8/4/14

Decadencia del tercio de varas

Sería oportuno devolver el esplendor del tercio de varas. Imagen: Obra de Fernando Botero - blog torosyarte

tomado de: burladero.com - Por Carlos Bueno 07 de abril del 2014

La suerte de varas está en decadencia, es inequívoco y parece insalvable. Los gustos del público se imponen como una apisonadora, y en la actualidad prima la faena de muleta sobre el resto de la lidia. Es lo que hay, por mucho que algunos melancólicos añoren otras prácticas. Y aunque haya quien piense que la tauromaquia siempre se desarrolló de igual modo, lo cierto es que ha ido cambiando a lo largo de su historia, modificando su desarrollo según las corrientes que impusieron ciertos toreros prominentes y las modas que con ello crearon.

En la segunda mitad del siglo XIX Lagartijo demostró que, además de bizarría y arrojo, torear podía ser algo artístico, y la gente, en adelante, pidió que así fuese. A principios del siglo siguiente fue Belmonte quien implantó un cambio rotundo; del toreo sobre las piernas se pasó al toreo con los brazos, de apartarse el coletudo a desplazar al animal, y la gente, en adelante, pidió que así fuese. Unas décadas más tarde Manolete permaneciendo firme con las zapatillas asentadas para ligar los pases sin enmienda, y la gente, en adelante, pidió que así fuese. No hace tantos años fue Ojeda quien introdujo una nueva variación al apropiarse de todos los terrenos, también de los que supuestamente se le atribuían al toro, y la gente, en adelante, pidió que así fuese.

Todas estas innovaciones sólo sirven para constatar que la tauromaquia es un arte en evolución, que ha habido grandes intérpretes que con su toreo han influido en su posterior puesta en escena y crecimiento. Antiguamente las faenas se limitaban a series de quites y de réplicas con el capote. La muleta era sólo un utensilio ventajoso para entrar a matar. Era la época en la que los toros entraban una y mil veces a un caballo desprotegido, un encuentro del que solían salir con leves picotazos y siempre victoriosos. Antes de eso incluso eran los picadores los protagonistas de los festejos, los ancestrales varilargueros, que eran anunciados en los carteles.

No podemos volver a aquello, nadie lo quiere. Pero tampoco deberíamos permitir que el primer tercio acabase por desaparecer. Hoy en día suele ser puro trámite. La función del picador, que es mostrar la bravura del toro y ahormar sus embestidas, es prácticamente innecesaria. Recordamos los grandes puyazos de Tito Sandoval, Anderson Murillo o Efrén Acosta porque suceden con cuentagotas. ¡Qué emoción producen cuando son de verdad!

Sería oportuno devolver el esplendor del tercio de varas porque es parte de la lidia y va incluido en el precio de la entrada. Para ello es necesario revisar el tamaño de las puyas, la rigidez del peto, el peso de los caballos, la profesionalidad de los picadores, la disposición de los matadores y hasta la casta de los toros. No sé si son demasiadas cosas, sólo que la Fiesta ganaría en espectáculo y eso sería bueno para su salud. Si las figuras procurasen mostrar la grandeza de un buen puyazo la tauromaquia actual podría derivar hacia una lidia más completa. Depende, en gran parte, de ellos.

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