Sábado 18 de Mayo en San Cristóbal


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29/8/12

Sesenta y cinco años del adiós de “Manolete”

Personalidad arrolladora de escasas sonrisas y mucho misticismo la de “Manolete”. Foto: blog carolinaycarmen

por: Jesùs Ramírez “El Tato”.

Entre vetustas piedras que recogen la historia en la minera ciudad de Linares, en la provincia de Jaén, se levanta la plaza de toros, con arena teñida de la sangre de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” aquel fatídico jueves 28 de agosto de 1.947.

A los 65 años de la cornada mortal, quinto toro miureño de aquel día, continúa latente la polémica en torno a las posibilidades de salvarle la vida. Refieren que por ser tan famoso, los médicos tuvieron miedo de operarle. A las cinco y once minutos de la madrugada del viernes 29 expiraba “Manolete” en la habitación 18 de la Clínica San Raimundo del Hospital Fundación Los Marqueses de Linares.

¡Don Luís no veo!....y quedó en silencio para siempre. Le estaban aplicando la quinta transfusión de sangre, y don Luís, era el doctor Giménez Guinea a quien habían buscado en Madrid para atender la cornada, propinada por el toro “Islero”. En el suelo, debajo de la cama, luego de traspasar el colchón, resbalaba la sangre del legendario diestro cordobés, que acababa de despachar el toro 1.021 en su carrera profesional.

LA PENULTIMA TARDE

En la plaza de Santander el martes 26, en cartel con Juanito Belmonte y Raúl Ochoa “Rovira”, regresó el cordobés al hotel por sus propios pies habiendo cortado dos orejas. Por la noche dio una cena por ser presidente de la sociedad de cazadores “El Gasómetro”. Durante el condumio se hartó de sardinas asadas y sidra guipozcuana.

NUNCA HIZO ASCO DE LOS MIURAS

Nunca “Manolete” se opuso a enfrentarse a los toros de Miura. Así estoqueó en sus comienzos 2 novillos de dicha divisa y 16 toros después de recibir el doctorado en Sevilla. Y sería el octavo torero muerto por un miureño, el último afortunadamente hasta la fecha. El primero fue otro cordobés, José Rodríguez “Pepete”, cuando en 1.862 en Madrid, “Cocinero” le propinó cornada que le destrozó el pulmón y le produjo la muerte a los diez minutos en la enfermería.

PLAZA LLENA

Realizado el paseíllo, saludan desde el tercio “Gitanillo”, “Manolete” y Dominguín. Era la inolvidable fecha del 28 de agosto de 1.947. Bien el gitano en el que abrió plaza, petición de oreja. Igual ocurre con Manuel, y Luis Miguel recibe del banderillero, -no exisitía para aquel tiempo la disposición reglamentaria de hacerlo el alguacilillo- las orejas y el rabo. Superior con la capa “Gitanillo” en el cuarto y aparece “Islero” .

ERA UN TORO NORMAL

Negro entrepelado y bragado. Según el criador, Don Eduardo Miura, había sido tentado de becerro, nació en la finca “Valdelinares” y lo criaron en “Zahariche”. Lo bautizaron así porque su madre se llamaba “Islera” , era una vaca mulata marcada con el número 226. Estaba parida al fallecer “Islero” corneando de muerte a “Manolete”, así que esperaron el herradero del becerro para apuntillarla. Es una costumbre entre los criadores, matar la vaca cuyo descendiente cornea de muerte a un torero.

ESTABA DESTINADO A MURCIA

El empresario Pedro Balañá había comprado el encierro de Miura para lidiarlo en la plaza de Murcia en los primeros días de agosto, pero cambió de idea y decidió lidiarlo en Linares donde también era empresa. En la finca “La Cascosa” embarcaron a “Islero” siendo mayoral Antonjo Mateo. No ofreció dificultades para entrar al cajón. Luego en los corrales y al ser enchiquerado estuvo igualmente tranquilo. En los lances de capa pasa sin lanzar derrotes aunque empieza a frenarse un poco. Sin recargar en varas llega descompuesto a las banderillas, el subalterno Gabriel González tuvo que salir en estampida al clavar.

SE RECOSTABA EN LA MULETA

Empezó “Islero” a recostarse, buscar herir por ambos pitones, tenía el casquillo de la vara de picar enterrado en el lomo. Las heridas de esa molestia inquietaban al miureño. Sin darle importancia “Manolete” repitió los derechazos estáticos, solemne como su ritual de toreo, místico en los naturales y al final dos manoletinas, inventada por un torero cómico, transformada en la personalidad del cordobés en un pase que emocionaba a las multitudes. Calcado posteriormente por muchos diestros.

EL FINAL

Ejecución de la estocada fue un minuto de eternidad. Con la misma lentitud que entró la espada, de igual forma el pitón. Entre las patas de “Islero” el torero, rodando luego el fatídico Miura cerca de las tablas. Cortan las orejas y el rabo. Al destazadero el toro y el torero gravemente herido a la enfermería. Luego, nadie prestó atención a la labor de Dominguin con el sexto de la histórica tarde.

PRELUDO DE CALVARIO

En la misma plaza es el preludio del calvario en la enfermería. Por las calles, conducen al herido rumbo al hospital de Los Marqueses de Linares. El médico de plaza Fernando Garrido logró superar la crisis con los signos vitales con la ayuda del galeno Julio Corzo, jefe de cirugía del hospital de Ubeda, que estaba de espectador en la corrida. Fue en la madrugada cuando llegó Giménez Guinea ordenando otra transfusión. En ese momento, el doctor Corzo susurró: “Si le hacen la transfusión se lo cargan”.

Hubo cambio de impresiones entre los médicos. Con un cardi –aparato usado en esa época- el ayudante empezó a reanimar al torero sangrante. Empezaron las quejas de “Manolete”. “No veo, me duelen los riñones, me muero”. “Don Luís no veo” Esas fueron sus ultimas palabras. Eran las 5 y once minutos de la larga madrugada del 29 de agosto. De 1.947.

AL FIN LA VERDAD

Testigos de Linares, el fotógrafo Canito, aún vivo, y recientemente lesionado en la cadera, el subalterno “Carnicerito de Málaga”, quien cortó las orejas y el rabo de “Islero”, manifestaron su opinión sobre la labor de los galenos. “Si lo hubieran herido en Madrid, aún estuviese vivo”. Existía cierto temor de decir la verdad. El médico Giménez Guinea, quien escuchó las últimas palabras del torero, nunca quiso ofrecer versión de los hechos. En forma valiente el doctor mexicano Campos Licastro abordó el tema antes de fallecer. “Es verdad que en esos años la cirugía vascular no tenía los adelantos de hoy y menos en plazas de toros, pero también es verdad que en la plaza de Linares no se contó ni con los mas sencillos elementos para poder hacer frente con éxito a la situación presentada, como una arteriografía o una hemostasis provisional adecuada, quizás con ello se hubiera tenido mayor oportunidad de salvarle la vida y evitar el gran desprestigio que originó el médico tratante”.

En Linares quedó herido de muerte “Manolete” por dos cornadas. Esa de “Islero” al ejecutar la suerte suprema, y la otra de la enfermería cuando dejaron de operarle y lo llevaron por una tortuosa carretera hasta el hospital de Los Marqueses de Linares. En la habitación 18, quedaba el colchón traspasado por la sangre que no habían sabido taponear y amortajado Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete en su paso al infinito y la gloria.

A 65 años de la tragedia de Linares, nadie ha podido borrar su figura, su historia y su importancia. Manuel Rodríguez torero discutido y de leyenda que hoy recordamos.

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