Sábado 18 de Mayo en San Cristóbal


Bono de colaboración desde 10 $ en: Asogata, 
Escuela Taurina César Faraco: Plaza Monumental, Pueblo Nuevo  
Restaurante Miura: Calle 18 con carr. 20, San Cristóbal 
Contacto: 0412 658 4112

29/1/12

Homenaje póstumo a César Faraco por Círculo Bienvenida

Palabras de Don Nelson Hernández Ramírez.

por: César Omaña
Director de venezuelataurina.com


PALABRAS DEL PRESIDENTE DEL CAPITULO NACIONAL VENEZUELA DEL CIRCULO TAURINO AMIGOS DE LA DINASTIA BIENVENIDA, NELSON HERNANDEZ RAMIREZ, EN HOMENAJE POSTUMO AL MAESTRO CESAR FARACO ALARCON. SAN CRISTOBAL, 29 DE ENERO DE 2012.



Hoy es un día muy especial. Nos reunimos para brindar un merecido homenaje a quien ha sido uno de los toreros más importantes de Venezuela: César Faraco Alarcón, el mismo hombre sencillo y afable que hasta solo hace dos meses estaba entre nosotros, en este redondel y en esta arena sancristobalense.

No es un día cualquiera, porque nos congregamos para rendir tributo al mérito, humano y taurino, pero también para agradecer a Dios que el paso terrenal de Don César haya sido exitoso y a la vez un ejemplo a la sociedad venezolana.

Ejemplo en varios sentidos, como torero, como persona y como maestro. Como artista dejó constancia de su arte, clase y valor en España, Venezuela y México, colocando su nombre en miles de titulares en letras de gloria. Su sencillez, modestia y afabilidad lo dejaron como uno de los hombres más gratos y accesibles de la tauromaquia, identificando el apellido Faraco como signo de amistad, seriedad y consecuencia.

Y su etapa humana culmina con el ejercicio de la docencia, para convertirse en un servidor, en un formador, en un hombre del magisterio taurino, en un abnegado hombre de aula y arena, fácil para interrogar por el alumno curioso y ávido de saber, generoso en la enseñanza y pródigo en consejos y orientaciones.

Cuando digo “uno de los toreros” no lo estoy colocando dentro de una amplia generalidad, sino que lo ubico dentro del selecto grupo de ocho venezolanos que han tenido la fortuna de presentarse doctoralmente en las dos grandes plazas académicas del mundo: Las Ventas del Espíritu Santo de Madrid y el gigantesco embudo de la Avenida Insurgentes, la Plaza México.

Don César se doctoró y confirmó al mismo tiempo en la capital del Reino de España, la vieja Madre Patria, para dejar su nombre inscrito como el primer americano en recibirse en aquella majestuosa primera plaza del orbe taurino.

Y luego lo hizo en México para entrar en la lista que abrieron César Girón y Luis Sánchez “Diamante Negro” y siguieron Curro Girón y Carlos Saldaña, y que tiempo después incluyó a Adolfo Rojas, José Nelo “Morenito de Maracay” y Leonardo Benítez.

Allí está, en tiempos y siglos distintos, en esos ocho nombres, la historia más trascedente de la tauromaquia venezolana, de cara al exterior. Dentro de ella, hoy me toca asumir el análisis desapasionado para poner en sitial relevante al maestro que será inolvidable, Don César Faraco, a quien homenajeamos.

Hombre del más puro y sentido bienvenidismo, entró en esa casa torera gracias al siempre solidario Luis Sánchez “Diamante Negro”, y se hizo hijo adoptivo de Don Manuel Mejías Rapela, El Papa Negro, para que lo convirtiese en torero de alternativa el ilustre caraqueño Antonio Mejías Jiménez “Antonio Bienvenida”.

Escuela taurina y ciudadana, la casa de Don Manuel Mejías, en Calle General Mola, tres, del viejo Madrid, sirvió para que esa impronta de valores, afectos sinceros, criterios bien ceñidos y principios, consolidasen esa personalidad que como niño forjó César Faraco, en medio del silencioso transitar sanjuanero merideño y de la plácida capital venezolana.

Cuando Antonio Bienvenida inviste a Faraco en Madrid lo hizo torero, si, pero, El Papa Negro lo había forjado como hombre de bien, rectitud y honorabilidad. No de otra manera se podía andar en medio de esa familia, ya asistida por denodada lucha americana que le dio fama, prestigio, pero también inmensa legión de amigos, como lo fue el Presidente venezolano Juan Vicente Gómez.

César Faraco bebe allí aguas puras del manantial Bienvenidista para sembrar en su conciencia el ideal del torero pleno, hombre formal, dentro y fuera de la plaza, caballero a carta cabal, como solía decirse, y revestido del don de la paciencia, esa que nos permite docilidad para aprender y a la vez pasión para enseñar.

Quiero culminar mis palabras de homenaje con una afirmación bien pensada y analizada. César Faraco culminó su vida como un hombre realizado taurina y humanamente hablando. Realizado en plenitud, porque a sus dotes de buen torero y caballero, unió en su etapa final la condición de buen maestro, esa que nos deja discípulos que son promesa e ilusión hacia el futuro.

Y en eso de torero – hombre, realizado, no puedo hacer otra cosa que colocarlo como el número uno en Venezuela, dentro de ese rápido bosquejo de pocos nombres que ya he citado.

Don César, lo recordaremos siempre con cariño y admiración, con gratitud y con generosa disposición a ser fieles a su ejemplo como sus amigos que fuimos y seguro estoy de que sus alumnos también serán practicantes de sus enseñanzas.

MUCHAS GRACIAS

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