En estos tiempos raros en que (mal)vivimos, ya pocas cosas sorprenden, ya muchas indignan. La política, que todo lo contamina, se empeña en negar y/o manipular la realidad , mientras la economía (los mercados, la llaman) se encarga de convertir el día a día en un mero ejercicio de supervivencia esquivando las balas del paro, la precariedad o la negación de derechos fundamentales, el de la libertad incluido, claro.
por: Paco March - burladero.com
En ese desolador paisaje, el toreo, su propuesta ética y estética, de valores olvidados y perdidos, no encaja y, para disimular, unos revisten sus ataques de sobrevenido espíritu franciscano (el hermano toro) y otros , con mayor o menor disimulo, apelan a sacrosantas cruzadas identitarias, asociando la tauromaquia a rémoras del pasado y, de paso, dan un pátina de trasnochados y nostálgicos a quienes en ella se reconocen.
Lo peor, por las consecuencias directas que sobre el presente y el futuro tiene, es que todo ello toma forma de leyes de tintes regulatorios y, más aún, prohibicionistas y, quienes se marcan una de disimulo (el alcalde Izaguirre, por ejemplo) apelan a la economía y sanseacabó.
Se multiplican los casos (empezó Catalunya ) en que jueces y tribunos , amparados en mandatos democráticos, ponen sus manos sobre la Fiesta para laminarla y las reacciones o son tardías o no pasan del voluntarismo, aunque el trabajado éxito de la recogida de firmas para la ILP haya abierto una espita a la esperanza.
Y, en esa fiebre intervencionista, ahora le toca a Francia, cuando quien más quien menos pensábamos que allí no había caso. Ha bastado que en la nueva mayoría gubernamental tuvieran un cierto peso Los Verdes para que se plantee que sea el mismísimo Tribunal Constitucional francés el que, en pocos días, dictamine sobre, precisamente, la constitucionalidad o no de las corridas de toros, que por Ley que las protege y es salvedad en la Constitución gala, sólo tienen lugar en los territorios con tradición secular, el sudoeste y el sudeste concretamente.
Las togas contra el arte, la política contra la libre creación. Para mayor paradoja , el fallo del alto tribunal francés verá la luz (o la tiniebla) apenas cuatro días después de que El Juli y Castella pongan el broche a una Feria de la Vendimia de Nîmes que este año ha roto todos los registros. Más de siete mil abonos vendidos y la ciudad del Garona (y todas las limítrofes) con plena ocupación hotelera y el subsiguiente impacto económico.
Carteles tan imaginativos como abiertos a gusto de afición y público ocasional y viajeros llegados tanto de París como de Madrid, de México o Barcelona, de Bogotá o Sevilla, con el arte del toreo como reclamo y José Tomás en el centro, convertirán el antiguo coliseo romano en lugar de encuentro.
Un lugar de encuentro de la historia y el presente, de cultura y celebración ritual con lógica consecuencia artística y emocional, que sólo persigue encontrar átomos de felicidad entre quienes lo hacen y quienes lo contemplan. Que eso es el toreo, en cualquier lugar.
Y por eso lo quieren prohibir.
Paco March
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