Sábado 18 de Mayo en San Cristóbal


Bono de colaboración desde 10 $ en: Asogata, 
Escuela Taurina César Faraco: Plaza Monumental, Pueblo Nuevo  
Restaurante Miura: Calle 18 con carr. 20, San Cristóbal 
Contacto: 0412 658 4112

20/8/13

La encerrona de Colombo: "Cuando no se puede, no se puede, además, es imposible".

Sería injusto, decir que Jesús Enrique Colombo fracasó; o que los novillos no estuvieron acorde a lo esperado de esta divisa siempre triunfadora. Foto: Comana

por: EL VITO

Táriba; especial.-En esta Venezuela increíble, en el Jardín de las Ilusiones cosechamos flores de Esperanzas en medio de una profunda crisis taurina.

Los botones de estas flores, que revientan en lo que esperamos se convierta en la anhelada primavera taurina nacional, son los novilleros que extramuros de la patria crecen en la generosidad de la tauromaquia española, mexicana y en la amplitud de la serranía andina en el Perú.

Sin que en sus charreteras aparezca el entorchado de la oficialidad, surgieron esta temporada los atractivos nombres de Cristian y de César Valencia, Antonio Suárez, Manolo Vanegas y el más promovido de todos: Jesús Enrique Colombo, que en ruedos del Perú desarrolló su escritura aprendida en la Escuela Taurina de San Cristóbal para llenar nuestras estafetas de cartas con noticias magníficas de sus andanzas.

Una de ellas, aquella carta que el año pasado escribió en Mérida, que con su firma de puño y letra puso firme al "fenómeno mexicano" Miguel Lagravé, Michelito, a cambio de una cornada y de refrendar un triunfo apoteósico.

Esperanzas, ilusiones, sueños, es la vida del aficionado que cree que hay relevo generacional para sustituir a los bueyes cansados de la primera línea en el combate nacional.

Este domingo 18/8 en El Coliseo del Torbes, bella plaza de toros de la hermosa Táriba taurina, este taribense de apenas 15 años de edad conmemoró su décimo quinto cumpleaños encerrándose en solitario ante cuatro novillos de las diversas divisas que son propiedad del ganadero Hugo Domingo Molina y de sus hijos Hugo Alberto y Hugo José, es decir Rancho Grande, El Prado y La Consolación.

Ambiente serrano por doquier. Asamblea Taurina ordenada por la Peña Taurina de San Pedro del Río por la mañana, a media tarde concurso gastronómico, en el Cub Sucre de Táriba con la aprobación de los exigentes paladares que degustaron y juzgaron las creaciones de los "master chefs" Mauricio Gutiérrez - Callos a la portuguesa-Fabio Arias -Arroz sobre ramas de naranjo-, y la dupla de Pedro Casanova y Martín Ordóñez -Revolución del chupe, en fogones tachirenses.

Por la tarde en reunión de los presidentes de los Círculos Bienvenida, en presencia de los destacados aficionados como el doctor Enrique Colmenares Finol, creador con el Arquitecto Eduardo Santos de El Coliseo y del Parque Torbes que engalana la histórica ciudad.

Acompañados por el doctor Luis Medina López y Rafael Enrique Casal, de los Círculo de Maracay y de Venezuela nos fuimos a la plaza en compañía del doctor Colvert, encontrándonos con la maléfica metamorfosis de la ilusión convertida en desilusión.

Sería injusto, decir que Jesús Colombo fracasó; o que los novillos no estuvieron acorde a lo esperado de esta divisa siempre triunfadora.

Es verdad que las reses no cumplieron no cumplieron en presencia como tampoco en bravura, aunque se pudo haber logrado el triunfo, que pudo ser importante, de haberse planteado argumentos distintos al abúlico perogruyo planteado por el novillero.

¿Cansancio? Es posible, pero no justificativo ya que en El Coliseo el torero se presentó arropado por el afecto, ilusión y admiración de su propio pueblo. De su casa, y es no cumplir como pegarle a su familia, y esto conduce a la ruina.

Jesús Enrique, quien hizo de El Coliseo, el terminal de un absurdo periplo que tuvo una estación previa a la encerrona de Táriba en un viaje que le llevó de Táriba a Caracas, Caracas a Lima, lima a torear a ocho horas de carretera. Horas que se convirtieron en 16, al regreso de la virreinal capital, para viajar a Bogotá, Cúcuta, San Cristóbal y Táriba, llegar de madrugada y ofrecerle a una ilusionada afición paisana lo que percoló del tamiz del cansancio y agotamiento naturales ante semejante esfuerzo.

Y como decía El Guerra: "Cuando no se puede, no se puede. Además, es imposible."

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