Esta es una imagen habitual de Padilla y ante toros sin sospecha.
tomado del blog: deltoroalinfinito - por: Antolín Castro
España
Podemos hablar de Padilla, tan  de triste actualidad en estos momentos, o podemos hablar de la verdad de  la Fiesta, tan de actualidad ahora mismo por la misma razón. Lo que sí  podemos, y debemos hacer, es hablar de la Fiesta.
Lo acontecido a Juan José  Padilla pone de relieve que la Fiesta está viva y lo estará mientras  exista, de forma indubitada, el enfrentamiento de un hombre ante una  fiera. Está claro que el percance sufrido por el jerezano no deja lugar a  dudas y no hace falta ningún notario que de fe de ello. Las imágenes y  las consecuencias hablan por sí solas.
En tres semanas consecutivas se  han vivido momentos muy noticiables en tres plazas de toros de  importancia. Barcelona, Madrid y Zaragoza han sido testigos de  acontecimientos de primer orden.
En la primera fue por causas  externas, el cierre de la plaza, pero hubo noticia y movimientos de  aficionados que hicieron que pasara a las primeras páginas de los  medios. Como tantos han dicho, faltó el toro exigible y ese es un pero  muy importante como para dejarlo de lado u obviarlo sin más, pero había  ganas de recordar que la Fiesta existe y que no se le pueden poner  puertas con candados a tal cúmulo de sensaciones que esa Fiesta acumula a  lo largo de varios siglos. Los toreros actuantes no fueron generosos en  expresar lo máximo que representa esta Fiesta y se conformaron con  tener toros a modo, jugosos contratos y el favor de tantísima gente  ávida, en esa ocasión, de dar triunfos que sonaran mucho. Aún con las  limitaciones expresadas, se habló y mucho de la fiesta de los toros,  aunque fuera solo de la parte más bonita: orejas, triunfos, salidas a  hombros, etc.
Llegó Madrid y cambió mucho, y a  mejor, el panorama. La Fiesta recuperaba su fuerza natural y el  enfrentamiento de los toreros con las fieras pasó de ser de pasarela a  serlo en la forma épica que la deja marcado con tinta indeleble. Un mano  a mano resucitó el hecho de que existen los toreros machos que  enfrentan los problemas de los toros sin cursiladas ni aspavientos, solo  con la verdad, con mucha verdad. Fandiño y Mora expusieron en la arena  que la Fiesta existe, que la sana competencia es posible y que los toros  no necesitan ser “manejables” para mostrar a todos que su  enfrentamiento es cierto y que hay que jugarse la vida para alcanzar el  reconocimiento de todos y más ante la cátedra de Las Ventas. Salieron  ilesos de ese enfrentamiento cierto y ríos de tinta han corrido por tan  feliz acontecimiento.
En esta última semana se terminó  de cerrar el círculo de la verdad de la Fiesta y es un torero jerezano  el que la ha protagonizado. Ni un lamento por ello ha surgido ni de él  ni de sus más cercanos, saben cuál es la verdad y la tienen asumida. Por  si fuera poco, este torero no disfruta de concesiones a su favor a la  hora de salirle toros por las puertas de los chiqueros. Es torero desde  siempre, sin descanso, y también sin desmayo. Los múltiples, y graves,  percances sufridos no le han apartado de su camino. Una verdad sin  aspavientos, con la dureza propia que ha de asociarse a esta  dificilísima profesión. 
Gesto de Padilla ante un miura, habitual en su carrera. No todos lo han hecho.
La verdad de la Fiesta es así de  dura y de cruda. Lleva aparejada la gloria, no exenta de muchos  milagros como los que antecedieron en Madrid, pero ha de ser así. Sin la  crudeza y la dureza, el dolor aparejado a ese enfrentamiento real, no  es posible concebirla. Humanizar la Fiesta es tanto como, además de  desnaturalizarla, echar a perder su historia y su grandeza. La grandeza  no puede existir si minimizamos el riesgo, de ahí toda su verdad.
Padilla es torero, al margen de  la amplia simpatía y/o extravagancias que exhibe; quizá como un recurso  ante lo que sabe que enfrenta, como amuleto ante su destino ante el  toro. Una forma de refugiarse con la sonrisa en los labios. Abierto,  dicharachero, bromista y, por encima de todo, torero. ¿Cómo no vamos a  llamarle torero si su carrera es una de las más dilatadas frente al toro  sin sospechas? Quizá, más que ningún otro representa eso que llamamos  torero. Y cuando ha podido se ha relajado y ha movido con suavidad los  trastos… como los otros. Lo que no pueden decir los otros es que se  enfrentan a lo que él se ha enfrentado siempre con la sonrisa en los  labios, a veces mal interpretada. No queda más que decir que Padilla  representa, duros percances incluidos, la verdad de la Fiesta.
A recuperarse pronto ¡Ánimo Maestro!
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