Con su primera miurada ya tiene una medalla que podrá exhibir con orgullo toda su vida. Foto: mundotoro
Pasada la natural euforia tras el triunfo de Jesús Enrique Colombo en Pamplona al cortarle dos orejas a los toros de Miura y salir a hombros, es bueno ver los matices que rodearon una tarde muy importante para el diestro tachirense.
De entrada, triunfar con una de Miura tiene un mérito tremendo dadas las particulares características de estos toros de la legendaria divisa. No todos pueden presumir de tener en su historial un triunfo con los de Zahariche. La tarde empezó con el drama del tremendo percance de Rubén Pinar, lo cual sin duda puso en tensión a los toreros; se quiera o no, ver algo así y apenas empezando la corrida, pone los nervios a mil.
Pero Colombo afrontó la lidia de sus toros con mucha entrega, valor y disposición. El toreo también es para aquellos que saben “leer” a las plazas donde van y Jesús Enrique le tiene tomada la medida a Pamplona; es decir darle fiesta a las peñas, lo cual está bien porque hoy día lo que vale es puntuar, cortar las orejas. Su lote tuvo dos toros con posibilidades, dentro de lo que es Miura, y con ellos estuvo animoso, variado con el capote, intentándolo todo en banderillas, aunque sin el brillo de otras tardes; dejando clara eso sí, su disposición y facultades.
Muleta en mano unas veces acertó al dejarla puesta para ligar y en otras no lo hizo tanto, teniendo en cuenta que estos toros por su propia morfología les cuesta humillar. Es decir hay matices que se pueden y se deben mejorar de cara al futuro; detalles a pulir para redondear mejor las faenas.
Con lo que no deja dudas Colombo, es con la espada. Su uso del acero es literalmente demoledor y en el toreo la contundencia estoqueadora es la llave que abre muchas puertas: si estás bien, triunfas; y si no se cuaja un toro, tapa bocas. La marcada división de opiniones sobre su triunfo en la prensa especializada y los aficionados es buena, ya que pone su nombre en boca de todos.
Es el momento de seguir creciendo, de no creerse nada, ni dejarse dar “jabón” porque en la propia exigencia está el secreto de seguir escalando posiciones.
Colombo tiene ya una puerta grande en Pamplona con su primera miurada y eso es una medalla que podrá exhibir con orgullo toda su vida. Ahora en sus manos está crecer más para llegar al sitio que desea. La cima de la montaña es muy alta pero está en el camino.
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