Sábado 18 de Mayo en San Cristóbal


Bono de colaboración desde 10 $ en: Asogata, 
Escuela Taurina César Faraco: Plaza Monumental, Pueblo Nuevo  
Restaurante Miura: Calle 18 con carr. 20, San Cristóbal 
Contacto: 0412 658 4112

21/1/12

En La Feria de San Sebastián: El Conservatorio Taurino de Venezuela

A la memoria del poeta OMAR MEZZA RAMIREZ

por: Néstor Melani Orozco

Pareciera que de la tierra misma se arrancaran los gritos y las multitudes invocaran los sueños descritos en los sonidos de un viejo pasodoble o la presencia infinita en el callejón de una monumental cuando de rituales sorprendentes los toreros invocan la ceremonia de las artes. Uno aún no sabe con verdadera significación la esencia de lo sagrado que puede dejar en sus tiempos y en sus hechos los monumentos alegóricos en una plaza de Toros. Casi por un omnipotente vestido de luces, cuando una montera abre su rojo corazón enalteciendo la hermosura poética de una tarde de toros; y debajo del sol describir una media luna árabe o se arranquen de amor pañuelos blancos en los gritos de Sevilla, para volver a Madrid y dejar dicho en los ojos hermosos de una mujer o en el cante hondo purificado en una guitarra andaluza.

Allí comprendimos sobre Julio González realizando el tratado de la escultura taurina en los elementos de una poética del arte mayor. Y entre las graderías en el museo de la plaza de toros contemplar a Juan Belmonte abierto de capa en las expresiones venerables del bronce. Y así gritar “Después de Las Ventas, el cielo”. Entonces los relojes describiendo los siglos y volver a contemplar a Bienvenida, Manolete, Arruza, El Viti, o hasta César Girón.

Cuando los claveles rojos imponen la ceremonia del acto de los toros y se deja sentir en las almas los presagios que descritos en los bronces se convirtieron en símbolos. En Insurgentes de México, con su arreo en el arco de los encuentros. En Lima antigua de Pizarro bajo la vara de un picador emulando los molinos del viento. En Quito de dolores y poetas y Santa María Vestida de azucenas con los surcos del tiempo de Bogotá de arenas traídas del tajo. Así develar un monumento en una Plaza de Toros es edificar las multitudes. Manizales, Cartagena, cuando el portón de los sustos abre las ceremonias. De allí Bernardo Valencia meditando las lunas o Cesar Fáraco escribiendo los siglos.

Vienen los recuerdos: En la restauración del Nuevo Circo de Caracas, se describieron los elementos mágicos de la arquitectura taurina de Venezuela, donde su diseñador Alejandro Chatain, aprobó los elementos arrancados a las raíces de España. Como la cultura, los arabescos y la perpetuidad de una mezquita de ladrillos y cal y canto. O Villanueva en Maracay describió la giralda de Sevilla con su trono de majas y de estrellas. Pero de aquella Caracas que lucio de asombros y memoria logramos valorar como Raúl Sánchez, verdadero artista fue el restaurador de la española escultura. “Obra que mando a realizar el mismo maestro de la girondina en España”. Su ceremonia para reconstruir la mano del torero, fue de idealizaciones mágicas y de meditaciones. El escultor visitó la tumba del maestro y del bronce nuevo curtido de ilusiones y sueños. elaboró los nuevos ecos como de un papiro narrado en la perfección de la estatua, así entre el taller del artista y los recuerdos, vimos en nuestro imaginario la pureza de aquella escultura entre los monumentos de las plazas de toros del mundo. Valencia de azules de España con Sorolla pintando toreros, la otra de América. Málaga de Picasso adorando los toros cuando concedía a Dominguín abrir un poema de amor escrito en una capa de luces, de Pamplona con mantos blancos y pañuelos rojos viendo a San Fermín bañado de vinos entre escritos solemnes y la multiplicación de los panes. Mérida real de los romanos cuando de moros se sacrificaron los pecados. O la de México con códigos ancestrales. Y la tercera Mérida venezolana con rejones permitidos a un escenario portugués. Barcelona cerrando sus ceremonias taurinas entre llantos y canciones. San Cristóbal Tachirense tan vieja como las huellas de sus 450 años y tan casta como la bermeja, La Grita, del Cristo viejo. Táriba, Lobatera, Seboruco, Tovar, Pamplona y al final Maracaibo de una eternidad de gitanos ancestrales donde quedaron en las sangres augustas de los mantos guajiros para rondar de hechizos purificantes aquel salto del toro debajo del torilero abriendo el cajón y destellando los gritos a la sabia conducta de un escultor. En una dimensión comparada a la verdad y a los hechos filosóficos de la sapiencia, ejemplo de un arte mayor. Este artista: CARLOS MARQUEZ PEROZO único, sabedor de la esencia maravillosa de las fuerzas que arrancan las salgas de las ganaderías con tímpanos de sangre y fuego.

Así volvernos a San Cristóbal. Aquella vestida de romeras flores del páramo, con la sutileza de un pasodoble nacido de un poema de Hugo Murzi o los sentimientos de su defensa cuando la fiesta que ha unido todas las artes debe ser uno de los hechos patrimoniales de la nación. Por qué las corridas de Toros vinieron con los evangelizadores, vinieron con los caballeros de Pizarro. Vinieron con la sangre de moros, romanos y españoles, y se mezclaron con mulatos, zambos, negros, blancos e indios; se vistieron de fiestas populares y han dejado los simbolismos a la pureza de un mundo. Se tatuaron de este continente y entre Goyas de retablos burilando a las inmensas multitudes de los sueños se convirtieron en santuarios solemnes. Por esto meditar sobre algún día una obra escultórica a la monumental es saber describir con suma propiedad la presencia consagrada al hecho más hermoso de un acto permitido a los ejemplos de dos continentes, en la tradición y la memoria de los siglos. Con concursos, jurados y biografías notables. Para que puedan volar palomas en la fuerza de una casta y en los aplausos del Dios de los pueblos.

Entonces, el Conservatorio Taurino de Venezuela podrá decir con esmero de San Cristóbal andina, poseedora de las Ferias de América.


Artículo enviado por: Nikolas Babin gracias al Sr. José Melani

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