La lidia, ese viejo arte misterioso de transformar la bravura, de trocar la mansedumbre en nobleza. Oleo: Corrida de Toros - mirartegaleria.com
En los últimos años la evolución del toreo ha ido avanzando hacia una técnica depurada, limpia y precisa en la cual todo hay que decirlo falta en muchas ocasiones algo fundamental, la columna vertebral del arte de torear: la lidia. Se busca la belleza, torear cada vez más por abajo, llevando largo a los toros, sin enganchones en las telas, pero cuando salen astados inciertos, mansos o complicados se echa en falta el poder, el mando, el saber estar y sobre todo, lidiar.
Un verdadero maestro debe tener dos pilares fundamentales para triunfar: conocimiento de las reses y conocimiento de las suertes, todo ello claro sustentado en el valor. Se echa en falta en diestros y cuadrillas muchas veces ese sentido de la colocación y la lidia. Los jóvenes toreros y algunos ya con muchos años de profesión, basan sus faenas en argumentos repetitivos y monocordes, intentando una y otra vez dar muletazos con la derecha o con la izquierda, en labores larguísimas, pero una cosa es dar pases y otra, torear.
Y saber lidiar no es solo doblarse por bajo; es dar al toro en cada momento lo que pide, terrenos, alturas, distancias, jugar con las querencias, en suma tener exacto dominio de la situación y conocer el poder que tienen capotes y muletas, cuando el torero sabe de toques, colocación, temple y trazo.
La lidia, ese viejo arte misterioso de transformar la bravura, de trocar la mansedumbre en nobleza, en suma de sacar el fondo de los toros, se echa de menos hoy día cuando existe mucha uniformidad en los toreros pero falta personalidad. Por ello cuando un espada conoce a fondo su profesión, sabe lidiar y hace cosas fuera de lo habitual su labor trasciende de inmediato y el público tiene nuevas sensaciones, ya que se lidia cuando se torea y se torea cuando se lidia.
El caso de Morante de la Puebla es ejemplo de ello, pues el sevillano domina un conjunto de suertes antiguas las cuales instrumenta con su estilo personal o como lo hizo en sus años en activo Luis Francisco Esplá, o el a veces incomprendido Antonio Ferrera que se salta las reglas en favor del espectáculo.
La grandeza del toreo da para tantas cosas que se puede buscar en la historia, hurgar en las entrañas de la fiesta para ver el pasado, analizar el presente y visualizar el futuro. Que toro y que toreo tendremos en unos años? La pregunta entraña la aventura de lo invisible y la esperanza de lo posible.
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