En la historia del toreo siempre ha habido niños que deslumbraron por su facilidad para torear, por tener todo el toreo en la cabeza; privilegiados que nacen ya sabiendo lo que hay que saber. No se trata de enumerarlos a todos porque la gran mayoría se quedó en el camino y no llegaron a donde apuntaban.
Pocos de estos adelantados a su tiempo, consiguieron ser figuras del toreo. Muchos llegaron, eso sí a la alternativa, pero se fueron apagando por la dureza del toreo que no es precisamente "un juego de niños".
Quizás los dos más grandes prodigios que llegaron a la cima han sido José Gómez Ortega "Joselito" y Julián López "El Juli" (de quien siempre se dijo: heredó de Gallito su enciclopédico conocimiento del toreo). Pero han sido muchos los que hicieron levantar a más de uno la sentencia de que "será figura del toreo" para luego apagarse.
En los años veinte del siglo pasado entre otros, despuntaron José Gárate "Limeño", compañero de Joselito, Manolo Granero, Juan Luis de la Rosa y por unas u otras razones no llegaron a ser figuras. Así como ellos, fueron surgiendo muchos como los hermanos Bienvenida. Todos con suficiente valor y conocimientos; pero a los que la vida y el toro fueron poniendo en diferentes lugares de la fiesta.
Durante todas las épocas, ha habido casos de toreros precoces, como por ejemplo por citar sólo algún caso, ya en los años ochenta, Juan Pedro Galán que deslumbraba a todos, a tal punto que toreó muchísimo, incluso aquí en Venezuela y del que se dijo siempre que iba a ser figura del toreo, cosa que no sucedió.
En los noventa aparece "El Juli", quizás un caso fuera de lo común, que asombró desde el primer día que estuvo en la escuela taurina de Madrid. A finales de esa prodigiosa década en México también apuntaron el cante varios niños como Joselito Adame, Rafita Mirabal, Juanito Chávez e Hilda Tenorio. Más recientemente, Michelito Lagravere era el llamado a ser la estrella del toreo, compartiendo incluso terna con otros dos niños, Jesús Enrique Colombo y Andrés Roca Rey.
Sin duda alguna muchos de ellos se quedaron rezagados, otros están en la pelea demostrando que el toreo es una lucha de titanes.
Ahora es Marco Pérez el que asombra por su precocidad. Fácil, con valor natural, con un buen concepto (sin el trazo aún de los toreros cuajados) es el último prodigio, pero hay que darle tiempo a que se cuaje, sin echar sobre él la pesada púrpura de la expectación desmedida. Es bien llevado por el torero francés retirado Juan Bautista. Hay que esperar, porque el toro siempre tiene la última palabra, aunque sea un prodigio, porque el toreo es una selva y solo sobreviven los más fuertes.
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