13/12/11

Inspiración Faracosina

En esta Inspiración Faracosina, mi corazón se consume con inusitada tristeza, cimentándose en la sugerencia que La Plaza de Toros Monumental de Pueblo Nuevo, sea bautizada con el nombre y la grandeza de la memoria del Maestro César Faraco Alarcón. Foto: wikipedia

Por: Juan Mariano Monasterios Bernal.

San Cristóbal 10 de diciembre de 2011.

Es un pensamiento que embarga el corazón con la fuerza de la ausencia irreparable, donde la Santa y Divina mano de Dios marca la realidad. Con la suerte repartida, así como le indicó el camino a seguir al Maestro César Faraco. La vocación con la que desparramó sus conocimientos en nuestra arena de la “Plaza de Toros Monumental César Faraco”, con la actitud de lograr toreros a toda costa, hombres de convicción absoluta de su personalidad, de un valor sin igual donde prive la razón, cubiertas con la sapiencia taurina en la inteligencia de cada ser, aderezadas con la gracia del gustarse al torear, trasmitiendo la tensión que se consume, los corazones en los embroques de cada embestida, en el pudor necesario para tener la humildad de la grandeza, el arrebato de la ambición para instrumentar en cada pasaje de la vida, las melodías exquisitas del buen torear, demostrando con suma verdad las facultades, que en los conocimientos adquiridos, en la sencillez y calidad humana, que de su corazón emana, como reconfortante lava ardiente de pasión, en los espacios maravillosos de la Fundación Escuela Taurina de San Cristóbal, impregnadnos de su cualidad de hombre sencillo y de puro proceder, y como manifestó en su escrito el Maestro César Faraco, en las letras de oro de su calidez humana, y dejando a un protagonista fundamental la suerte, ¡Mucha Suerte! en “Qué es ser Torero”.

Como reza en el dicho de Don Juan Belmonte; pero con los arreglos de inspiración Faracosina, el buen Torero se fragua en los aceros del mejor sentimiento y, esculpidas las iníciales de la pasión, en el filo de la verdad, completamente enamorados, con la belleza del arte, con razón o sin razón. Si Belmonte no dijo Amor, manifestó Pasión, ésa era la premisa la Pasión del Maestro César Faraco, todo debe hacerse con suma pasión, si no, no hay razón alguna de su real existencia. Entonces para y por qué Ser Torero, en el beso de cada lance del yunque y el martillo, al moldear los aceros taurinos con la fuerza del amor.

El Padecimiento del hombre en toda su extensión, con la capacidad humana de soportar las duras y seguras pruebas, que vendrán en el sendero de la lidia de la vida. Perturbación de los momentos aciagos que irremediablemente habrá que sortear, con la personalidad del toreo serio, y cobijados en el saber superar cada bache, con clase y torería. Sin que se talle el desorden del ánimo, en el corazón del torero, sufriendo, sufriendo mucho, para fraguarse plenamente los aceros, y si no, padecer irremediablemente la crucifixión.

Si los públicos influyen en la pasión, ya no hay inspiración en el Torero, ya se diluye el arte, en una simpleza del oficio, en una mera oportunidad de subsistir en nefasta ocasión, y convirtiendo su corazón, en un devaluado músculo, de triste expresión. El esculpir la roca debe gozar de cinceladas de firma personal, y refrendadas con el sello húmedo del sudor al torear, de quien siente la inspiración, y la plasma en la piedra con inusitado amor.

El Maestro mentó, que las obras en el toreo deben tener tinte personal, de gustarse al torear, creando orgasmos de esquisitos síntomas hacía el interior del ser; para poder germinar en los tendidos, el éxtasis continuo de loca pasión, consumándose en la belleza de su obra. El torear solamente para el gusto de los públicos, es de serviles de la dura galería que inerte, le juzga. Definitivamente no torea él, torea el aficionado sin corazón, mandadero de ocasión, un irrespetuoso de la majestad y honor del toro bravo de lidia. Todo lo que quiera ser, menos artista, menos aún torero.

