El 7 de mayo de 2022, se cumple el centenario de la trágica muerte del diestro valenciano Manuel Granero Valls en Madrid, sorpresiva e inesperadamente por el toro "Pocapena", siendo una joven y muy prometedora figura del toreo de quien se tenía la firme esperanza que se convertiría en el sucesor de Joselito "El Gallo".
Lamentablemente, no pudo cumplirse la gran expectativa que generó Granero en el público y los aficionados, siendo un maravilloso matador de toros, buena persona, educado, simpático y lleno de unas magníficas facultades para la lidia.
Recuerdo mucho las referencias que me contaba mi querido abuelo Florencio Gómez Núñez y un entrañable amigo suyo Heriberto Ramírez, sobre su popularidad y fama adquirida rápidamente en aquella época, añorando un torero que cubriera el vacío que dejó la muerte de Joselito "El Gallo" en Talavera de la Reina, el 16 de mayo de 1920 y la primera retirada de los ruedos de Juan Belmonte el "Pasmo de Triana".
A mi abuelo, desde niño, siempre le escuchaba con asombro y atención, durante nuestras tertulias taurinas familiares, el crudo y triste relato de cómo sucedió el terrible percance de Granero en Madrid que le costó la vida. Cuando mi abuelo terminaba su narración nos recitaba una coplilla que decía:
"Pocapena" se llamaba, el torillo traicionero, que le quitó la vida, al simpático Granero.
Un valeroso desplante del magnífico torero Manuel Granero. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Manuel Granero Valls nació en Valencia, España, el día 4 de abril del año 1902, en la calle de Triador.
Su afición a los toros comenzó siendo muy niño, intentando lucirse a los doce años, arrojándose al redondel de Valencia, demostrando gran talento y conocimiento, sorprendiendo al público, que lo aplaudió entusiasmado.
Su travesura le valió ser castigado por su familia, hasta el punto de hacerle firmar un documento que lo comprometía a no volver a torear más. Sin embargo, resultaron inútiles las reprimendas ya que el joven Manolito Granero, tenía oficio y alma de torero. Continuó su interés en aprender el arte y la técnica que lo llevaría por el camino del éxito.
El 2 de octubre de 1916, en Valencia, Manuel Granero, con catorce años de edad, se enfrentó ante un eral, estando muy bien, siendo ovacionado en todo momento. Intervino junto a Baró, David y Arcaso. Granero mató admirablemente un becerro, siéndole concedidas las dos orejas y el rabo, y fue sacado en hombros.
La primera vez que Granero vistió el traje de luces fue en la plaza de Salamanca, cuando finalizaba la temporada de 1917, en una novillada, alternando con Manuel Jiménez "Chicuelo". En su primero tuvo un gran éxito; fue volteado por el segundo, no pudiendo matarlo.
Después toreó una corrida en Valladolid, en compañía de Juan Luis de la Rosa y Manuel Jiménez "Chicuelo", y otra compartiendo cartel con sus mismos compañeros en Grijuelo.
Las jóvenes promesas de la torería: Manuel Jiménez "Chicuelo", Manuel Granero y Juan Luis de la Rosa. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Su tío materno Paco Juliá y don Pedro Sánchez, gran aficionado, comenzaron a representar a Granero, haciéndolo participar en varias tientas que se celebraban en Salamanca, donde se le quería y admiraba bastante. En esas tierras Salamanquinas, se formó; siendo un adolescente, compartiendo cartel con los jóvenes Manuel Jiménez "Chicuelo", Juan Luis de la Rosa y Eladio Amorós.
En 1918, Granero realizó una temporada corta, pero muy exitosa, actuando como novillero por los cosos de Bilbao, Logroño y Salamanca.
El 3 de junio de 1920, Día de Corpus Christi, obtuvo un memorable y fenomenal triunfo en Santander, destacándose como futura promesa de la torería. Alternó con Bernardo Muñoz "Carnicerito" y Ángel Pérez "Angelillo de Triana", ante novillos de Angoso.
En 1920, toreó 34 novilladas en las plazas de Salamanca, Barcelona, Zaragoza, Santander, Bilbao, Madrid, Palma, Béjar, Sanlúcar, Toledo, San Roque, Marchena, Sevilla, Huelva, Jerez y La Línea.
