El Pino a hombros como triunfador en Tovar 2012. Foto: Cucù Rincones
Por: Víctor Ramírez “Vitico”
Marcos Peña “El Pino” siempre fue un torero de corte excepcional, clásico, hondo, estético y artístico, que por unas cosas u otras no había terminado de cuajar todo lo que lleva dentro. La madurez hace a los toreros y tras largos años de torear poco, de no terminar de definirse y de “dormirse en los laureles”, despertó dando el zarpazo que necesita para ser tomado en cuenta. El “golpe en la mesa” que le proyecte no sólo como un torero local sino como una figura a nivel nacional.
Ha sido la temporada 2012 la que ha supuesto el despegue de El Pino, porque comprendió que en su capote y muleta reposan las llaves de las puertas grandes, como lo hizo en enero en San Cristóbal, como lo cuajó en septiembre en Tovar. Cinco orejas, dos salidas a hombros y varios trofeos en dos de las ferias más importantes del país avalan a este joven matador, que con cara de niño bueno, cuando quiere rompe las vajillas del toreo, porque El Pino es de esos que sabe torear, que se encaja y lleva largos a los toros, que compone con gusto y estética, lo cual a los ojos del aficionado es bálsamo ante tantas vulgaridades que se soportan por esas plazas de Dios.
A partir de ahora sólo depende de él, de su capacidad ante la cara de los toros, de su entrega y valor, pero necesita “cancha” para seguir desarrollando su concepto. Es más fácil decir que hacer y El Pino esta temporada ha hecho y dicho el toreo, con la facilidad que tienen aquellos que nacen dotados para expresarse ante un toro. La fiesta en Venezuela necesita de sus toreros para fortalecerse, consolidarse y proyectarse. Marcos Peña “El Pino” es un fuerte candidato para escalar el camino al éxito.
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