29/10/19

Juan Belmonte y sus toreros

Don Rafael Pérez de Guzmán El Bueno. Foto: cordobapedia - wikanda.es

Columna: RETAZOS TAURINOS (LXVII)

por: Eduardo Soto Alvarez.

**** Todos los aficionados conocen la figura de Juan Belmonte, pero menos se sabe que tuvo dos hermanos toreros a quienes les dio la Alternativa, a pesar de que inicialmente no fue muy partidario de que hubiesen más toreros en la familia.

A Manuel le cedió los trastos en Alicante, el Día de La Candelaria de 1919; y a José lo doctoró en el Puerto de Santa María en 1925. Tanto Manolo como Pepe, tuvieron corto recorrido por los ruedos, pero destacaron en los negocios y, además, el primero, representaba los intereses de Juan en la empresa que manejaba la plaza de Sevilla, en sociedad con Eduardo Pagés y los Hermanos Gómez de Velasco.

Juan siempre se preocupó por su familia y cuando, en 1912, le pagaron 80 pesetas por actuar en una novillada en Valencia, las envió íntegras para atender a sus hermanos. Estos honorarios contrastan con los de 1924, cuando fue contratado para torear siete corridas en el Perú, con motivo del Centenario de su Independencia, por la fabulosa suma de 500.000 pesetas.

Hay una anécdota que algunos achacan a otro diestro, pero se cuenta que una vez preguntaron a Juan que era lo más difícil de hacer frente a un toro, a lo que el famoso Pasmo, que al parecer no había nacido en Triana, sino en la sevillana Calle de La Feria, contestó sin vacilar: Escupir, porque tienes la boca seca.

**** Por cierto, también se conoce poco que existió un novillero venezolano llamado Luis Olivo, Belmonte de Caracas, que actuó en España un par de veces en 1917, pero no tuvo suerte ni en Las Arenas de Barcelona, ni en la plaza de Girona.

Hacia 1933, en tierras aztecas, hubo otro novillero, Francisco Vásquez, que también usaba el pretencioso apodo de Belmonte Mexicano, pero tampoco tuvo mucha suerte, ni llegó nunca a atravesar el charco.

Por lo que a España respecta, el primero en apodarse con el apellido de creciente fama, fue Juan Espinosa, Belmonte de Granada, en 1915, pero la suerte siempre le fue esquiva. El mismo año, apareció el novillero Luis Flores, Belmonte de Málaga, a quien se le conoce una sola presentación. A comienzos de los treinta, actuaba por los ruedos de Andalucía otro infortunado novillero llamado Rafael Fernández, Belmonte de Málaga, quien vino a torear en América y se topó con la muerte en el coso de Quito en 1942.

Si tomamos en cuenta lo acontecido a estos toreros que, al inicio de sus carreras, se atrevieron a usar Belmonte como apodo y agregamos la forma que eligió Juan de encontrarse con su destino en 1962, pareciera que un mal fario rondara el apellido, el cual, en nuestros días, solo es recuerdo agradecido de la gloria imperecedera del padre del toreo moderno.

*** Don Rafael Pérez de Guzmán El Bueno y Fernández de Córdoba, hijo de los Condes de Villamanrique del Tajo, de la más rancia nobleza española, fue el primer aristócrata que se hizo profesional del toreo a pie, oficio que para la época era considerado exclusivo de plebeyos.

Debutó en Aranjuez en 1831 y actuó solo en seis temporadas, pues encontró la muerte en 1838, cuando viajaba de Sevilla a Madrid, la diligencia fue asaltada por bandoleros y Don Rafael, fiel a su temperamento, los enfrentó y pereció en la refriega.

*** Viene al caso recordar, que a fines del siglo XVIII, nació en Ronda un diestro gitano que llegó a ser más famoso como bandido que como torero y se llamaba José Ulloa (a) Tragabuches. De adolescente fue alumno favorito en la escuela taurina de Pedro Romero, pero luego surgieron problemas entre el pupilo y su maestro, por lo cual migró a la que regentaba José Romero, quien quedó encantando de recibirlo, pues estaba en pugna con la de su hermano.

Ulloa empezó a adquirir notoriedad y en 1814, fue contratado para tres corridas en Málaga, en el camino sufrió un percance que lo obligó a regresar y encontró en la casa a su pareja (La Nena, agraciada y popular bailaora) con su amante, un acólito de la parroquia, a quien Tragabuches degolló de un navajazo, a la mujer le destrozó el cráneo al lanzarla por una ventana y fue condenado a la horca.

Pero Pepe había huido y buscado refugio en las serranías de la región, infestada de bandidos, se hizo miembro de una cuadrilla (de bandoleros) que asolaban la zona y adquirió fama por sus fechorías y barbaridades de toda índole. La pandilla se conocía como Los Siete de Écija, las autoridades le declararon la guerra y para 1817, habían capturado a casi todos, pero Tragabuches desapareció y nunca más se supo de su paradero.

En Ronda, existe el único museo del mundo dedicado a los bandoleros, en el que ocupa lugar destacado José Ulloa; aunque, por supuesto, la atracción principal es su célebre Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería.

Eduardo Soto Alvarez.

28/10/2019.

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