9/1/15

Discurso de Kike Rosales en la apertura de la LI Fiss

Texto del discurso en el marco de la Sesiòn Solemne de apertura ferial

por: César Omaña
Director de venezuelataurina.com

El conocido locutor y narrador: Kike Rosales fue el Orador de Orden en la Sesiòn Solemne que abriò la ediciòn 51 de la Feria de San Sebastiàn.


El acto fue en el atrio de la Catedral frente a la Plaza Juan Maldonado donde el viernes 9 de enero 2015 se diò inicio a este magno evento que engalana a los habitantes de la Ciudad de La Cordialidad.



************ DISCURSO DE ORDEN DE KIKE ROSALES *******************

Debo confesar de entrada que el primer sorprendido por este honor fui yo, hace unos años me encomendaron también el hecho de pararme aquí y hablar sobre la Feria internacional de San Sebastián. Los actos históricos de la misma han sido repetidos en este lugar en muchas oportunidades por personas que han hurgado hasta el tuétano el pasado de nuestra ciudad, y el poder de la feria; ese paso que con los años aprendimos, ha sido quizás el más importante que como sociedad hemos producido. Dejamos de ser una tímida villa para convertirnos en una ciudad, o el intento de serlo; en este hecho tiene su participación destacada el acto de Enero. Una feria que se hacía en Julio y que por tanto llover fue obligada a mudarse de mes. Una feria que nos permitió ser conocidos a nivel internacional.

Hay una pregunta que nos ronda a todos y a veces no le conseguimos respuesta, es decir: cómo aquellas cosas que sabes lo que son pero no terminas de explicarlas, entonces tu respuesta se limita a un simple “qué sé yo”, eso suele sucedernos cuando nos preguntamos ¿Qué es la feria? Pocos damos una respuesta inmediata, nos cuesta explicarlo; pero quizás la fuerza de las vivencias nos permite elaborar un concepto completo.

Hay muchas cosas que se me vienen a la memoria:¡Recuerdos! Es lo único que utilizaré en este acto, con la venia de ustedes.

Desde aquí me imagino a la Villa cuando era solo esta parte, el barrio Guzmán y otros sectores; imagino las retretas y la música de cuerda que se dejaba sentir por los aires; el trago de miche, el run run maravilloso del hablar tan de nosotros y esperar para ver los novillos en la tarde; los confites y los voladores que surcaban el cielo ante la mirada de los que llevaban puesta quizás la única ropita que tenían para ir a misa el domingo, ¡Estaban de feria! disfrutando los juegos de envite y azar, aquellos que se ponían sobre paños en distintas partes de la pequeña villa.

Tengo una deuda conmigo que me permito confesar en voz alta, de niño tuve dos sueños: ser el 10 del Deportivo Táchira; y vestido de luces escuchar el pasodoble San Cristóbal Andina mientras toreaba. No pude cumplirlos…

El primero, futbolísticamente solo era un jugador… “cumplidorcito”; y para torear no tuve valor, pero escuchar a Don Antonio Aragón me permitía la libertad de soñar que sí lo hacía; y metido en el cuarto de Papá y Mamá, con una toalla: capote y muleta, imaginaba a la banda armonizando con sus acordes mis intentos de torear sólo el viento. La cruda verdad: no poder cristalizar ninguna de las dos cosas, me permitió soñar,tal vez como a muchos contemporáneos, con la idea de sentirnos los protagonistas de la Feria, convertirnos en aquellos héroes que escuchábamos por la radio liderizando muchos de sus actos.
Eso de oír a Luis Alfonso Ramírez, Carlos Alviárez Sarmiento, “Guillo” Villamizar, Nelson Augusto Buitrago, Edgar Suárez Fontiveros, Alfonso Saer, junto a los que vinieron de Colombia; llevó a muchos a ser narradores de ciclismo hoy en día, para tratar de emular a quienes debemos tanto y con tan poco le hemos pagado.

Un acto tan grande como tener un mundial de ciclismo en el año 77, se debe a la hermosa terquedad que tuvieron otros soñadores encabezados por Pedro Maximino Pérez. Si nosotros podíamos tener un evento calipédico tan importante como la Vuelta al Táchira, teníamos en ella el aval para pedir que se hiciera en esta ciudad un mundial de ciclismo. La Vuelta al Táchira y la Feria Internacional de San Sebastián fueron las que mostraron al mundo que esta región existía y que tenía hombres tan capaces dirigencialmente que decidieron armar los bártulos, irse hasta la sede de la UCI y solicitar un evento tan importante, todorespaldado por la Feria.

