El joven carismático: César Valencia vino por todas; no se amilanó con nada. Foto archivo.
por: José Hurtado El Chelín
En tarde soleada, con buena entrada se celebró la novillada de feria de esta población colindante con Madrid: Azuqueca de Henares, a escasos 40 kilómetros; se lidiaron novillos de la ganadería de Sánchez Alba que han sido sosos y de poca movilidad para los toreros de a pie; no así para los montados, donde cumplieron.
Abrió el cartel el novillero Miguel A. Delgado quien ha estado animoso con toreo de cercanía, en la cara del novillo tratando de hacer faena que animara a la concurrencia; sin embargo, el novillo mostró sosería y no dio ese lucimiento que se espera con la movilidad; mató de buena estocada y se le ovacionó con palmas.
Con el segundo de su lote, trató de agradar; pero este burel tuvo menos gas, dejando las ilusiones del novillero sólo en ganas nada mas; mató de pinchazo y estocada y se le silenció.
Cristian Chía novillero prácticamente de esta tierra, ya que su padre y hermano residen en esta población; fue recibido como local por la afición que lo animó toda la tarde para que triunfara; toreó por derechazos en una tanda que el público le aplaudió con gusto; puso empeño en la faena con la zurda, tratando de hilvanar buenos muletazos que el novillo no le permitió por la sosería; entró a matar pinchando repetidas veces y escuchó un recado de la presidencia.
En el otro de su lote no hizo nada con la capa; y con la muleta, el novillo tuvo mas movilidad; pero el novillero como que la ganas no las tenía para plantearle una faena que calentara a la afición; sufrió achuchones por lo cual el novillo se paró ya al final del trasteo; entró a matar sin suerte y volvió pinchar en repetidas ocasiones y se le silenció su oficio.
El que si vino por todas, fue el joven carismático: César Valencia, que no se amilanó con nada y al ver que su novillo no daba buenas embestidas con la capa para torear por verónicas ante la violencia de éste de salida, se fue a los medios y calentó la plaza con chicuelinas que pusieron la plaza boca abajo ovacionándolo a rabiar; con la muleta le planteó una faena con la derecha de buena calidad y entrega, siempre rematados con el pase de pecho; con solvencia, toreó por naturales, haciendo ver que el novillo por ese lado no tenía muchos muletazos; volvió por derechazos con efectividad y clase para luego hilvanar varios molinetes que pusieron la plaza de acuerdo toda para la merecida ovación; entró a matar con decisión y dejó una estocada entera que hizo que el novillo se echara y el público llenó la plaza de pañuelos pidiendo la oreja que la presidencia concedió sin objeción; Valencia dio la vuelta al ruedo devolviendo prendas de las peñas y de la afición que le aplaudía con agrado la faena de entrega y decisión de que querer ser torero de verdad.
En el que cerró plaza salió con arrojo, dándole una larga cambiada de rodillas que paró a los asistentes en el acto; y la ovación no se hizo esperar; con la muleta, en una faena muy inteligente, dio varias tandas con la derecha de buena factura y rematadas con el pase de pecho; lo intentó por el lado izquierdo pero el novillo ahí no colaboró por lo cuál volvió por el pitón mas potable toreando bien y templado con esta mano; entró a matar con decisión y dejó una estocada arriba; el novillo se amorcilló un poco al final pero cayó y la plaza se volvió a inundar de pañuelos, pidiendo el trofeo, que usía concedió a este jovencísimo novillero venezolano que donde se presenta, arrea con aires de llegar a ser una futura figura del toreo.
César Valencia salió de la plaza en hombros del público entusiasmado con su entrega y su arte; como se dice en el toreo: Novillero con ilusión de ser alguien en la Fiesta.
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