5/11/12

Campolargo en el Yaracuy de Sorte, un ganadero que siembra ilusiones

Son casi 15 las temporadas en las que su hierro se mantiene al frente de la tabla clasificatoria, a pesar que las empresas de las grandes ferias no le han abierto las puertas. Foto: El vito - blog elvitoalostoros

por: Víctor José López EL VITO
TEXTOS Y FOTOS

Cuando ek Santa María atracó en el puerto de La Guaira el 27 de junio de 1957, en Caracas, quienes adeversaban la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, constituyeron una Junta Patriótica en la clandestinidad, e inspirados por La pastoral del Obispo de Caracas, Monseñor Arias Navarro convocaron al pueblo contra los abusos de la dictadura.

Aquel día, 27 de junio de 1957, procedente de Coimbra, Portugal, llegó a Venezuela un muchacho de 14 años de edad de nombre Juan Rosas Campolargo huyendo de las siete guerras que Portugal había abierto, en los frentes africanos de Timor, Angola, Mozambique, Guinea, Goa, Dio y Damau.

En Coimbra como en todo Portugal, por aquellos días el ejército a las órdenes de Oliveira Salazar reclutaba a cuanto muchacho fuera capaz de sostener un fusil en sus manos. Los militares los alistaban y se los llevaban al cuartel, les entregaban la cartilla militar y los clavos para la urna, porque nadie regresaba vivo.

A espaldas de una vida

Juan Campolargo dejó atrás una familia fundada por su padre y maestro Manuel da Silva Rosa a la cabeza. Hombre de campo don Manuel, tratante de ganado y muy aficionado a la fiesta de los toros. Fue el maestro y el espejo de su amado hijo Juan. Le retaba desde muy chico, exigiéndole solucionar distintos problemas, como el complejo de la conducción del ganado por montes y caminos hasta llegar a los pueblos donde se beneficiaban las reses.

Su madre, mujer de carácter y formación severa, aunque amorosa siempre vigilante por que se cumpliera el buen comportamiento de sus hijos. Familia acomodada y trabajadora, que había entregado a la patria muchos hijos y hermanos y no estaba dispuesta a seguir trasvasando su sangre en haras de la ambición de los políticos.

Juan Campolargo trajo por equipaje en aquella travesía atlántica dos bultos muy pesados, una maleta con ropa y un maletín lleno de chorizos y de aceite de oliva. Escondido entre las vituallas, un sobre con 400 dólares americanos. Mientras Juan se orientaba en el muelle al desembarcar, un negro gigantesco al que la sonrisa le partía con refulgente blancura toda la cara, se le acercó y ofreció para cargarle los pesados bultos. A los pocos minutos el inocente estaba sólo, incomunicado en el puerto de La Guaira, porque el estibador que le había robado todo lo que poseía en esta vida se había esfumado entre la algarabía del ruidoso y caluroso puerto. No entendía nada de lo que la gente decía, y a él tampoco le entendían, en su atropellada desesperación. Hasta que en el barullo escuchó palabras que sí comprendía. El que hablaba era un portugués que había ido al puerto por una mercancía. Cosas de Dios, el paisano conocía a don Manuel da Silva en Coimbra y comprendiendo lo sucedido se hizo cargo del muchacho de 14 años, desamparado a su llegada a Venezuela.

Se fue a Chivacoa con el portugués , cuyo negocio era el de la carpintería. A su lado, aprendió de albañil, carpintero y listero en la construcción. Viajó por toda Venezuela y se enamoró de sus rincones, hasta radicarse Yaritagua donde hizo un alto con los 10 mil bolívares que había reunido para transferírselos a su padre en Coimbra. Era un dineral, y con su orgullo restaurado, muy orondo, iba camino al banco cuando le atracaron y le robaron los reales. Cuenta Juan: "ese fue el día más triste de mi vida, porque sentía que volví a quedarle mal a mi padre" que no podía tener confianza en alguien le que timaban constantemente.

El ganadero puntero

Cincuenta años más tarde de aquellos acontecimientos, Juan Campolargo es un reconocido ganadero del Yaracuy. Gente que se ha formado junto a él, más de 22 hombres a su cargo en diversas propiedades y oficios, tienen sus propias fincas. Hombres que son jefes de familia y educan a sus hijos en escuelas que Campolargo ha fundado en poblaciones del Yaracuy como Jaime y La Yuca Municipios y pueblos servidos por aguas y energía que el ganadero distribuye gratuitamente a la comunidad.

Hoy es Juan Campolargo el ganadero de reses bravas que más corridas lidia en Venezuela. Más de 14 corridas de toros por temporada, lo que es una producción superior a los 100 toros, novillos y becerros, si tomamos en cuenta los festivales y encerronas. Aunque este año es posible que se acerque a la veintena. Su plaza de tienta es aula abierta para novilleros venezolanos, espacio de entrenamiento para los matadores de toros y rejoneadores en el inmenso redondel de El Paraiso, con troneras en los burladeros de un redondel rodeado de cedros y rabos de ratón de intenso verde, como las colchas esmeraldinas de sus extensos potreros sembrados de brachiaria.

Son casi 15 las temporadas en las que se mantiene al frente de la tabla clasificatoria, a pesar que las empresas de las grandes ferias no le han abierto las puertas como lo hacen con otras divisas nacionales o extranjeras. Sí, Juan Campolargo reclama esta exclusión pero no baja la guardia. En visita que hicimos a la finca de El Paraíso podemos dar constancia de haber visto toros muy hermosos, bien presentados y dignos de ser lidiados en las más encopetadas arenas de nuestra temporada. No es Juan Campolargo muy amigo de los gremios ganaderos, de espaldas a situaciones y compromisos

En las fincas de Las Peñas y El Paraíso Campolargo ha construido grandes embalses, tiene más de 75 lagunas, 105 potreros con pastos artificiales, zonas de protección de la flora y de la fauna permanentemente vigiladas, agua de manantiales que sirven los poblados de Jaime y de La Yuca.

Además del ganado "blanco", cebuinos de primera clase que sirven para fortalecer la producción de carne, leche y queso nacional, la gran pasión de Juan Campolargo es la Ganadería de Lidia. Sus toros, los toros de Campolargo salen a las plazas nacionales con divisa con los colores de la bandera de Portugal, el verde y rojo que arropó por años un imperio donde no se escondía el sol, y del que sus hijos, como es el caso del ganadero Campolargo se han asentado en muchos países para robustecer naciones frente a los retos del desarrollo y la adversidad surgida de las circunstancias.

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