Nada más
apartado del buen concepto torero que merece la afición que hay que levantar y
respetar…
Pareciera
que además de la gravísima crisis económica y social que nos golpea
tremendamente, hay crisis de imaginación para endosar a una corrida, mejores
propósitos de más raíces taurinas de aplauso merecido
Por: Jesús Ramírez
"El Tato"
Satisface
saber que en este complicado mundo taurino, aun haya gente dispuesta a jugarse
su afición públicamente y tal vez sus ahorros. Vaya por delante mi aplauso y
reconocimiento a esos esfuerzos para agarrar por los cuernos un asunto tan
denostado y poco apegado a nuestro país, como es organizar un evento taurino
con la máxima intención, muy sana por demás, que una feria tradicional cuente
con el espectáculo taurino y preserve la singularidad de una cultura añeja.
Pero
cuando uno ve por las redes sociales comentarios y fotos del festejo realizado,
termina preguntándose si es ésta la fiesta que debemos apoyar, o sin son estos
los toreros que coadyuvarán a reformular el panorama para que regresen los
aficionados a los tendidos de las plazas de toros.
Las redes
se inundaron con las fotos de un torero gordito, muy mal vestido, con el capote
de paseo liado de tal manera que ni el famoso Botero lo utilizaría para sus
llamativos y costosos cuadros. Luego en la arena desperdició, -informan las
redes- un gran novillo-toro entre desaciertos y desconfianza.
Todos los
toreros evalúan sus posibilidades reales y se toman un respiro para ceñirse el
traje de luces, pero este señor no tuvo ningún respiro y a lo mejor cumplió un
anhelado sueño al vestirse de torero en una corrida en Venezuela, aunque no
diga que fue de un solo toro, como se estila por la provincia mexicana.
La
hermosa profesión del toreo es de cuna, tan vocacional que viene desde el
parto, desde la placenta. Lo demás son añadidos, sucedáneos, que buscan
nombradía cuando la virtud y el supuesto profesionalismo se sujetan a un anhelo
tarifado.
No es
fácil encontrar el equilibrio en una fiesta que se mueve al impulso de la
pasión o el interés, pero tampoco es aceptable que se prescinda de la
meritocracia profesional y para satisfacer un ímpetu de organizador o empresa,
se recurra a los menos indicados, en este caso ese mexicano sin apariencia de
torero, cuyo nombre no está grabado ni se grabará en la tauromaquia.
Pareciera
que además de la gravísima crisis económica y social que nos golpea
tremendamente, hay crisis de imaginación para endosar a una corrida, mejores
propósitos de más raíces taurinas de aplauso merecido.
Que no se
entienda que estamos lanzando piedras a nuestro propio tejado, no señor,
simplemente que en mi condición de aficionado antes que periodista, creemos que
el esfuerzo realizado habría tenido mejor recompensa en todo sentido, con el
merideño Alexander Guillen en el cartel con otros diestros de mayor vocación y espíritu
profesional.
Poseemos
un sentido jerárquico de la vida pero amando la libertad, precisamente esa
libertad que nos permite discrepar respetuosa y civilizadamente de lo que otros
no ven, aunque vayan de la mano de una noble intención mal aplicada porque no
edifica, más bien destruye.
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