Cuando dejamos de ser una villa en el año 65 y decidieron ponerle el título de internacional a la feria, presentaron en el estadio Táchira a Tony Aguilar y Flor Silvestre; además se trajeron una caseta: La Mata’e caña, y en la plaza Venezuela toreó El Cordobés. Es de allí en adelante que la feria se puso los pantalones largos y se llamó Internacional.

Muchos de los aquí presentes aprendieron a bailar en los templetes de la feria. Ese beso robado en un esquina, ese cándido tomar de las manos, ese sonrojar de las mejillas, las mariposas que le vuelan a uno en el estómago, permitían a muchos de nosotros sacar de nuestros oídos a Pink Floyd para con una torpeza (al menos de mi parte) tratar de bailar, sin pisar un pie, a Los Corraleros del Majagual; o ver cómo entrar a las casetas aunque solo fuera para “novelear”, es decir: ni bailar ni consumir, sólo mirar, porque el presupuesto de esos años juveniles estaba como una orquesta con un nombre muy descriptivo, “cortijo y su combo”.

Me imagino a María Bonita, con esas carteras que eran más grandes que ella buscando la manera de ser parte de la Feria. Ella, víctima de sus locuras y excesos, también andaba al lado de las bandas en el gran desfile, recibía el silbido de los muérganos de la esquina y tongoneaba su cuerpecito menudo y frágil. Ella, con un solo aliento, el que le permitía muy pocas veces la endeblez de su mente, entonaba la fanfarria de un solo de trompeta, ese que le salía del alma solamente por estar en Feria.

Cuando hace años Bautista Medina junto a Víctor Maldonado corrían la maratón, decidimos “los muchachos” apoyarlos, ¡Hombre tuvieron que correr al lado de los grandes! y entre ellos estaban dos Colombianos de los cuales uno escuchaba que el 31 de diciembre habían corrido la San Silvestre en Brasil: Víctor Mora y Domingo Tibuaduiza, no se me olvidan los nombres. Me es difícil no recordarlos porque no dormí la noche anterior a la carrera, mis nervios estaban a reventarse en cualquier momento: ¡Los míos iban a luchar contra los grandes! De los diez que habíamos quedado en ir a animar a Bautista Medina y a Maldonado, solo quedamos dos; los otros habían descubierto el fuego del licor en La Noche de las Ruanas y nos dejaron solos. La idea era ir detrás de los corredores para “echarles agua” con un balde que conseguimos y que tenía en el frente la cara del pato Donald, un regalo del hermano menor de mi amigo, eso era todo; y una convicción enorme de poder aupar a los nuestros.

La carrera empezó y la historia es fácil de resumir…del baldecito se botó toda el agua y cuando empezaba yo a querer correr me caí, me raspé una rodilla y a mi amigo cuando lo agarró un policía de seguridad sólo se le ocurrió gritar: ¡Viva la maratón de San Sebastián carajo! Se le olvidó que era a los atletas a quienes veríamos correr por las calles.

Quizás uno de los motivos de mayor orgullo era ser el novio de la reina del templete, pues era una sensación irrepetible ufanarse sobre ese hecho ante la concurrencia de la esquina, presumir de andar muy orondo del brazo de ella, caminar erguido ante la vulgar plebe que era carcomida por la más brutal envidia. Mejor si se podía ser el novio de la reina de la Feria; eso sí que era como decían los viejos de antes algo como para ponerse “cancheroso”, el problema es que casi todas ellas fueron novias nuestras pero ni siquiera nos conocieron… Verlas andar en las carrozas, lanzar besos en los desfiles, abrir la plaza, permite la maravillosa idea, cuando se está muchacho, de que la reina es… mi novia; además es muy grato que la mujer sea representada de esa forma señorial.

Miren, para no irme muy lejos, y dicho con mucho cariño: cuando Dulce Leonor Porras tiraba un beso con su mano al aire, allí iban muchos volando a ver si lo podían agarrar, pero más de uno aterrizó en el asfalto…

El circuito de la vuelta los Domingos es una reunión donde muchos caminan entre la gente con radios oyendo la carrera, cruzando la avenida de un lado al otro para ver los corredores, buscando un mejor lugar para disfrutarla y disfrutando de una soleada mañana en la España, esa avenida también se la debemos a la Feria, se hizo por ella. La construcción de la plaza de toros motivó el avance del asfalto y a darle a la vieja Villa una mayor imagen de ciudad y además se fue sacando la feria de distintos barrios, ya que comenzaban a verse embotellamientos, demasiados sectores totalmente colapsados; entonces, para que la Feria dejara de ser un problema, decidieron llevarla a la parte alta y formar un complejo ferial evitando así que el resto de la población sufriera los avatares de un evento que congrega tanta gente.

