12/2/23

Resucitó el beisbol, la Tauromaquia no debe morir

Luis Pérez Oramas:  ¿Qué hay, pues, del toreo en el béisbol? ¿Qué hay del béisbol en el toreo? Foto: blog elvitoalostoros

por: Víctor José López EL VITO

 

Hace poco resucitó el beisbol. 


Al fin ocurrió el milagro, y fue con  la inauguración  de la Serie del Caribe en La Rinconada. Ocurrió cuando se abrieron las puertas  del Monumental Estadio de La Rinconada y el parque de beisbol de Macuto. Curiosa ceremonia en dos teatros, porque también se cantó play ball en las playas del Caribe.

 

El entusiasmo de la afición reencarnada, vivida con pasión por  la pelota, nos recuerda momentos vividos con similar intensidad como el de aquella tarde inolvidable de la inauguración de la Monumental de San Cristóbal.

 Acontecimiento que transformó en autopista la empedrada trocha que, hasta ese día, fueron los caminos del toreo en Venezuela.

 

Los taurinos vestimos pantalones largos, surgieron transformaciones estructurales: desde la organización de peñas, fundación de escuelas, siembra de ganaderías y, lo más importante,  el ingreso a “las grandes ligas” de la fiesta de los toros.


Algo parecido ocurrió  1919, cuando se abrieron las puertas del Nuevo Circo, siguiendo  de inmediato con su ejemplo la construcción de las  arenas de Valencia, La Victoria y  veinteaños más tarde la bellísima plaza de El Calicanto en Maracay que se convertiría en Cantera de la Torería Nacional.

 

Acontecimientos históricos fueron las aperturas de los teatros taurinos: cada plaza se convirtió en un fortín para defender el espectáculo más nacional, porque había sido adoptado desde antes de existir Venezuela como naciónLuis Pérez Oramas , con el ejercicio de toros y cañas en 1527.

La Tauromaquia era nuestra antes de nacer, antes que La Española, México, el Perú u otra nación creada en suelo americano.

 

 Hoy el fanático del beisbol debe sentirse “guapo y apoyado”, así como se sintieron en su día los taurinos con aquellas plazas de toros que hoy se hunden en caminos de la destrucción: Nuevo Circo, Maracay, Monumental de Valencia, Monumental de La Chinita, todos escenarios de primer orden que se hunden junto a sus ilusiones, borrados por el invasor extranjero.

 

La experiencia de la pelota en este renacer, gracias a sus parques de pelota, es donde está el corazón que le da vida a la pasión intensidad que nuestro admirado Luis Pérez Oramas descubrió cuando se preguntaba:  ¿Qué hay, pues, del toreo en el béisbol?, ¿qué hay del béisbol en el toreo? … 


Y responde Pérez Oramas: 


Y a pesar de la lejanía que desdibuja ambos acontecimientos fundacionales, debería decirse que toros y béisbol son contemporáneos en la América hispano-caribeña. Los entendidos afirman que el béisbol entró en el área del Caribe por Cuba, y que su práctica se inicia hacia 1850. De los toros puede decirse lo mismo si se recuerda que la corrida española, formalizada a fines del siglo XVIII, poco tiene que ver con aquellos toros y cañas de Losada, más bien cercanos a los torneos medievales. Si bien parece haber existido desde muy antiguo lugares para correr toros en Caracas y otras ciudades, la afición cuaja hacia mediados del siglo XIX, con la paz y en la breve respiración que las dos guerras decimonónicas dejaron al cuerpo exangüe del país. 

 

Exactamente un año antes de que se celebrase aquel inaugural juego de béisbol, se estoquearon por primera vez en Venezuela seis toros de media casta. También en abril, el día 8 de ese año de 1894, se estoqueó por primera vez un ejemplar de pura raza española, de arcaica casta cabrereña y para más señas de la ganadería de Miura. El morlaco, de nombre Generoso, había sido capeado en muchas otras plazas y cuando salió por la puerta de toriles en Caracas, como se dice en la jerga, “hablaba ya latín”: se las sabía todas, derribó al picador, asesinó al caballo y su muerte fue tan aparatosa y cruel que apenas dos meses más tarde el presidente de la República, atendiendo la solicitud de las damas protectoras de animales, prohibió por decreto oficial la muerte de los toros en Venezuela. Como quiera que sea, y a pesar de las prohibiciones (inherentes por lo demás a la historia del toreo moderno), es por aquellos años, entre 1894 y 1896, con la inauguración del Circo Metropolitano, cuando comienza la historia intensa y documentada de la afición taurina venezolana. 

 

Tan preocupados estamos los aficionados en Venezuela, por el movimiento de las autoridades entre ellos un Fiscal General que ha sido colocado a dedo, quien por destruir tradiciones con métodos del talibán, que no nos hemos dado cuenta que tenemos en  las manos, en la tradición y el corazón los argumentos para defender los nuestros.

 

Es palabra de Luis Pérez Oramas: La superposición antropológica de ambos juegos en Venezuela habla de un mismo momento de síntesis, abrupta e inesperadamente moderna, durante la tiranía rural que inauguró, paradójicamente, la mutación urbana del país a inicios del siglo XX. Pero habla —sobre todo el béisbol, identificado con la nación gobernable, la nación rentable, la nación varia y desigual, emblematizando su territorialidad— de una sustitución epistemológica y de una mutación cultural iniciada apenas con la emancipación republicana y caracterizada por la pérdida de un paradigma mediterráneo. 


Habla el toreo —y muy especialmente el toreo de calle y de baldía sabana que es el coleo— de la subsistencia y la resistencia de ese paradigma, de otro país rural, capaz de delimitar en la indiferencia de los espacios infinitos los segmentos del juego que, lejos de conquistar, recorre incesantemente hasta, caída la bestia a sus pies, detenerse. 


Mi hipótesis sería la siguiente: en la oposición diferencial (y territorial) de ambos juegos yace transfigurado el discurso de un país. Sus fronteras son las fronteras de la mutación histórica más importante que ha vivido Venezuela. Entre ambos se dibujan las tareas interruptas, los trabajos sincopados, suspendidos, diferidos que la civilización venezolana no ha logrado acometer: el aprendizaje de la construcción del espacio; la memoria laboriosa de los sitios y la inevitable búsqueda de un lugar.


Maestranza de Maracay . Foto: blog elvitoalostoros


Así que, para defender estos espacios, contamos los aficionados taurinos venezolanos con tres fortines andinos, San Cristóbal, Mérida y Tovar, los tres en defensa de la civilización venezolana  -nada que ver con la talibán - que el fiscal y su intento de imposición  islámica, en su nada oculta intención de convertirnos en un Afganistán en nuestras tradiciones, cultura y civilización de nuestras familias y mujeres.


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