallos tachirenses, y una afición a la espera

Fabio Castañeda

César Vanegas

Estos dos toreros, rivales, andinos y con seguidores, pueden encarnar la confrontación catalizadora que necesitamos tanto en los toros como en la sociedad. Foto: Arriba Jorge Cepeda - Abajo Comana

* Como resultado de la Feria de San Sebastián

por: EL VITO

Han sido las rivalidades en el toreo lo que le han dado vigor y fortaleza a la fiesta de los toros. Las llamadas “parejas angulares”, desde los remotos días de Pepe Hillo y Pedro Romero, que enfrentaron y apasionaron a las aficiones de Sevilla y de Ronda, los toros han necesitado de pilares sobre los que debe descansar el techo de la afición.

La más célebre de las rivalidades fue la de Joselito y Belmonte, y la más importante en Venezuela la dos toreros de Caracas, Eleazar Sananes “Rubito” y Julio Mendoza “El Negro”. Sobre “rubiteros” y “juliteros” creció el toreo en nuestra propia época dorada. No hubo otra en el tiempo, como la de Rubito y Julio. Ni otros ídolos capaces de dividir a los venezolanos como lo hicieron Rubito y El Negro.

Los intereses de empresarios y apoderados no se casaron con aquellas rivalidades brotadas en los tendidos de nuestras plazas. Y no lo hicieron porque los Cástulo Martín, Emilia Cebrián, los apoderados de aquellas épocas no veían billetes en una rivalidad entre Diamante Negro y Alí Gómez o la de Joselito Torres y César Girón. El propio Girón con El Diamante pudo haber sido importante, y hasta el enfrentamiento de César con su propio hermano, Curro, la que se quedó en los despachos de las empresas.

En fin, fueron rivalidades frustradas, no alimentadas por mentes que no eran ni profesionales y visionarias y que no estuvieron preparadas para la grandeza, como ocurría en España entre los seguidores de Manolete y de Arruza. En México, entre los seguidores de Lorenzo Garza y los de Fermín Espinosa “Armillita”. Colombia vivió los enfrentamientos muy productivos entre Joselillo de Colombia y Pepe Cáceres, mandones de la fiesta neogranadina, hasta que llegó a los escenarios el maestro de maestros César Rincón.

EL TÁCHIRA NOS DA UNA SOLUCIÓN

Como casi siempre ocurre, en San Cristóbal, en la Feria de San Sebastián, surgieron aires de ilusión y de esperanza para la fiesta de los toros en Venezuela. Dos muchachos del Táchira han sido descubiertos por la multitud, y sobre la frustrada expectativa de los toros de Miura, los nombres de grandes como Manzanares, Fandiño y El Fandi, hoy en el reñidero de la polémica resaltan dos nombres, los nombres de dos gallos del pario, César Vanegas y Fabio Castañeda.


Dos historias distintas, orígenes diferentes y trayectos por líneas incongruentes.

César Vanegas es un torero de tradición, nacido en el seno de una familia torera, es hijo del “Fulichán”. Torero cómico, muy importante este Fulichán y desde hace décadas sostén y escuela de novilleros en la serranía andina. En esta escuela, la de su padre, aprendió Julio César Vanegas el oficio, la técnica y desarrolló la afición sobre la que sostiene su profesionalidad. No ha sido hombre de viajar al exterior, tal vez alguna plaza colombiana cercana a la frontera con Venezuela. Ha preferido hacer su carrera en su tierra venezolana, donde varias campañas lo tienen como líder en el escalafón nacional. En el 2002 se hizo matador de toros en Mérida, fue su padrino El Cordobés y llenó de ilusión a los más exigentes aficionados. Fabio Castañeda llegó a su recién alcanzada alternativa en San Cristóbal por caminos mucho más sinuosos, si se quiere enfrentando más conflictos. Alumno de César Faraco en la Escuela Taurina de San Cristóbal, participó un día en lo que la gente del beisbol conoce como un “tryout” en el picadero de Campo pequeño, de los hermanos Rodríguez Jáuregui en Mérida. Fue Fabio el más destacado entre los aspirantes convocados por el Círculo de la Dinastía Bienvenida, para ser becado en la Escuela Taurina de Madrid. Un año estuvo en la Casa de Campo, hasta que llegó el momento de los festejos profesionales, es decir de torear con picadores. Castañeda se fue a Francia, y en Nimes dio un aldabonazo muy importante que no fue escuchado en Venezuela. Los oídos llenos de cera de los taurinos nacionales impiden aprovechar al talento nacional. Fueron más de un par de temporadas, magras en número de festejos, los que vivió en Europa. Ahora ha sido “descubierto” cuando ante un buen toro de Torrestrella se revela ante sus paisanos.

Los jurados para designar los triunfadores en las ferias siempre provocan polémica. Ocurre en Venezuela como en México, Colombia o España. Es, como me decía un compañero, “la salsa delos caracoles” que le da sabor a este fin de fiesta. La gente de Cesar Vanegas no está contenta; y no lo pueden estar porque, porque su torero, Vanegas, cuajó lo que él mismo considera la tarde de su vida.

Los de Castañeda, felices. Consideran que Fabio se ha revelado ante quienes pretendieron ignóralo, y lo ha hecho con una faena completa ante un toro muy completo.



UNA TRANSFORMACIÓN EN PUERTA

Lo importante es el resultado. Dos toreros venezolanos, que de tener fortuna pueden convertirse en el pivote transformador de la fiesta de los toros venezolana. Iba a escribir “revolucionaria”, pero la verdad es que estoy hasta los mismísimos cojones de esta revolución y no quiero revolver la hermosa fiesta, decadente en nuestro medio, con la farsa de revolución que pulveriza la nación venezolana con su corrupción, incapacidad, entrega de nuestra soberanía y demás yerbas que han convertido a Venezuela en lo peor de lo peor.

Estos dos toreros, rivales, andinos y con seguidores, pueden encarnar la confrontación catalizadora que necesitamos tanto en los toros como en la sociedad. Y lo digo con toda propiedad, considerando la fiesta de los toros como lo más nacional de todas las expresiones en nuestra mestiza nación venezolana. Ahí el reto para las plazas de Valencia, Maracay, Mérida y Maracaibo, las cuatro patas de la temporada grande de Venezuela, y también el atractivo para esas plazas del interior que forman el andamiaje, o el esqueleto, del cuerpo taurino. Hablamos de manos a manos, de tercias con estos dos espadas junto a Leonardo Benítez, Erick Cortés, Rafael Orellana, hablamos de promover y difundir los verdaderos valores nacionales.

Todo esto debe sentarse en el buen criterio de los empresarios, dignificando con honorarios justos la profesión de los toreros. Sobre una cabaña brava digna, de toros con presencia, trapío, pesos y edad reglamentarios. Hay que rescatar la ilusión en nuestros toreros y las emociones en los tendidos. La llave de la fortuna la integran César Vanegas y Fabio Castañeda, dos tachirenses dispuestos a salvar a Venezuela

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