Cerrar los ojos ante la evidencia irrefutable que la fiesta está en horas bajas, no resolverá el problema.
por: Víctor Ramírez “Vitico”
Las ferias de la temporada sirven para reencontrarse con los amigos, profesionales, aficionados, en fin la gente del toro. Y de esos agradables encuentros, ahora surge una preocupación. Una gran mayoría está sin el menor atisbo de inquietud ante los grandes y graves problemas de la fiesta de los toros en nuestro país.
Cuando se comentan las lógicas inquietudes por las acciones como impedir el acceso a los menores de 18 años a los toros, o ese empeño del Defensor del Pueblo de ejecutar una ley que prohíba de cuajo las corridas de toros, más de uno va y suelta la frase que nos ha hecho tanto daño: “tranquilo… aquí no pasa nada.”
Que la mayoría piensa que es solo una amenaza queda claro, ante la frase lapidaria de “aquí no pasa nada”. Mientras tanto, los antitaurinos siguen trabajando, organizados y callados, para en el momento menos pensado, dar un golpe contundente. A aquellos que tocamos el tema, incluso se nos tacha de agoreros, pero la realidad es que salvo algunas grandes ferias, la temporada en provincia se ha perdido, nuestros toreros deben irse al exterior para poder torear y los ganaderos lidian muy poco. Y los números en este caso son contundentes: hasta la corrida de Valencia el pasado domingo en Venezuela solo se han celebrado 25 corridas de toros y 4 novilladas.
Cerrar los ojos ante la evidencia irrefutable que la fiesta está en horas bajas, no resolverá el problema. Por eso es que cada vez que truena en el aire, la anémica frase de ¡tranquilo, aquí no pasa nada! se entiende porque estamos como estamos.
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