Manuel Granero en el momento de recibir la alternativa de manos de su padrino, Rafael Gómez Ortega "El Gallo", en la Maestranza de Sevilla, el 28 de septiembre de 1920. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Luego de su exitosa campaña, el 28 de septiembre de 1920, Manuel Granero tomó la alternativa en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla; de manos de Rafael Gómez "El Gallo", en la Feria de San Miguel, quien le cedió la muerte del toro "Doradito", sardo, de la ganadería de Concha y Sierra. "El Gallo" vistió un traje negro y azabache, llevando luto por la trágica muerte de su hermano "Joselito", quien falleció, el 16 de mayo de 1920, en Talavera de la Reina, por las astas del toro "Bailaor" de la Viuda de Ortega. Le acompañó en el cartel Manuel Jiménez "Chicuelo".
Como matador de toros, culminó el año de 1920, interviniendo en ocho corridas en las plazas de Sevilla, Úbeda, Bilbao, Valencia y Zaragoza, dando muerte a 16 astados.
Una interesante crónica taurina, publicada en "Mundo Gráfico", destacó sobre el maravilloso diestro valenciano, lo siguiente:
"Manolo Granero es un torero muy completo, ejecutando todas las suertes con admirable perfección; sobresale más principalmente en el manejo del capote. Sus quites, admirables de valentía y de elegancia, hacen arrancar a los públicos entusiastas ovaciones. Torea a la verónica de un modo irreprochable. Con las banderillas, aseguran los críticos taurinos que dentro de poco será un verdadero maestro. Maneja la muleta con extraordinario dominio, realizando excelentísimas faenas que corona con estocadas de matador habilidoso. En la memoria de todos están vivas las gloriosas tardes que en la plaza madrileña ha tenido el hoy nuevo matador de toros".
El fino torero Manuel Granero ejecutando una verónica. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Granero, había logrado en un año, pasar del escalafón de novilleros al de los ases del toreo contemporáneo, acaparando con Juan Belmonte e Ignacio Sánchez Mejías, la atención de los públicos que llenaban los circos taurinos.
Por derecho propio, al decir de los entendidos taurinos, entró el gran torero valenciano en el grupo de los matadores de superior categoría, por su arte, valor, inteligencia y buenas maneras de interpretar el toreo. Granero dominaba todas las suertes, siendo un diestro muy completo.
Con el capote, sobresalió por su pureza, demostrando elegancia y finura. Fue estupendo con las banderillas, magnífico, dominador y emocionante con la muleta, además de ser un seguro y certero estoqueador.
El 22 de abril de 1921, un verdadero acontecimiento taurino constituyó la confirmación de la alternativa del joven matador de toros Manuel Granero en la Plaza de Madrid, de manos de Manuel Jiménez "Chicuelo", quien le cedió la muerte del toro "Pastoro" de la ganadería de González Gallardo. Le acompañó esa tarde Bernardo Muñoz "Carnicerito". Granero hizo lo mejor de la tarde, a su segundo toro.
El verdadero triunfo de Granero sucedió, el 17 de mayo de 1921, en el coso de de Madrid, ante toros de Santa Coloma, alternando con Manuel Varé "Varelito" y Manuel Jiménez "Chicuelo". Esa tarde, Granero cortó una oreja a su primer enemigo y en su segundo, fue aclamado y sacado a hombros por la Puerta Grande.
El 10 de junio de 1921, toreó la Corrida de la Beneficencia en Madrid y un toro de la ganadería de Albaserrada lo lastimó sin que fuese un percance de consideración.
Composición de varios momentos cumbres de Manuel Granero como matador de toros. Fotos: Alfonso. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Manuel Granero lideró el escalafón de matadores de toros el año 1921, con 94 corridas. No pasó de las 100, por los percances sufridos: 10 de junio, Madrid; 26 de junio, Bilbao; 25 de agosto, Bilbao, y 19 de septiembre, Valladolid. En ninguna de las cogidas hubo cornadas, afortunadamente. También sufrió otra cogida en Valencia, no pudiendo, por tal motivo, tomar parte en la primera de Abono en Madrid.
Para la temporada de 1921, Granero era el diestro que tenía más corridas de toros contratadas, unas 115.
El 21 de abril de 1922, en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Manuel Granero integró el cartel del trágico día de la muerte de Manuel Varé "Varelito", quien recibió una grave cornada durante su faena del quinto toro de Guadalest, al entrar a matar. También, actuaron los diestros Manuel Jiménez "Chicuelo" y Marcial Lalanda.
El 7 de mayo de 1922, Manuel Granero recibió en la plaza de toros de Madrid, la mortal cornada del toro del Duque de Veragua, de nombre "Pocapena", quien empitonó al joven torero cerca de la barrera del 2 y lo alzó en alto, antes de arrojarle contra las tablas, donde por mala fortuna del destino, el pitón penetró su ojo derecho, hasta destrozarle la masa encefálica.
