Por la pascua, llega una santa reflexión sobre el diario acontecer de nuestra Fiesta Brava.
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Tras la Semana Santa, semana de espiritualidad, meditación, recogimiento, en la que los seres humanos hacen sentir su fervor religioso, pienso en el devenir de nuestra Fiesta Brava: la Fiesta de Los Toros.
Se reflexiona qué tanto se le ha dado al arte de la Tauromaquia, que tanto se ha contribuído por su permanencia, qué tanto se la ha defendido de sus enemigos, los de afuera y los de adentro, qué tanto le han dado los gremios, toreros, empresarios, ganaderos, periodistas y/o cronistas, aficionados; en fin, todos los que están involucrados de una u otra forma en el mundo del toro, para fortalecerlo, como debe ser, en todo el sentido de la palabra.
La religiosidad que con sumo fervor florece en la cuaresma y pascua, en la Semana Santa que ya fenece, hace valedera, la santa reflexión para lo que ha de afrontar y confrontar el mundo del toro, en la lucha sin cuartel, por su permanencia, consistencia, fortaleza e impulso y en sus efectos, por la consolidación de las Ferias Taurinas en todo el mundo.
Santa reflexión que ojalá se asiente en la mente de quienes viven y conviven en la Fiesta Brava; que les haga ver, cómo deben ser las cosas; no inventar donde nada hay que inventar; no improvisar donde no se puede improvisar; no atacarla ni criticarla destruyéndola; no tomar decisiones creyendo el engaño disfrazado de honestidad y moralidad; no olvidar aquello de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" y amigo, en esto del toro "ni el ratón del queso".
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