21/8/19

Y ocurrió en Táriba…

Nada más apartado del buen concepto torero que merece la afición que hay que levantar y respetar…


Pareciera que además de la gravísima crisis económica y social que nos golpea tremendamente, hay crisis de imaginación para endosar a una corrida, mejores propósitos de más raíces taurinas de aplauso merecido

Por: Jesús Ramírez "El Tato"

Satisface saber que en este complicado mundo taurino, aun haya gente dispuesta a jugarse su afición públicamente y tal vez sus ahorros. Vaya por delante mi aplauso y reconocimiento a esos esfuerzos para agarrar por los cuernos un asunto tan denostado y poco apegado a nuestro país, como es organizar un evento taurino con la máxima intención, muy sana por demás, que una feria tradicional cuente con el espectáculo taurino y preserve la singularidad de una cultura añeja.

Pero cuando uno ve por las redes sociales comentarios y fotos del festejo realizado, termina preguntándose si es ésta la fiesta que debemos apoyar, o sin son estos los toreros que coadyuvarán a reformular el panorama para que regresen los aficionados a los tendidos de las plazas de toros. 

Las redes se inundaron con las fotos de un torero gordito, muy mal vestido, con el capote de paseo liado de tal manera que ni el famoso Botero lo utilizaría para sus llamativos y costosos cuadros. Luego en la arena desperdició, -informan las redes- un gran novillo-toro entre desaciertos y desconfianza.

Todos los toreros evalúan sus posibilidades reales y se toman un respiro para ceñirse el traje de luces, pero este señor no tuvo ningún respiro y a lo mejor cumplió un anhelado sueño al vestirse de torero en una corrida en Venezuela, aunque no diga que fue de un solo toro, como se estila por la provincia mexicana.

La hermosa profesión del toreo es de cuna, tan vocacional que viene desde el parto, desde la placenta. Lo demás son añadidos, sucedáneos, que buscan nombradía cuando la virtud y el supuesto profesionalismo se sujetan a un anhelo tarifado.

No es fácil encontrar el equilibrio en una fiesta que se mueve al impulso de la pasión o el interés, pero tampoco es aceptable que se prescinda de la meritocracia profesional y para satisfacer un ímpetu de organizador o empresa, se recurra a los menos indicados, en este caso ese mexicano sin apariencia de torero, cuyo nombre no está grabado ni se grabará en la tauromaquia.

Pareciera que además de la gravísima crisis económica y social que nos golpea tremendamente, hay crisis de imaginación para endosar a una corrida, mejores propósitos de más raíces taurinas de aplauso merecido.

Que no se entienda que estamos lanzando piedras a nuestro propio tejado, no señor, simplemente que en mi condición de aficionado antes que periodista, creemos que el esfuerzo realizado habría tenido mejor recompensa en todo sentido, con el merideño Alexander Guillen en el cartel con otros diestros de mayor vocación y espíritu profesional.

Poseemos un sentido jerárquico de la vida pero amando la libertad, precisamente esa libertad que nos permite discrepar respetuosa y civilizadamente de lo que otros no ven, aunque vayan de la mano de una noble intención mal aplicada porque no edifica, más bien destruye.

Ocurrió en Táriba, hermosa ciudad de mi tierra andina, de añeja tradición taurina cada día mas desvanecida.

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