Manuel Granero fue conducido a la enfermería en brazos de las asistencias en estado agónico y murió pocos segundos después. En la enfermería de la plaza se instaló una Capilla Ardiente hasta que sus restos fueron trasladados en tren hacia su ciudad natal, Valencia. Sus compañeros de cartel, aquella trágica tarde fueron los diestros Juan Luis de la Rosa y Marcial Lalanda, éste último confirmaba la alternativa.
Se señaló que el famoso escritor Ernest Hemingway, se inspiró en él para escribir su libro "Muerte en la tarde".
Manolo Granero como matador de toros toreó un total de 115 corridas: 8 (1920), 94 (1921) y 13 (1922). Falleció muy joven a los 20 años de edad.
Manuel Granero perfilándose para entrar a matar a un toro serio de enormes y abiertos pitones. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Cabe señalar, que Manuel Granero era el matador de toros que le iba a conceder la alternativa al diestro venezolano Eleazar Sananes "Rubito", pero el toro "Pocapena" de Veragua se lo impidió aquella tarde fatídica del 7 de mayo de 1922.
A continuación, comparto con los amables lectores, algunos interesantes escritos publicados en mi país, Venezuela, sobre personas que conocieron a Manuel Granero y que le rindieron homenaje póstumo a su memoria:
El mexicano Francisco Carreño, quien había sido empresario de Rodolfo Gaona y conoció personalmente a Manuel Granero, nos describió "Cómo era Granero. El Hombre. El Torero", en interesante artículo publicado en México el 9 de mayo de 1922 y reproducido en la revista venezolana "Billiken", el 10 de junio de 1922:
CÓMO ERA GRANERO
El Hombre. El Torero.
A la izquierda: Manuel Granero en una pose muy torera. A la derecha: Ejecutando un ajustado y clásico pase de pecho. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
La invitación que se me hace para que refiera a mis lectores mis impresiones y recuerdos del notable matador valenciano Manuel Granero Valls, trágicamente muerto por un Veragua el domingo 7 del actual en la plaza de la coronada Villa, me ha complacido en extremo, ya que me brinda la oportunidad de rendir un público y póstumo homenaje a la memoria del joven e infortunado diestro, que en ocasión de mi viaje a España el año pasado, fue uno de los toreros que mejor impresión me dejaron, por lo que desde luego pretendí darlo a conocer a la afición mexicana contratándolo para la temporada pasada. Circunstancias fortuitas, que luego referiré, impidieron realizar mi deseo y hoy lo deploro más que nunca, puesto que a igual que a Joselito, la muerte segó su vida sin que pudiese ser admirado en el ruedo de la Plaza "El Toreo".
Fue en su ciudad natal, en la hermosa Valencia, donde conocí a Manolo. Llegué allí en plena feria y los recuerdos que conservo de mi estancia no pueden ser más gratos e inolvidables.
El inteligente aficionado Eduardo Pagés, apoderado de los “Auténticos “Charlots", fue quien me presentó en la propia casa del "Ché", al "Niño Valenciano". No pudo ser más agradable la impresión que desde luego me produjo Granero. Muy joven, de trato afable, correcto como si fuese un aspirante a diplomático y sobre todo de una rara ilustración, tales fueron las características que pude apreciar en el diestro que tanta bulla había de meter en las corridas de feria de su tierra nativa. Para mí entre todas sus prendas morales una fue la que más valor tuvo: ser un modelo de hijos y de hermanos.
Recuerdo que mientras sosteníamos animada charla en el corredor de su alegre morada, se acercó a la reunión una señora como de unos cuarenta y tres años de edad y una graciosa niña que apenas contaría catorce, preguntándole al matador qué terno luciría en la corrida de esa tarde. Manolet, como le llamaban cariñosamente sus paisanos, contestó que el que ellas quisieran, y por el tono con que les dirigió la palabra pude observar que para el joven lidiador se concentraba en esas dos personas toda su ambición y todo su orgullo, pues al presentarnos a ambas las llenaba de caricias y mimos reflejando su semblante la alegría que experimentaba al darnos a conocer esos seres queridos.
