Todas las figuras del toreo sintieron el aguijonazo del "indio" venezolano que soez, irreverente y sin inhibiciones, fue pisando el terreno destinado para los privilegiados del toreo. En todos los países donde la fiesta brava tiene su representación , el nombre de César Giron se impuso, haciéndose respetar y dejando secuela de hombría, personalidad, valor y serenidad en el ruedo.
Sus mejores tiempos de profesional los vivió en grandeza; se reunía con presidentes de la República, se iba de caza con Francisco Franco, poetas e intelectuales lo aceptaban en sus cerrados círculos; el selecto jet-set caraqueño lo consintió y sintió sus irreverencias, yendo luego al altar con una hermosa mujer de la alta alcurnia francesa.
Igual que lo admiraban por sus gestas insuperables en el ruedo, lo odiaban y criticaban. Muchos no compartían sus gestos y desplantes, su carácter bonachón o sus irreverencias. Y aquí en Venezuela, su país, desde el punto de vista profesional fue hasta repudiado. La conducta de César Giron la marcó una tarde en la maestranza, cuando la plaza a coro aupaba al diestro colombiano Pepe Cáceres, a quien hicieron prácticamente un ídolo, mientras al local lo pitaban con reproche.
Tras la lamentable muerte del César de la torería, ocurrida hace 51 años: el martes 19 de octubre de 1971, los mitos populares se incrementaron y quienes hasta el último día que se vistió de luces lo increpaban, luego se volcaron en loas, llenaron la maestranza en su postrera vuelta al ruedo y comenzaron una especie de adoración.
Por ejemplo, en el sitio donde ocurrió el desgraciado accidente: kilómetro 73 de la autopista regional del centro, se levantó una capilla que se convirtió en altar de adoración donde destacaban los llamados milagros, representados en togas, vehículos, casas, trajes de luces y placas de gente agradecida por haber recibido favores o milagros de César Girón.
También en Maracay, al final de la avenida Fuerza Aérea, sector Los Samanes, existe una capilla similar a la del sitio del accidente, con recuerdos, fotos e imágenes. También en la plaza de toros que hoy lleva su nombre, la maestranza, donde está el grupo escultórico "La Girondina", nunca falta un ramo de flores de incógnitos admiradores. Y variadas son las historias que cuenta el conserje de la plaza, Elpidio Fuentes, sobre algunas vivencias, que ocurren en torno a la escultura de Laíz Campos.
¿Milagro de César Girón?
Cristóbal Pérez Sánchez, de 71 años, sólo vió a César Girón en las postrimerías de su carrera. Le nació una férrea admiración por el hombre que abrazó el éxito. Tras su muerte se produjo una comunión entre el torero mito y el aficionado resignado a no verlo más vestido de luces. Poco a poco creció una repentina devoción que lo llevó a pedirle con fé como si de un santo se tratara. Cuando a su hija Aurora de 21 años le diagnosticaron una grave enfermedad, prácticamente los médicos la desahuciaron.
Cristóbal Pérez tras cinco meses recorriendo médicos y hospitales, decidió pedirle a César Giron la curación de su hija, que comenzó luego a mejorar. Cuando la llevó a los médicos, la incurable enfermedad había desaparecido. En el lugar del accidente, donde levantaron la capilla, hoy desmantelada, colgaba de una reja, un cuerpecito de plata con un lazo rojo. Es el milagro de Aurora, la hija de Cristóbal.
Amigos que tuvieron muchísima confianza con César, nos comentan en torno a este asunto que en este aniversario tratamos con respeto, que un hombre como César, tan duro de carácter y realista tal vez se reiría a carcajadas si despertara en medio de tantas flores, fotos y recuerdos a su nombre.
Pero es el pueblo mismo que ha creado esta situación; y pueblo al fin, hay que respetarle sus creencias y su fe, que en este caso han servido para prolongar la vida taurina de este insigne torero, que tal vez nunca imaginó, que tras fallecer, su nombre, su figura y su aura, pasarían al mundo de la mitología y las creencias populares.
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