En estos días de septiembre, tres novilleros venezolanos están cortando rabo y oreja donde actúan en España.
por: Kike Rosales
Cuando Antonio Suárez y Miguel, su hermano, se graduaron de médicos, Amenodoro y Omaira (sus padres) les dieron como regalo de grado dos becerros que torearon ambos en la plaza de toros de San Cristóbal; Antonio les dio el Título que lo acredita como Médico diciéndoles: Cumplí lo de Uds.; pero yo voy a ser es torero.
Cuando a Jesús Enrique, en Mérida, un novillo le pegó una cornada, su primer grito fue ¡Papá...! El matador Jesús Colombo corría entre otros con el niño entre los brazos en aquella soleada mañana de 2012 de Mérida donde estábamos pocos viendo a “Colombito”; al otro día llegó el muchacho a la plaza, orondo y garboso, orgulloso de su herida; y pensé para mis adentros: “Este no va a salir de la idea de ser torero”.
Cuando el matador de toros Español López Chávez vio el espectáculo cómico taurino de Fulichán en la Feria de La Consolación de Táriba, quedó sorprendido cuando en la parte seria del espectáculo, toreaba un niño con una propiedad única; y al indagar quién era, le dijeron: “es Manolito, el más pelao de los Vanegas”. López Chaves se lo llevó a España, y seguro pensaba: -Este nació torero-.
Estos tres jóvenes están ligados al mundo del toro desde niños; “Tuto”, como le dicen en su casa a Suárez creció viendo a su papá, ser empresario de la feria de San Sebastián y estar también rodeado de historias sobre toreros míticos, que de tanto oírlas, sentía que los conocía.
Jesús Enrique vio los trajes de luces de su padre desde niño; miró las fotos y escuchó también las historias que se convierten en leyendas.
Manolito ayudó al espectáculo cómico taurino de la familia y creció aplaudiendo a César Vanegas: su hermano... su ídolo.
En estos días de septiembre, están los tres cortando rabo y oreja donde actúan en España; eso nos deja la esperanza que quizá ellos puedan tener la fortuna que otros no han tenido: que allá los lleven casas de apoderamiento serias para que puedan estar con encierros que les permitan desarrollar el talento que tienen, y no estar en capeas en el “nombre de Dios”, buscando como poder torear; ellos son una esperanza de un país que con la boca callada, ve cómo se va cayendo el espectáculo y el revulsivo está en estos triunfos que se hacen siendo aspirantes; muchos piensan que habrá que esperar a verlos torerar ya con caballos; que “una cosa es tocar con guitarra y otra con bandola”, pero mientras “los sutes” cambian el instrumento, la música está sonando muy afinada.
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