Durante nuestra amena plática. Granero me hizo consistentes preguntas sobre nuestro gran indio Gaona, queriendo saber de mi parte si él podría gustar aquí alternando con Rodolfo. Yo, que jamás he sido partidario de engañar a los toreros, le di mi opinión franca y sincera—como se la manifesté al propio Gaona hace dieciséis años en Torreón cuando fui su primer empresario—diciéndole que lo que yo le había visto hacer con el toro me parecía el principio de un gran artista y manifestándole además que él llevaba la ventaja de su modestia y caballerosidad, pues he de hacer hincapié en que Granero, en su trato íntimo no parecía torero, sino un alto empleado de casa bancaria o de un ministerio gubernamental. Todas las personas que lo trataron se fueron siempre sugestionadas por la gran simpatía de Manolo y en lo que a mí respecta debo manifestar que él extremó su amabilidad en su deseo de serme agradable. Hablándome de sus aficiones artísticas me confesó que antes de torero fue violinista, y tuvo la deferencia para mí de faltando solo tres horas para torear, alternando con Belmonte y "Chicuelo", tocarme algunos trozos de música clásica, atención que le agradecí sobremanera, no dejando de hacerme preguntas acerca de México, a donde deseaba venir a disfrutar de las primeras vacaciones de su vida.
A la izquierda: Manuel Granero de niño cuando aprendió a tocar el violín. A la derecha: Luciendo traje de luces como matador de toros. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
En esta nuestra primera entrevista obtuve de él el ofrecimiento solemne de que antes de ir a Lima visitaría a México, habiendo llegado pocos momentos antes de despedirnos, su tío con quien me presentó y quien fungía de apoderado suyo.
Camino del hotel nos encontramos Pagés y yo a un paisano torero de esta tierra “Bombita Mexicano" quien había llegado de Barcelona expresamente a ver al valenciano que esa tarde lidiaba toros de Pablo Romero. Juntos los tres asistimos a la gran corrida anunciada, donde acabé de convencerme, que el “niño violinista" sería un “as” de la tauromaquia puesto que en esa tarde, y en el toro que brindó al gran escultor español Mariano Benlliure, hizo todo lo que puede hacer un torero de primerísima categoría.
Con el capote hizo derroche de elegancia advirtiendo que las verónicas del lado izquierdo eran impecables, así como la colección de quites que propinó al Pablo Romero. En banderillas puso dos pares al cuarteo por ambos lados y otro de dentro hacia afuera, y aunque no le vi la elegancia y dominio de nuestro lndio, sí pude comprobar que en poco tiempo podría dominar este tercio llegando a ser un formidable banderillero. Armado de estoque y muleta, y después del brindis al insigne Benlliure, principió su faena con el aplaudido "pase de la firma" creación suya, y bautizado así por la afición valenciana, y el cual consiste en dar un pase ayudado con la derecha sin dejar que el toro termine el viaje, sino haciendo que se revuelva rápido para enlazar un pase bajo con la misma mano y hacer que el animal quede quieto después del segundo pase. La faena fue enorme, porque además de torera fue valiente, advirtiendo que sin ser un gran matador como sucede a todos los buenos toreros, no le duraban los toros, habiendo algunos que aunque entraba rápido, los mataba bien. Este Pablo Romero fue seguramente uno de los toros mejor estoqueados por el infortunado Manolo. La ovación fue imponente los "ches" estaban locos de entusiasmo, brincando alguno de ellos al ruedo para abrazar a su paisano, y yo entretanto recordando a México, pues la aglomeración de la gente en la plaza, era tal en las azoteas de los palcos como sucede aquí en las grandes corridas.
Ceñida y personal media verónica del diestro valenciano Manuel Granero. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Al terminar esta memorable corrida, más de cinco mil personas acompañaron al "chiquet" a su casa, y al mirar su apoteosis pensaba yo en los aficionados mexicanos, tan entusiastas como son y que seguramente hubieran hecho aquí lo mismo con el "Niño" de Valencia.
Esa misma noche cenando con Belmonte en "Las Arenas", hablamos, naturalmente, del enorme éxito de Granero, confirmándome el Fenómeno de Triana, que ese compañero llegaría fácilmente a ser una figura cumbre del toreo. El revistero "Don Justo", que nos acompañaba, terció también en la discusión estando igualmente conforme en vaticinar el más brillante porvenir al simpático Manolo.
