15/10/19

El aldabonazo de Jesús Enrique Colombo en la Catedral del Toreo

Foto: Andrew Moore

** Hace años que no circulaba con tanta intensidad la adrenalina por las venas de la afición venezolana. Gracias Colombito, nos sentimos orgullosos de tu valor, gallardía y pundonor, como insignia de nuestra torería.

tomado de: deltoroalinfinito

por: Eduardo Soto Alvarez

La verdad es que el contundente aldabonazo de Jesús Enrique Colombo en la Catedral del Toreo, no puede pasar desapercibido, incluso por la evidente arbitrariedad cometida, que no es la primera vez que le acontece, pues fui testigo presencial cuando algo similar le sucedió durante su época de novillero.

JEC confirmó en la cúspide del orbe taurino, sus facultades, entrega y carisma, que lo hacen temible rival en el ruedo y no se puede descartar que siga tropezando con injusticias en los Palcos, que contrariando el mayoritario sentir de tendidos y entendidos, pueden exudar una curiosa iniquidad.

Los atropellos no son ajenos ni a la vida ni en los toros, pero deben servir de estímulo, pues la sabiduría popular nos recuerda que no hay mal que por bien no venga.

Hace años que no circulaba con tanta intensidad la adrenalina por las venas de la afición venezolana. Gracias Colombito, nos sentimos orgullosos de tu valor, gallardía y pundonor, como insignia de nuestra torería.



- Existe la costumbre que cuando un subalterno coloca con brillantez las banderillas, su matador lo autoriza a saludar desde el tercio. Sin embargo, en nuestro país no suele practicarse mucho esa costumbre, justo reconocimiento a la destreza de un torero de plata. Habría que subsanar el asunto, tratando de herir lo menos posible la susceptibilidad del matador, que al ejecutarse un buen par, debiera ser el primero en invitar al subalterno a desmonterarse y agradecer los aplausos.

A veces la falta de motivación, sobre todo con matadores que vienen de fuera, podría explicarse pues actúan con una cuadrilla local que apenas conoce o porque los acompaña un subalterno de confianza, que puede haber sido opacado por el del patio.

Cabe preguntarse si ante la ovación del soberano, la indiferencia del matador y la ausencia de reglas sobre la materia, no podría el Presidente, máxima autoridad del festejo, corregir la injusticia y ordenar el saludo del banderillero o quizás, una vez finalizada la lidia del toro, se le pudiera hacer un reconocimiento por la megafonía interna de la plaza. Pero siempre es mejor prevenir y se pudiera hablar sobre el asunto con quien vaya a ser el Director de Lidia, para tratar de evitar que situaciones tan incómodas para todos lleguen a presentarse.

- La Tauromaquia es un arte y sus manifestaciones destacadas merecen premio, de allí la importancia que la autoridad del festejo tenga suficiente afición, conocimiento y sindéresis, pues a veces el librillo no basta y le toca suplir sus lagunas y enderezar entuertos.

Tal es el caso que aconteció hace algún tiempo en la Monumental de Mérida; resulta que un rejoneador trataba de culminar su faena, pero falló con la hoja de peral, entonces echó pie a tierra, hizo rodar al toro de gran estocada y el Presidente decidió otorgarle una oreja.

Algunos puristas dirán que no le correspondía, que es más fácil entrar a matar a un toro arreglado para rejones, pero cómo sería el espadazo para que el público reaccionara de manera tan contundente, que la Presidencia tuvo que otorgar un auricular a quien utilizó el estoque con tanto acierto y eficacia.

- Un buen amigo y taurino, me comentó que había visto hace poco por TV un película sobre la vida de El Fandi, que el propio diestro protagonizaba y se refirió en particular a un pasaje que demuestra la solidaridad que debiera prevalecer en el ánimo de los toreros. Al parecer, en un mano a mano entre Enrique Ponce y El Fandi, el primero había cortado dos orejas, pero Usía le negó al segundo el par de apéndices que merecía su faena y que la mayoría del público había solicitado con insistencia.

Enrique, a quien le correspondía salir a hombros por la puerta grande se negó de plano, a menos que se rectificara y David cosechara también los honores que en justicia le correspondían.

No sé cuál haya sido el desenlace, pero lo importante es el ejemplo que ofrece la actitud del gran torero y académico de Bellas Artes, pues gestos de esta naturaleza no están al alcance de todos los espíritus.


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