12/11/13

España: Toros BIC ¿y ahora, qué?

Cáceres es crítico taurino y periodista. Foto: blog deltoroalinfinito

tomado de: elimparcial.es - Columna: Tribuna Por Pedro Javier Cáceres

La ILP promovida por los aficionados taurinos catalanes y apoyada de forma incontestable ya es Ley por la cual el Estado la declara Bien Cultural Inmaterial y se compromete a preservarla de cualquier ataque o prohibición amén de difundirla y promoverla.

¡Alto y claro! Muchas felicidades a los promotores, nuestro agradecimiento a los políticos sensibles a tal medida y nuestra satisfacción porque con esta Ley ganamos todos y no pierde nadie; tan sólo aquellos que añoran una democracia a la carta y sólo respetan de forma totalitaria sus postulados.
Implícitamente en esa sincera felicitación anida la consecuente censura a aquellos que en “sede parlamentaria” se opusieron por los más banales motivos.

La Ley es de presente y futuro, que no es poco tal como está el patio.
No tendrá efectos retroactivos por lo que los impulsores no verán, de momento, cumplido su sueño de volver a ver toros en Barcelona.
Sí, en cambio, es un aviso a navegantes para el Tribunal Constitucional en cuanto a acelerar su pronunciamiento sobre la prohibición en Cataluña y un señuelo para interpretar cuál es la voluntad popular sin transgredir la ley, todo lo contrario.

Es también una medida importante para evitar delirios posteriores a aquellas administraciones tentadas de seguir en la demagogia anti taurina.
Y no solo en lo que respecta a las instituciones españolas sino a nivel internacional. Pues esta Ley es un paso importante para conseguir el mismo pronunciamiento de la UNESCO con ámbito universal.

Todo claro. Todos felices. La Fiesta, la Tauromaquia, es, además de cultura, Bien Inmaterial.

Pero, ¿y la industria que la desarrolla?

Pese a dicha Ley es difícil que las administraciones dediquen recursos para su promoción. Más allá: no se les ve por la labor de bajar los cánones del piso de plaza ni reducir en su tramo autonómico el IVA.

¿Moverá ficha el sector taurino más allá que solicitar el cumplimiento de la Ley a los poderes públicos? Tengo dudas.

El otoño está siendo muy sordo, demasiado. Lo que no quita para que haya movimientos entre los diferentes gremios y asociaciones de profesionales.
Los toros son, en estos momentos, un espectáculo desvertebrado y de difícil viabilidad en su sostenimiento económico.

La euforia de satisfacción, lógica y compartida por todos ¿concienciará al sector que además de reivindicar el cumplimiento de la Ley su futuro está en manos de ellos?
¿Serán capaces en ponerse de acuerdo y cada palo aguantar su vela para diseñar políticas que aseguren el futuro de la Fiesta desde la sostenibilidad?
Aquí me surgen muchas dudas. Más con las filtraciones que, dentro de la opacidad y silencio programado, llegan.

¿Qué llegan? Que sigue la guerra de guerrillas. Que empresarios y toreros (figuras, principalmente) siguen recelando unos de otros sin abonar la confianza necesaria para llegar a acuerdos de beneficio común. No parece haber margen para alguna o ninguna cesión por parte de nadie.

La firma de un nuevo convenio es terreno pantanoso y mucho me temo, al final, será pasto de laudo que no satisfaga a nadie y que no propicie el avance necesario.

Es un hecho que la Fiesta tiene dos problemas actuales que cada vez se enquistan más: lo elevado de las entradas que no posibilita público en masa y un escalafón escaso de reclamo, corto en número en su cúpula y ningún atisbo de renovación a corto plazo con medidas para propiciar la llegada de nuevos valores. Menos aún si por el problema de altos costos cada vez es menor la dedicación al torero base, la cantera de la que deben salir esos nuevos valores que den frescura a la parte alta del escalafón.

Pescadillas que se muerden la cola. Un círculo vicioso: los costos del espectáculo. Su adecuación desde el prisma de la organización, contratación y laboral de acuerdo con los tiempos que corren y posibilitar la drástica bajada de los boletos.

Hay un axioma, casi dogma de fe, en economía por el que se asevera que la bajada de impuestos procura una mayor recaudación.
Hay gobiernos que no lo entienden así, y así les va.
Hay otros que lo ponen en práctica con buenos resultados.
Y otros que no pueden hacerlo, aún queriendo por haber recibido una herencia que les obliga antes a pagar todo lo que se debe y cargarse de intereses por su financiación.

No es el caso de nuestra Tauromaquia, por fortuna, si hablamos en general (por supuesto que hay ruinas atrasadas en muchas individualidades).
Es llegar a tiempo, sin lacras de deudas, y recomponer un sector en el que los ingresos y los gastos no se cuadran des hace tiempo.
Es hora de cuadrar las cuentas. Hacer números con precios asequibles y aforos adecuados y a partir de ahí cuadrar los gastos posibles en, repito, organización, contratación y de explotación.
Para ello hace falta un compromiso de lealtad sectorial y de bajar a la “tierra” dura de la realidad actual después de haber vivido mucho tiempo en los “mundos de yuppi”.

La Ley llega en un momento de encrucijada y desazón por lo cual sus efectos deben de ser de optimismo.
Pero la Ley no vertebra el sector ni obliga a su reciclaje y regularización.

La Ley, bienvenida, no es la daga que pinche la “burbuja”.

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