En otra ocasión me invitó Granero al teatro y durante los intermedios departió conmigo largamente, con un espíritu de cordialidad y amistad como si nuestro conocimiento fuera ya de mucho tiempo atrás y no sólo de unos cuantos días. Entonces supe por sus propios labios que aún habiendo batido el record de corridas en la temporada, pues llegó a torear más de 90, no contaba con una gran fortuna como todos creían, pues casi todo lo ganado lo había tenido que emplear en propaganda para lograr más fácilmente colocarse en el lugar que sus méritos le señalaban. Otra de sus confidencias fue la relativa al parecido que todos los públicos de la península decían encontrarle con el inolvidable Joselito. Esto, aunque naturalmente lo halagaba, por otra parte no dejaba de contrariarlo, pues según me decía, su lucha en los redondeles era más difícil de sostener, ya que se le exigía que constantemente realizara maravillas. ¡Por algo era el sucesor del Papa del Toreo!
Convencido plenamente de los méritos de Granero insistí en su contrata, no obstante que ya contábamos con Gaona, Belmonte y Sánchez Mejías, pretendiendo con esto hacer una temporada con un cartel superiorísimo a la de Madrid, pero Granero muy a su pesar, declinó mi invitación, pues los deberes de la Patria lo reclamaban por esos días, ya que estaba en la edad de servir en el Ejército Español, en el que al poco tiempo sentó plaza de soldado. La guerra de Marruecos contribuyó con lo estricto de las leyes militares en tales casos, a que el gran torero valenciano no pudiese realizar sus deseos de visitarnos.
Durante el resto de mi estancia en España seguí con especial interés la triunfal campaña de Granero, y la víspera de mi salida, es decir, el 17 de septiembre, todavía pude admirarlo en la última corrida que toreó en la plaza de Madrid, en la que le dio la alternativa a Valencia II y durante la cual conquistó un resonante triunfo habiéndole concedido una oreja a su segundo toro los exigentes aficionados de la primera plaza del reino. Fue ésta su última gran tarde madrileña la que hizo subir tan alto su cartel y por la que este año llegó al principio de la temporada a tener contratadas el mayor número de corridas que antes ningún diestro había alcanzado, incluso Joselito.
La afición española y la mexicana están de duelo. Ha caído el ídolo de Valencia y de toda la península. La alegre ciudad del Cid viste de luto. ¡Manolet reposa para siempre entre los suyos!
Una pobre madre riega con su llanto inagotable la tumba del joven gladiador caído en la arena de sus mejores triunfos. ¡Descanse en paz el buen hijo, el buen amigo y el buen torero!
Francisco Carreño.
México, 9 de mayo de 1922.
(Publicado en la Revista "Billiken" de Venezuela, el 10 de junio de 1922).
El cronista taurino "Repelique", escribió su artículo "La Trágica Muerte de Granero", en la revista venezolana "Billiken", el 1 de julio de 1922:
LA TRÁGICA MUERTE DE GRANERO
Temerario desplante de Manuel Granero en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, ante un toro de enorme trapío, bien armado de pitones, emulando a su ídolo "Joselito". (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
El coso madrileño, que en 1894 vio la tragedia de Maoliyo El Espartero y en 1914 la de aquel otro enorme lidiador que se llamó Miguel Freg, ha sido nuevamente teatro de otra verdadera desgracia: la muerte de Manuel Granero, víctima del toro Pocapena de la ganadería de Duque de Veragua.
Casi un adolescente este valencianico, abandonó la música, con lo cual había llevado una vida reposada, pues era buen violinista, para dedicarse de lleno a la arriesgada profesión en cuyo ejercicio ha encontrado trágico fin. Su temperamento no se adaptaba a las emociones artísticas que le producía ese divino instrumento que inmortalizó Zárate; necesitaba de las fuertes, incomparables emociones que tiene el torero. Quería gozar la vida intensamente, poseerla en todo su esplendor, con todos los deleites y los estremecimientos todos; por eso se entregó al toreo, consagrándole toda la energía de su voluntad, toda la inteligencia de su cerebro, todo el entusiasmo de su juventud, todo el arte que llevaba en su alma, toda la alegría de su espíritu, la elegancia de su cuerpo y el calor de su sangre.
Era un ardiente enamorado de ese arte sublime, único que reclama una gran valentía para destacar en él su figura. Las artes todas, reclaman condiciones especiales, inteligencia, cultura, contracción, sensibilidad, finura, originalidad, amor; pero valor, es el toreo el único que lo reclama como virtud especial, imprescindible. Granero lo poseía en grado sumo; una de las características de su manera de torear fue siempre la gran valentía. Su mayor emoción artística la experimentaba cuando veía pasar las astas rozando los bordados de su traje, cuando se deleitaba, viendo la cabeza de la fiera mientras seguía el engaño y también en ese momento en que llegaba con la mano al pelo, coronando el morrillo de la res con el puño del estoque.
