Simón Alberto Consalvi aprobó que fuera yo quien escribiera la vida de César Girón para la Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional. Foto: el-nacional.com
por: El Vito
Aquella mañana cuando recibí la llamada de Diego Gil, anunciándome que el doctor Simón Alberto Consalvi había aprobado que fuera yo quien escribiera la vida de César Girón para la Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional, fue la primera vez que me senté frente a frente a este admirado personaje que conocía; en él disfruté y gocé en sus charlas, conferencias, entrevistas y escritos.
Había sido idea de Samuel González, que nos había recomendado al doctor Consalvi, pues conociendo la afición de Simón Alberto por la Fiesta de los Toros, creyó justo incluir la vida de Girón en la Biblioteca Biográfica Venezolana.
Diego Gil fue el editor de la vida de César, y Samuel el corrector. Con ellos hice el paseíllo, desmonterado, en el redondel literario de las biografías de El Nacional.
Nilson Guerra, un amigo común, nuestro y de Consalvi, con quien siempre comentábamos sus sentencias sobre las situaciones de la bizarra política, nos comentaba sus vivencias en aquel Tovar Taurino de los años treinta y cuarenta en el pasado siglo; al igual que con los hermanos Cheo y Ricardo Ramírez de Tovar y Alberto Ramírez Avendaño, entre quienes compartieron la afición taurina con Simón Alberto, y su cuñado Rigoberto Henríquez Vera. Eran aquellos días de la Plaza de Toros Vista Alegre de Tovar donde se lidiaban toros de El Piñal. Astados de aquella ganadería de Teodolindo Hernández, que tanta fama tuvo por sus toros criollos bravos y cerreros, con los que sembraron sueños e ilusiones muchos toreros andinos y caraqueños.
A Simón Alberto Consalvi le veía con frecuencia los días cercanos de aquella época; cuando los venezolanos nos reuníamos y buscábamos orientación, días cuando se formaban los vientos huracanados que con los años se convertirían en la tempestad que ahora azota a Venezuela.
Buscábamos respuestas en hombres como él, en los diversos foros que se organizaban en el Ateneo de Caracas, o El Nacional y diversos círculos políticos y culturales de la nación. Fue Simón Alberto, como gustaba que a él se refirieran, un infatigable intelectual, creador y constructor de instituciones y ediciones bibliográficas que intentaron darle fundamento y perfil a la nación que tanto amó y que con tanta fidelidad sirvió.
Al doctor Consalvi le debemos la creación del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, ese magnífico INCIBA que ahora miran como gallina que mira sal estos facistas que ahora manejan la Cultura en Venezuela. Fue constructor de Monte Ávila Editores, integró la Academia Nacional de la Historia, donde ocupó el Sillón "C". Fundó la Biblioteca Biográfica Venezolana, a la que por insinuación suya agregamos un ladrillito con el ya mencionado libro biográfico de César Girón.
Confieso que hoy sí siento dolor de duelo, porque entiendo que con su partida, a Venezuela se le ha ido un pedazo de alma y de vida. No será exaltado por los necrofílicos de moda; por eso posiblemente no provoque ruido. Aunque, para decir lo cierto, a Simón Alberto Consalvi nunca le gustó el ruido: ni hacerlo ni escucharlo, porque entendía que el ruido es inversamente proporcional a la capacidad de crear cultura.
En silencio le digo adiós al Maestro.
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