Es su segunda salida a hombros consecutiva, en una plaza que ya le tiene como ídolo popular pues sus números en este coso taurino son apabullantes. Foto: One Toro - El País
Jesús Enrique Colombo alcanzó un triunfo apoteósico en el cierre de la feria de San Fermín en Pamplona. Es su segunda salida a hombros consecutiva, en una plaza que ya le tiene como ídolo popular pues sus números en este coso taurino son apabullantes: con una novillada y tres corridas de toros acumula ocho orejas, seis de ellas como matador y tres puertas grandes, una como novillero.
Datos aparte el hito del tachirense se agranda al conseguirlo de nuevo por segundo año seguido con los temidos toros de Miura. Al margen de las tres orejas, las cuales hilando fino fueron algo generosas (fin de feria festiva en grado sumo en peñas y palco presidencial) lo importante es el golpe en la mesa del venezolano.
Siempre inteligente, Colombo le dio cuerda a las peñas lo cual en Pamplona es pasaporte al éxito. Destacó en ambos toros por su valor y voluntad; obviamente hay cosas por mejorar pues ante estos toros a los que enfrentará a partir de ahora con frecuencia, hay que ser más lidiador, es decir aplicar incluso cosas del toreo decimonónico que tan útiles son con las corridas duras.
Enfrentar a los Miuras es hacerlo con una reserva de sangres casi extinta y eso tiene un mérito enorme. Hubo momentos importantes a lo largo de la tarde, un oficio más que estimable y unas ganas de abrirse paso enormes. Pero con lo que Colombo marcó diferencias, fue con la espada. Literalmente podría darle clases a medio escalafón de cómo ejecutar la suerte suprema (otra cosa es dónde cae la espada que a veces queda al azar del embroque).
Matar bien los toros es fundamental para caminar en la espesa selva del toreo. Así salió en volandas por la puerta del encierro, porque en el toreo con espada sí hay paraíso.
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