A la izquierda: Retrato que refleja la agradable sonrisa del inolvidable Manuel Granero. A la derecha: Ejecutando un arriesgado par de banderillas. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Apenas dos años duró de lidiador el simpático muchacho que se había hecho ídolo de los habitantes de la ciudad de El Turia. Valencia había tenido buenos toreros: los hermanos Fabrilo y Flores; pero un as, no lo tuvo hasta Granero.
Condiciones verdaderamente excepcionales tenía este excelente torero. Tantas, que fue el que ocupó el puesto que dejó vacante el inolvidable Joselito.
Y cuando estaba en el apogeo de sus triunfos, en el cenit de la gloria el cuerno asesino de "Pocapena" le desgarra la cabeza para, con su sangre generosa, escribir una de las más sangrientas páginas de la historia del toreo.
Como los gladiadores antiguos, en plena apoteosis recibió el golpe decisivo. Cuando cayó rugía la plaza de entusiasmo ante la portentosa faena que ejecutaba, así, en sus oídos quedó vibrando la emoción estruendosa que lo acompañó siempre en sus grandes tardes como un himno triunfal.
Vida de meteoro fue la de Manuel Granero. En una ascensión vertiginosa llegó al cenit. En raudo cruce deslumbró con su luz, cuando se pensó que brillaría por mucho tiempo, desapareció bruscamente, como un meteoro.
Era natural, era lógico era fatalmente inevitable que quien tuvo tanta violencia para subir desapareciese súbitamente, como ha sucedido.
Pierde la gran fiesta una de sus más brillantes figuras uno de sus más conspicuos representantes, una legítima gloria artística.
Descanse en paz el maravilloso torero.
Repelique.
Junio de 1922.
(Publicado en la Revista "Billiken" de Venezuela, el 1 de julio de 1922).
El cronista taurino y aficionado Edmundo G. Acebal, en su artículo titulado "Vida y desventura de Granero", publicado en la revista "Venezuela Taurina", el año 1968, expresó:
"Todo eran rosas en 1921 para Granero. Triunfos en la confirmación de la alternativa y en Barcelona y en Sevilla y en Bilbao y en toda España; por esa temporada, la primera y la única completa de su vida de matador de toros fue para él una verdadera apoteosis de gloria que terminó con 94 corridas toreadas y 193 toros muertos.
Confirmación de la alternativa de Manuel Granero en la plaza de toros de Madrid, el 22 de abril de 1921. Le cede los trastos, su padrino Manuel Jiménez "Chicuelo". Se observa al toro "Pastoro" de la ganadería de González Gallardo. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Empieza la de 1922 con dos festivales en Córdoba a mediados de febrero, Sigue entrando ya marzo, por Valencia y Barcelona, para volver a su tierra por las "fallas" y acaba el mes en Castellón. Seis corridas en abril en Barcelona, Sevilla y Valencia, y cuando llega mayo — el trágico y funesto mayo — se va a Bilbao y hace dos corridas los días 1 y 3. Enseguida toma el tren para Madrid, donde el día
En un artículo titulado "Manolo Granero. Su vida y su arte" de la Historia del Toreo, publicado en la revista venezolana "Toros y Deportes", se expresó lo siguiente:
"La víspera de la corrida trágica, Granero estuvo en San Fernando de Jarama, en el restaurant de Cocherito, a donde fue en compañía de dos señoritas del teatro de Eslava. En este teatro, al guitarrista señor Ballesteros y al actor señor Gabaldón dio unas localidades, diciéndoles: "No dejéis de ir mañana a la corrida, que os pienso emocionar. . .".
A pesar de la jovialidad que intentaba demostrar, se notaba en el rostro del torero cierta tristeza preocupante.
Pasó parte de aquella noche con varios amigos en el teatro del simpático Cumpúa, en Maravillas, y, al regreso a casa, vino jugando con la compañía, como un chiquillo.
Veinticuatro horas antes de la corrida, Granero hacía gala de optimismo, hablando del triunfo que pensaba lograr.
Después, los presentimientos le pusieron triste. Hablaba a todos de emociones fuertes...
A salir para la plaza, haciendo un supremo esfuerzo, quiso aparentar un pleno optimismo. Tomó en brazos a una preciosa niña de apenas tres años, hija de su buen amigo Manuel Domingo, a la que besó, haciéndole esta promesa: "El año que viene te brindaré un toro, rica".
Antes de ir a la plaza, Granero y sus acompañantes fueron a casa del notable fotógrafo Kaulak para hacerse unos retratos que, lamentablemente fueron los últimos. En ellos, como puede verse, la tristeza del torero, es profunda.