No sé ustedes, pero yo he escuchado comparaciones sobre mejores ferias en distintas partes del mundo; muchas nos hablan con una grandeza que seguros estamos poseen, algunas se han mantenido a lo largo de los años con un abolengo único; pero existe algo que me llama la atención: lo primero que muchos hablan de la de aquí es que el olor a “chuzos” antes de llegar a la plaza les molesta, eso es tan igual al ajo que sale de las tascas de Madrid, por ejemplo; cada feria tiene su manera de vivirse, la nuestra sí está hecha con un sentido netamente popular.

Todo los actos que les conté anteriormente, la mayoría son gratuitos, esta feria la hicieron aquellos locos que la volvieron internacional para que el pueblo la disfrutara, para que el tendido de sol cante y grite los olés con la fuerza que da el orgullo de estar en una plaza hermosa, que nos regala algo de verdad emocionante. Escuchar cómo vibra el himno del estado en la garganta del paisanaje, es algo que mueve las fibras de todos los que estamos en la plaza. Seguro estoy de que habrá ferias mejores, pero ésta, dicho con mucho orgullo: ¡es la mía!

Los jóvenes de hoy tal vez aún no entiendan lo que significa para nosotros la feria; es que hemos dejado de lado hechos que la convirtieron en una acto notable. Nunca imperó el deseo de hacerse rico o ganar votos… Fue muy grande el compromiso que los organizadores de esos añostenían con la ciudad y la feria. Esos casi imberbes sutes, cumplieron con un honor, un pacto maravilloso: ninguno de ellos compró un metro del terreno de la plaza, ninguno hizo campaña para ganar votos. El metro costaba un bolívar, pero ellos, que tenían distintos colores políticos no lo hicieron por una sola razón, la irreductible convicción de que este acto de enero le dejaría notoriedad a la ciudad y también el deseo de que los ingresos se vieran reflejados en la misma feria. Estamos en deuda con esos hombres, deuda que nos regaló la feria: el desprendimiento para armar un hecho de trascendencia internacional, en base al tesón y al querer.

La primera licitación para una corrida de toros se dio cuando en 1835 un paisano dijo que traería los novillos, vendería la carne muy barata y daría varios morteros y voladores. Desde allí las corridas tomaron una importancia única. Antes del gol de arco a arco en el año 87 por parte de Francovig, ya sabían que aquí en enero estaban toreando El Viti, Palomo Linares, César Girón y los altos y encumbrados matadores de la época. Éramos conocidos por ello. Actualmente somos los únicos en el país cuya licitación lleva incluida una obligación por parte de la empresa ganadora: ofrecer clases prácticas a los alumnos de la escuela taurina; obligación para que el futuro tome acción y no le ocurra lo mismo que a mí cuando estaba niño, que toreaba solo el viento. Es este un avance muy importante para la fiesta brava en la ciudad.

Cuando llega Enero pensamos es en la feria, la misma ha sufrido distintos ataques; algunos quizás basándose en la molestia que les pueda originar. Ha sufrido, como ya dije, la comparación odiosa con otras en distintas partes del mundo, la hemos visto despeinada y también bien arregladita; nos alegra cuando comienza, pero también nos entristece cuando termina, somos parte de ella, está dentro de nosotros.

Permítanme evocar que hace unos años cuando por primera vez me dieron el honorde estar aquí… sentados por allí estaban papá y el Maestro Faraco, hoy no vinieron, pero siguen por allí, parte del aire, parte de esta Fiesta que nos enaltece.

Cuando a mi mente vienen todas estas cosas de meros recuerdos casi le consigo una respuesta a eso de ¿Qué es la feria? Pues es todo eso: recuerdos sobre el acto quizás más importante que hemos tenido en muchos años y éstos edifican el presente, fue lo que nos volvió ciudad.

Nunca dejo de citar al poeta Manuel Felipe Rugeles, en sus versos describe lo que somos o lo que nunca deberíamos dejar de ser, Cito: “es tierra del amor sencillo, tierra que entre colinas destaca con olor a romero y a tomillo a arrayan, pomarrosa y albahaca”…

¡Viva el amor sencillo! ¡Viva nuestra tierra! ¡Viva la feria!

Muchas gracias.

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