Momento de la faena de Rubén Darío al tercero de la tarde. Foto: Comana
por: Juan Panadero
El diestro venezolano Rubén Darío Estévez cortó la única oreja de la corrida de Feria de la Virgen de La Consolación, celebrada en la ciudad Andina de Táriba el domingo 28/08.
El español Domingo López Chaves que hacía su debut en plazas venezolanas, tuvo una destacada actuación con un pésimo lote, perdiendo la oreja de su segundo astado con la toledana. El venezolano César Vanegas, puso voluntad.
Se jugaron seis toros nacionales de la divisa de Juan Campo Largo: aceptable de presentación y diferentes de comportamiento, difíciles para los toreros salvo el sexto que embistió con raza y nobleza en todos los tercios.
La plaza registró cerca de media entrada.
López Chaves, de rosa y oro: aplausos y ovación.
Vanegas, de aceituna y azabache: palmas y palmas.
Rubén Darío, de espuma de mar y oro: División de opiniones y oreja.
López Chaves, sujetó con valientes verónicas al toro que abrió plaza, áspero y de cortas embestidas; con un pullazo y dos pares de banderillas, lo cambiaron de tercio; poderoso trasteo sobre la diestra a un toro que acudía buscando los alamares del torero; lo finiquitó de certera estocada.
Su segundo, salió arrastrando la pata derecha y haciéndole asco a los varilargueros; dispuesto estuvo el castellano sometiendo al burel con mandonas series de naturales y derechazos al compás de la música que calentaron la tarde; se adornó con ceñidos molinetes y pases de la firma; lo mató al segundo viaje y se esfumó la oreja. El diestro manifestó a este corresponsal que venía con toda la ilusión del mundo a debutar y triunfar en Venezuela, pero que nunca pensó que fuera a salir una corrida tan mala.
Bullidor estuvo Vanegas con la capa; y acertado en la suerte de banderillas, clavando los tres pares arriba; sentado en el estribo comenzó el último tercio a un toro que le duró poco; entró a matar por derecho liquidándolo de media estocada.
Al jabonero que hizo quinto lidiado con luz artificial, lo saludó con armoniosos lances, volvió a brillar con los arapullos, estuvo voluntarioso con la pañoza y lo mató con habilidad al encuentro.
Rubén Darío, anduvo movidillo con la capichuela; lo llevó al caballo donde recibió un pullacito y el clarín cambio la suerte; lo sacó al centro de la arena para torearlo con la diestra; el bovino se vino abajo y ostó por matarlo de estocada que lo hizo guardia y otra casi entera.
El que cerró plaza fue el toro de la corrida, empujó con raza en dos pullazos largos y embistió con fijeza a la muleta del venezolano que aprovechó las francas embestidas para torearlo por ambos pitones, al compás del pasodoble. Lo pasaportó de estocada y paseó la única oreja de la tarde.
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