Granero llevaba dos medallas de oro, una de Nuestra Señora de los Desamparados, Patrona de Valencia, y otra con el Corazón de Jesús. Las dos alhajas, con la cadenita que las sostenía, han sido entregadas a la hermana del lidiador muerto.
Dice el puntillero del diestro que, momentos antes de hacer el paseo, preguntó a su maestro si preparaba luego todo, para salir de Madrid la misma noche, a lo que contestó Granero: "Sí; pero, probablemente, no nos iremos".
Todos estos presentimientos no eran únicos. Allá, en su casa de Valencia, también existían. Dicen que a la misma hora que Manolo era cogido por el toro de Veragua que le ha causado la muerte, algunas de las velas que su familia encendía siempre que toreaba Granero, pidiendo que saliera bien, cayeron bruscamente repetidas veces, como estremecidas por la catástrofe...".
LA CORNADA MORTAL EN MADRID
El día 7 de mayo de 1922, en la plaza de toros de Madrid, la tarde de la trágica muerte de Manuel Granero, quien se distingue en primer lugar de izquierda a derecha, seguido de Marcial Lalanda y Juan Luis de la Rosa. Foto: Baldomero.
Impresionante momento de la cogida de Manuel Granero por el toro "Pocapena" del Duque de Veragua, el 7 de mayo de 1922, en Madrid. Foto: Alfonso. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
El cronista taurino y aficionado Edmundo G. Acebal, en su artículo titulado "Vida y desventura de Granero", publicado en la revista "Venezuela Taurina", el año 1968, continuó su relato:
"Es la cuarta de abono y se lidian tres reses del Duque de Veragua con divisa encarnada y blanca y otras tres de Albaserrada con emblema azul y encarnado. En el cartel Juan Luis de la Rosa, Manuel Granero y Marcial Lalanda que confirma su alternativa.
¡Cuánta expectación! ¡Cuánto entusiasmo en ese Madrid primaveral y locundo! Ni una localidad vacía en la plaza. Hasta la bandera llega la gente. Hierve como una sartén la plaza de la carretera de Aragón, con ministros en las barreras, majas en los palcos de la aristocracia y tonadilleras en las delanteras de grada.
Ya llega el Presidente. Ya la música ataca un vibrante pasodoble. Ya los alguacilillos con La Rosa, Granero y Lalanda a la zaga, hacen el paseo de cuadrillas.
A la izquierda: El toro "Pocapena" del Duque de Veragua, que le quitó la vida al valiente torero Manuel Granero. A la derecha: Otro momento del terrible percance. Foto: Rodero. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
A las cinco y cuarto de la tarde sale el quinto toro. Es del Duque de Veragua, se llama "Pocapena" y es cárdeno, bragado, con buena estampa y una cabeza con pitones pavorosos. Antes de doblar ya acosa mansedumbre. Camero le castiga cuanto puede y Alparguerito y Rodas aligeran en banderillas. Cuando Granero coge la muleta y espada, muestra en el semblante una mueca de contrariedad y tristeza. "Pocapena" le espera en los tercios del 3 y ya desde el 1 el espada lleva apercibida la muleta.
En los graderíos reina un silencio inquietante que rompe una voz: "Granero: eres la esperanza de la Fiesta". Y apenas extinguido su eco, quiébrase la esperanza y el Destino trunca para siempre los sueños del ídolo y la afición.
Trágico momento en el que se aprecia al diestro Manuel Granero, cayendo al suelo, siendo violentamente empujado hacia las tablas. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Cuando Marcial mató a “Pocapena", ya estaba en los tendidos la noticia de la muerte. El público se echó en masa al redondel pidiendo la suspensión de la corrida y así se hizo. En la enfermería, envuelto en un sudario y entre el llanto de cera de unos cirios, quedaba en capilla ardiente el cuerpo sin alma del torero valenciano, protegido, desde lo alto, por el abrazo misericordioso de un Cristo en la Cruz".
