El haber “pospuesto” las corridas en Valencia nos permite ver con preocupación la situación que vivimos en lo taurino
por: Kike Rosales.
Cuando San Pedro se cruzó con Jesús (que iba caminando con una cruz a cuestas) ésta fue la pregunta: “quo vadis” (¿A dónde vas?). A Pedro, quien lo había negado con anterioridad, solo se le ocurrió (ante tanta crueldad) preguntar cuál era el camino que llevaba el nazareno con una cruz a cuestas; tanto fue el dolor que al mismo Pedro le ocasionó su actitud ante Jesús, que después fundaría la iglesia y terminaría crucificado con la cabeza hacia abajo. Por estos días la pregunta de Pedro suena algo irónica ante el carpintero de Belén, preso y torturado con el descomunal peso en sus hombros.
El haber “pospuesto” las corridas en Valencia nos permite ver con preocupación la situación que vivimos en lo taurino; dependemos de si los empresarios consiguen dólares para traer corridas extranjeras (en el campo venezolano parece que no hay toros) y estar en ese parto seco de esperar que les aprueben y les depositen el dinero, algo que este año en Carabobo no se hizo a pesar de la presencia de altos personeros del gobierno que no pudieron ayudar a que la “plata apareciera”. Entonces sale el posponer las corridas, situación que trae consigo hechos inocultables: Matadores que no pueden cambiar la fecha y no vendrían; y la traída de los encierros desde España, que además, las autoridades veterinarias de allá prohíben su movilización en estos momentos por lo del brote de la llamada Lengua Azul; información pública según documento emitido por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España donde habla de la enfermedad.
Ahora se genera un ambiente de duda para la salud taurina del país, que tan mal anda. Estamos en presencia de la verdad que hemos venido sufriendo desde hace tiempo y ocultamos con “pañitos de agua tibia”. Un país donde las novilladas son mínimas, no mira las bases de su futuro y quizás esté demás decirlo… El cimiento de la fuerza taurina del país es tan frágil como un castillo de naipes.
Quizás las últimas líneas de “El Coronel no tiene quién le escriba”, de García Márquez, en las que se describe la angustia de la mujer diciéndole a su esposo que vendiera el gallo y él respondía que era mejor salir del reloj…, y ella, al ver tanta miseria, alarmada le preguntó – ¿qué comeremos?- la respuesta fue muy escatológica como para rematar este escrito…; pero tal vez pueda responder a la pregunta del Quo vadis con los toros en el país.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario