Efraín Girón, quien rivalizó con monstruos del toreo desde los años sesenta hasta su desempeño en las filas de subalternos de postín, fue despedido por familiares, amigos y aficionados, en medio de prolongada ovación no exenta de nostalgia, por esa atmósfera de elevación artística que ha impregnado al apellido más taurino que se conozca en el mundo.
Ha sido de intensidad, como fue su muleta en la mano de cobrar, la última vuelta al ruedo del gran torero aragüeño Efraín Girón en la plaza maracayera; escenario que le acompañó como la sombra al cuerpo, porque con su personalidad singular y relevante, supo transmitir sus conocimientos en su papel de maestro de la escuela taurina calicantina a los bisoños toreros soñadores con tener “otra zurda de oro”.
El cuarto de la dinastía, quien recibió a lo largo de los años los más variados y contradictorios comentarios, se ha marchado con la satisfacción de haber elevado el buen concepto del toreo a cotas importantes.
A partir de este sábado 23 de julio, en el cementerio Metropolitano de Maracay reposan los restos de la gran figura del toreo Efraín Girón. ¡Ole Maestro!
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