Dos imágenes, del dramático momento, que reflejan la tragedia sufrida por el infortunado Manuel Granero en la plaza de toros de Madrid, el 7 de mayo de
"Sobaquillo II" en su artículo "Manolo Granero: Cómo fue la mortal cogida", publicado en la revista venezolana "Toros y Deportes", el 10 de mayo de 1975, explicó con detalles los momentos finales de la vida del prometedor torero valenciano:
LA MUERTE EN LA ENFERMERÍA
Manuel Granero muerto en la enfermería, a la edad de 20 años. Foto: Díaz. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Transcurrido el tercio de varas, Carranza se trasladó a la enfermería para informarse sobre el estado de su maestro. Poco después oyó el grito de alarma de un arenero, anunciando que Granero había sido cogido y corneado gravemente. Momentos seguidos ingresaba en la dependencia el diestro valenciano con el rostro totalmente cubierto de sangre. Los médicos ordenaron fuera depositado en la mesa de operaciones. No hubo necesidad de intervenirlo. Falleció a los pocos instantes.
Al abandonar Carranza la enfermería se tropezó con Blanquet y con don Paco Juliá, tío y apoderado de Granero, que acudían ansiosos de inquirir noticias sobre el estado del herido. A sus preguntas, y con objeto de tranquilizarlos de momento, les contestó con la piadosa mentira de que estaban curando al espada; pero Blanquet, consciente de la gravedad de la cogida no le creyó. Se lo llevó aparte, cogiéndolo de un hombro, y lo conminó para que le dijera la verdad: "Ha muerto", le confesó Nicanor Fraga, con un nudo en la garganta y con el corazón transido de dolor. Y desde aquel momento la tragedia se hizo pública.
Manolito Granero había iniciado la faena de muleta a "Pocapena" en el tercio con un pase ayudado por alto. Pase al que imprimía una singular ejecución. Con su innata elegancia y quieta la planta. El torero daba su espalda a las tablas. Por consiguiente, estaba "contra querencia". El toro, al embestir, se "acostó" sobre el matador; al derrotar, lo prendió de un muslo y lo lanzó al aire por delante. Granero cayó sobre la arena semi-conmocionado. Blanquet acudió rápido al quite, "metió" el capote y se llevó al toro, pero sólo unos pocos metros. El animal, con su "sentido" dejó de obedecer al engaño y volvió al lugar donde había hecho presa, desgraciadamente, en el preciso momento en que Granero, en su estado semiinconsciente, se incorporaba, tratando de levantarse del suelo. Movimiento que llamó la atención del toro, que se arrancó sobre el torero, alcanzándolo y lanzándolo en su derrote debajo del estribo de la barrera. Allí volvió a cornear con fiereza, con tan mala suerte, que uno de los pitones de la res penetró por la cuenca del ojo derecho, causando grandes destrozos e interesando la masa encefálica. La cornada fue mortal sin remedio.
Manuel Granero en Capilla Ardiente, siendo acompañado por familiares, amigos y seguidores. Fotos: Marín. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
El entierro de Manuel Granero fue impresionante y multitudinario. Año 1922. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
LOS RESTOS DE GRANERO
El diestro Manuel Jiménez "Chicuelo" conmovido ante la tumba de su gran amigo y compañero Granero en 1922. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Los restos mortales del desventurado torero reposan en un mausoleo erigido en el Cementerio Municipal de Valencia, España. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Es una magnífica obra de arte dedicada a un artista del toreo por un artista del cincel. De José Bernal a Manolo Granero. De un valenciano a otro valenciano. Extraordinarios los dos. Los dos extintos de imperecedera recordación.
La cripta del mausoleo está cubierta por un pedestal de forma cuadrangular de piedra noble. Sus ángulos están ornados con artísticos y alegóricos florones. En la parte superior del frontispicio se ofrece a los visitantes el retrato del torero, en ovalado esmalte, en busto, con traje de luces de guarnición negra. Lo obtuvo el popular fotógrafo de toreros Campúa pocos días antes de la muerte del espada. En la parte inferior léese la siguiente inscripción: "Valencia a Manuel Granero Valls", y en la posterior del monumento funerario esta otra: "A Manuel Granero en el XXV aniversario de su muerte. Recuerdo de las entidades taurinas valencianas. 7 mayo 1947".
(Publicado en la Revista Venezolana "Toros y Deportes", el 10 de mayo de 1975).
He querido rendir en este artículo, complementado con la enriquecedora opinión de otros autores, un merecido homenaje a Manuel Granero, la gran promesa del toreo que no pudo ver coronado su sueño, al interponerse los pitones del toro "Pocapena" en el fatal destino de su trágica y prematura muerte en el coso madrileño.
Su terrible cornada, considerada como la más impresionante y dramática de la historia del toreo, y su triste deceso, se recuerda con profundo dolor y recogimiento en la conmemoración de su centenario. Paz a su alma. ¡Que Dios lo tenga en su Gloria!
Rafael Dupouy Gómez
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