Ser un pedazo de Torero, es extremadamente bonito, pues se asume una de las bendiciones más grandes con las que, Dios Padre Todo Poderoso nos obsequió; que es la elección, la firmeza de poder decidir que camino de la vida a recorrer y elegir esta profesión de duro trajinar, pero convirtiéndola en el andar escabroso, en pura belleza natural. Dándole sentido humano a la violencia, para, en sus maravillosas suertes, convertirla en exquisita belleza. Es duro el andar, es difícil el caminar; pero satisface la maravilla de cada lance, de hermosa conjunción de Toro y Torero. Alimentando el alma taurina del hombre, en el durísimo trajinar en la vida, al asumir la grandeza del elegir, qué camino toreramente recorrer.

En esta Inspiración Faracosina, de tardes de glorias consumadas, de tantas salidas en volandas de los aficionados que aman al Maestro César Faraco, por la Puerta Grande de la Plaza de Toros Monumental de Pueblo Nuevo, nadie recuerda los momentos tan duros vividos por el Maestro, por el sacrificio de la lejanía de sus seres amados, convirtiéndose en infiel en el amor, al estar tan profundamente enamorado del Toro Bravo de Lidia. De dar todo o nada, con tan solo la recompensa del fruto humano y taurino sembrado, y del cual en su maravillosa cosecha nos sentimos honrados, nadie sopesa la dureza del camino que el Maestro ha soportado, ni el riesgo, de la distancia separadora de su enamorada ilusión familiar, cuando los tiempos trascurridos pueden abrigar el olvido, y en las astas de la displicencia verse empitonado, y se deleita divinamente entre cantes hondos, que le dan su sapiencia, que se traduce en la dureza del aprendizaje por el Maestro dignamente brindado, nadie piensa en el triunfo, y mucho menos en la muerte que le ha alcanzado. Como el celo que profesan de continuo, el triunfo y la muerte.

En que toda nuestra tristeza, se traduzca en preciosa existencia, en que toda esa explosión de grandeza del Maestro, nos haga valorar su entrega total, y tener presente que en los albores de su juventud, la ofreció sin un ápice de duda, por la dignificación del toro bravo de lidia, tasar todas sus renuncias, todos sus sufrimientos atesorados en su noble corazón, y gritar a los cuatro vientos la gloria de su obra, de las tardes de triunfo, de las noches de charla taurina de enriquecedora sapiencia, hablar del héroe que nos regaló con su maravillosa humildad, tanta belleza. En esas enhorabuenas de tanta entereza, ahora que la Fundación Escuela Taurina de San Cristóbal, se cunde de tanto silencio, de tanta ausencia. Y los días se abren en su nueva esperanza. Hasta entonces ¿Qué y cuándo se ha ido? Y aún después de darnos cuenta ¿Cómo y hasta cuándo?

Qué bonito fue tenerle entre nosotros Maestro Faraco; pero a esa bella experiencia, hay que amarla con entrega, como usted amó al toro bravo de lidia. Como a la Diosa mitología que usted citó, en la inspiración de su corazón torero, tenemos que entregarnos en cuerpo y alma, a su recuerdo que será presente para siempre, le aseguro que consagraremos su memoria en los mejores años de nuestras vidas, hasta que Dios Padre Todo Poderoso lo disponga, para reunirnos con su maravillosa presencia, sirviendo con esa pasión que usted nos legó, sin un momento de vacilación, sin cabida alguna a la duda, sin dar ni pedir cuartel Maestro.

En esta Inspiración Faracosina, mi corazón se consume con inusitada tristeza, cimentándose en la sugerencia que La Plaza de Toros Monumental de Pueblo Nuevo, sea bautizada con el nombre y la grandeza de la memoria del Maestro César Faraco Alarcón.

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