9/9/18

Luque: la alta escuela. Orellana: la raza

Rafael Orellana agradece la ovaciòn de sus coterràneos luego de cortar dos orejas al quinto. Foto: Jorge Cepeda

por: Víctor Ramírez “Vitico”

El mano a mano entre Rafael Orellana y Daniel Luque se saldó con la salida a hombros de ambos toreros, que encararon la tarde de manera muy diferente. Rafael Orellana salvó el reto echando mano de su valor y raza, mientras que Daniel Luque desgranó un toreo de altos vuelos, majestuoso y elegante.

La corrida de San Antonio, desigual de presencia, tuvo como factor común la falta de fuerza y el denominador de la clase y nobleza, en mayor o menor grado pero todos los toros dejaron estar a los toreros.

Rafael Orellana lanceó con gusto a la verónica al primero, un toro muy justo de fuerzas al que el diestro local toreó a diferentes ritmos y alturas, primero abrió por alto para intentar asentarlo, luego pulseó la embestida con la mano un punto alta para que el astado tomara el engaño. Varios muletazos fueron buenos de verdad, enganchando adelante y llevándole en línea para no atosigarlo. Técnica que se dice hoy día. Luego fiel a su estilo se adornó y recurrió a los efectos especiales que tanto calan en el espectador. Tres pinchazos dejaron su esfuerzo sin recompensa.

Al tercero lo lanceó bien demostrando una notable mejoría en el manejo del capote. La faena fue más de demostrar deseos que de concretar. Le toreó con oficio, pero sin alma, cumpliendo el trámite. Hay que hacer notar que el toro pasaba sin decir nada especial. El segundo acto quedaba en tablas.

Pero Orellana tiene raza y tiró de ella para no dejarse ir la tarde. Excelentes por suaves y tersos fueron sus lances a pies juntos, jugando bien los brazos. Listo como el hambre, para echar la tarde arriba invitó a banderillear a Daniel Luque, que clavó un estupendo par reunido y cuadrando en la cara, por dos también buenos, llenos de facultades por parte de Rafael, que cuajó una faena con dos partes bien diferenciadas. Primero le llevó largo y con temple en series de muletazos con ambas manos, destacando al natural, luego acortó distancias, se adornó y terminó de echarse al bolsillo a su gente. Un pinchazo hondo que hizo pupa dio paso a dos orejas, la segunda como mensaje de que su pueblo le sigue queriendo.

El toreo, ese misterio que algunas veces logramos descifrar aunque sea de vez en cuando, lo desgranó Daniel Luque, ante sus tres toros, de diferente condición, por lo que el maestro, fue dándole uno a uno, la mejor medicina para sacar de ellos el fondo de clase que tenían oculto bajo la poca fuerza. Tras devolverse su primero, al sobrero le toreó con temple, que se dice fácil, pues lo llevó cosido al engaño, relajado el torero, tocando en el momento preciso con la muleta la cual a veces llevaba alta, en otras más baja, pero todo ello con una cadencia de órdago, pues Luque dejaba llegar al astado y con la parte de adentro de la tela mecía la embestida, logrando pases de una belleza suprema. La espada no estuvo a la altura del magisterio de las telas.

Otra lección dio en el cuarto. Éste fue un toro suave, noble y flojo y a esta trinidad de condiciones le respondió con otro trío: suavidad, cadencia e inteligencia. Suavidad para llevar al toro sin molestarle, enseñándole el camino, cadencia para hacer que el toreo fuera una sinfonía e inteligencia para jugar con las alturas de los cites, la velocidad del trazo y la largura de los pases. En suma una escuela de diez minutos de que es torear. Con la izquierda y en los remates de pecho estuvo, por cierto, cumbre. De nuevo el acero dejo en solitaria oreja lo que sin duda era de premio grande.

Al que cerró plaza le hizo una faena estupenda. Otra obra maestra dictada con la claridad de ideas del que tiene el don. Los muletazos surgían largos como ríos, templados y suaves, con una sutil técnica oculta tras unas formas llenas de belleza. Luque torea como el que canta o baila en trance de inspiración. Es decir que sin esfuerzo dice y hace lo que siente. Pero esto no quiere decir que el toreo profundo no exista, es que la conjunción de las formas va de la mano con el mando, el toreo en redondo que destronca la embestida y la lleva por abajo. Y el valor, ese que le permitió remontar un momento de apuro, por error del torero al perderle la cara al toro, teniendo ya encima la voltereta se quitó de encima a su rival con un gallardo pase de pecho. Ahora si mató pronto (que no ortodoxo) pero a sus manos fueron a parar las dos orejas. No era para menos. El toreo con mayúsculas, estaba escrito.

FICHA DE LA CORRIDA

Plaza de toros de Tovar

Sábado 8 de septiembre.

Segunda corrida de feria.

Corrida Goyesca.

Más de tres cuartos de entrada en tarde fresca.

Toros de San Antonio, desiguales de presentación. Nobles en líneas generales, con las fuerzas muy justas. Destacó el quinto por encastado y el sexto, que fue boyante. Deslucido pero dejándose el tercero. Flojo y con clase el primero, el segundo bis tuvo clase así como el cuarto. Vuelta al ruedo al sexto, “Granada”, número 58.

Pesos: 477, 425, 425, 445, 425 y 465 kilos.

Rafael Orellana, de lila y azabache: Silencio, silencio y dos orejas.

Daniel Luque, de blanco y azabache: Silencio tras leve petición, oreja y dos orejas.

Los dos toreros salieron a hombros.

Las cuadrillas cumplieron bien aunque vistieron de luces, algunos con medias negras y moño al estilo goyesco. Destacó en la brega Marcos Peña “El Pino”

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