Dr. Luis Dos Santos: de purísimo carácter marabino y oro de amistad, en faena de valorados recuerdos. Foto: Comana
Por: Juan Mariano Monasterios Bernal.
El transcurrir inevitable del afanoso tiempo que nos arrea, con su descomunal fuerza, acumulando en nuestros corazones, el presuroso caudal inexorable de los días entre la estirpe de los taurinos, cundidos por la ausencia inevitable que cobija el sentimiento maravilloso de extrañar a un espléndido amigo, de aquellos que con su peculiar manera de expresar su sentir, nos arrebata de valorados recuerdos en la singular forma, con la cual vivió intensamente su extraordinaria e ilusionada vida torera.
El Usía que se escudaba hasta la saciedad en los capotes de seda de supuesta intransigencia, la cual se decantaba realmente en manos bajas de suave compresión; templando los lances de sus incumbencias como autoridad en una seria tolerancia; bañado como usía de peculiar proceder en la plaza de toros; pero aún con mas entereza fuera de ella; polémico, acérrimo hasta el final de la lidia como buen aficionado taurino; dado enteramente con pasión a la discusión presurosa con el temple de su carácter marabino; figura del arte del toreo al trastear con ahínco en sus afanosas discusiones hasta por lo menos quedar empatado en tales avatares, no sin antes encolerizar con su faena de disertación apasionada a moros y cristianos, con trasteos de picardía zuliana, aderezados con la sapiencia folklórica de lidiador consumado.
¡Ah…! Qué recuerdos de tan acaloradas discusiones taurinas con tan noble ser, rebosante de un apasionado actuar, cuando en su carácter marabino expresaba sus pensares siempre mirando a la cara de su interlocutor; aún sin razón era tan acérrimo sus andares, con su vociferante palabra, que al fijar mirada de toro fiero a los ojos y gesticular con sus manos, sacaba a flote todo el genio de su encaste, de supuesta dureza, para que en su desarrollado sentido sucumbiera con gallardía en su maravillosa nobleza, entregándose con fijeza magistral a engrandecer el arte en honor del maravilloso toro de lidia, en la tierra del sol amada, ejecutando sus pases con la cualidad extraordinaria que atesoraba; dando rienda suelta a la calidad espectacular de su existencia.
¡Que suene la música por el amigo usía que se recuerda¡ Que se le otorguen todos los trofeos para que los guarde en su esportón en los cielos taurinos; que el gentilicio marabino le saque del coso trinitario en volandas por los ángeles costaleros, para que su recuerdo quede plasmado en los corazones taurinos, por siempre en la salida a hombros por la puerta grande de Nuestra Señora de La Chinita.
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