5/10/10

Adiós a cuatro Amigos y amigas

Maura Omaña: La pionera en exaltar las glorias del primer torero de la tierra: Nerio Ramírez “El Tovareño”.

* Dos amigas y dos amigos, encartelados en el obituario de 2010, atesorados en el recuerdo de lo imperecedero.

Por Nilson Guerra Zambrano

Cuatro amigos, de la buena gente taurina, esa que hace del gusto por el arte una fraternidad, se marcharon de la tierra tovareña en los meses anteriores, dejando un recuerdo grato y permanente, entre quienes les conocimos y supimos de sus desvelos por la tierra natal y por la fiesta que heredamos del ya republicano siglo diecinueve.

Maura Omaña: símbolo de la tovareñidad taurina, a quien se conoció a secas como Doña Maura, cuyo nombre se escuchaba fácilmente en corrillos de Caracas o Valencia, se marchó para dejarnos un legado de afición leal y constancia en su receptividad a todo el que fuera “gente del toro”, siendo la pionera en exaltar las glorias del primer torero de la tierra, Nerio Ramírez “El Tovareño”.

Su casa siempre estaba de puerta abierta para la tertulia, para la visita cariñosa, para la solidaridad y para divulgar cuanto festejo se anunciase por estas tierras propias o vecinas, sin limitar el que fuera festival, novillada o encerrona.

Aficionada de cuerpo entero, deja un historial que debe seguir adelante como ejemplo para sus herederos, los cuales están llamados a darle concreción a una peña taurina con su nombre.

Eduardo Gil Maldonado: Tuvo facetas de comunicador, como redactor, fotógrafo y analista taurino en televisión, aparte de ser el primer recopilador del béisbol tovareño, donde unía sus anotaciones con la gestión dirigencial, y presidente de la autoridad municipal en tauromaquia, labor que desempeñó con esmero y cuidadosa sentencia.

Eduardo sirvió a la ciudad sin aspavientos y premuras, llegando a ser una referencia fundamental a la hora de enjuiciar una labor de torero o un comportamiento animal, por lo que pasados los años se sigue hablando de tal o cual juicio que en su oportunidad dictó y que sirve de elemento comparativo para los nuevos jueces del altivo palco del Coliseo.

Francisco “Pancho” Guerrero: Llegó a ser hombre de la historia taurina local por su empeñosa labor para que la ciudad contara con una plaza fija, moderna, sin estar sometida a las “cercas” de madera, lo que trajo como resultado el circo taurino “Vista Alegre”, cómodo y suficiente para el Tovar de los años sesenta, del siglo pasado.

“Pancho” es un impulsor y emprendedor cuya trascendencia importa mucho a los taurinos, porque “Vista Alegre” cubre una etapa de afirmación de la ciudad como centro taurómaco, más allá de los festejos de septiembre, y es el escenario ideal y exitoso para el arranque de la modernidad de la fiesta brava en nuestro medio.

Sin “Vista Alegre” habría faltado un elemento histórico en el devenir taurino tovareño y se pondría en duda el sitial que ha logrado la ciudad, en el concierto nacional de la tauromaquia. Sin ese pequeño y alegre coso, no habríamos tenido ese lujo de ver en la arena las portentosas manos de dos figuras del torero Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro” y Francisco “Curro” Girón.

Carmen Rafaela Torres Rojas: Mejor dicho; Carmen Torres, la doctora, ha recibido el honor de que la enfermería de la plaza tovareña lleve su nombre, en justificado homenaje donde escuchamos sentidas palabras del Licenciado Hugo Domingo Molina, hombre fundamental y clave en la fiesta brava nacional.

Una mujer de calidad humana y profesional, servidora de la salud, sin descuido de las humanas obligaciones de la solidaridad, que no solo auxilió en el centro médico, sino en muchos hogares, o en la propia calle son sus recomendaciones a tiempo, y que atendió con criterio sano la función electoral, como jefe municipal.

Conquistó el respeto, confianza y amistad de los toreros, ganaderos, periodistas, empresarios y de todo aquel cercano al ambiente de la fiesta brava, por lo cual la mejor expresión de gratitud se la dieron los taurinos llevando su cuerpo en ataúd para dar un emotivo recorrido a la arena llanera, de la que ya era parte principal.

Dos amigas y dos amigos, encartelados en el obituario de 2010, atesorados en el recuerdo de lo imperecedero, pero fundamentalmente ubicados en la lista de gente de bien, que supo hacer de la fiesta brava una vía para el servicio a la sociedad y para acrecentar la amistad, sin recelos ni separaciones.

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