Cada 06 de Agosto, en el Táchira, se celebra con un fervor si igual la devoción al Cristo del Rostro Sereno. Foto:
** Oración al Santo Cristo de La Grita
** Video documental por Desarrollo Audiovisual
Tomado de LEYENDAS DEL TÁCHIRA, de Prof. Lolita Robles de Mora, 1984.
El sonriente valle fue sacudido violentamente en 1610. La ciudad próspera, la “Atenas del Táchira”, se vio derruida y bajo sus casas sepultados centenares de habitantes. Del antiguo centro de la ciudad, hoy Plaza Jáuregui, no quedó nada. Sus casas coloniales de bahareque se vinieron al suelo en su mayoría. De Norte a Sur se abrió una enorme grieta, que en muchos puntos, años más tarde, construyeron puentes para unir las calles.
Una vez pasada la confusión, los padres misioneros se retiraron a una ermita en la colina “Tadea” y allí vivieron por espacio de varios años. Cultivaron la tierra y ejercieron su ministerio sagrado.
Fray Javier, alto, de espaldas anchas y musculosas, además de sacerdote, era agricultor, poeta y artista. De edad mediana, tenía gran entusiasmo y vitalidad. Parecía incansable. Después del terremoto se le veía en todas partes: ayudando a los heridos, socorriendo a los damnificados, administrando los sacramentos, hablando y dando consuelo a los afligidos, enterrando a los muertos, su figura amable y bondadosa era parte de la ciudad.
Desde el terremoto pensó en tallar una figura de Cristo que fuera el guardián de la ciudad y la protegiera de todos los males. Varios días estuvo madurando su idea. Trazando esquemas imaginarios antes de comenzar la obra. Una vez que la tuvo concebida empezó el trabajo. Había pensado en un Cristo doliente, humano, de cara alegre a pesar del sufrimiento. Sus conocimientos de anatomía humana le sirvieron para ir tallando parte por parte todo el cuerpo. Los músculos, las venas, las heridas, fueron surgiendo con gran realismo hasta llegar a su rostro. Tuvo gran dificultad para tallar el rostro. Primero le salió muy triste, y él, a pesar de que debía reflejar dolor, no lo quería así. Lo talló de nuevo, le salió muy feo, no inspiraba devoción. Lo intentó de nuevo, pero tampoco pudo realizarlo como él quería. Al fin, desesperado, dejó el trabajo inconcluso.
Fray Javier paseaba con preocupación por el huerto con las manos atrás. Sus pasos eran nerviosos. Su rostro se veía surcado por varias arrugas. Sus hermanos franciscanos lo miraban y se daban cuenta de su inquietud, pero no decían nada, sabían que de un momento a otro le llegaría la inspiración y realizaría su obra.
Tenía muchos días que dormía mal, Soñaba con un bello Cristo que estaría en la nueva iglesia protegiendo a La Grita y a sus habitantes. Pero su Cristo permanecía inconcluso en el estudio. Sólo era un sueño.
Una noche escuchó un concierto de cuerdas, era una bella sinfonía interpretada por manos magistrales. Creyó que estaba soñando y dio media vuelta para acomodarse mejor en su cama. Se dijo:
- No estoy soñando, estoy despierto, pero ¿de dónde viene esa música celestial? Fray Luis toca bien el violín pero son muchos instrumentos: violines, arpas, bajos, contrabajos y guitarras. ¿Dónde cabe tanta gente?
Después de muchas cavilaciones. Fray Javier decidió averiguar la procedencia de tan inefable música. Se vistió y salió muy despacio de su celda. Orientado por la música llegó a su estudio.
Escuchó un golpeteo rítmico, como si trabajaran con el formón y la gubia. Cada vez los golpes se hacían más claros. No cabía duda, alguien estaba trabajando. Se detuvo antes de llegar a la puerta.
De la habitación salía una suave luz blanco-azulada. Contuvo la respiración. El corazón parecía saltársele en el pecho, sus movimientos eran muy acelerados. Dos pasos más, estaba en el umbral. Lo que vió le impresionó sobremanera a la vez que una dulcísima sensación lo invadió. Sin atreverse a entrar en el recinto miró su Cristo. Un joven de cabellos largos, de facciones hermosísimas y de túnica celeste, estaba dándole forma al rostro. No quiso interrumpir y muy despacio se retiró del aposento.
Fray Javier se levantó con el alba y pensó en el Cristo. En ese momento no sabía distinguir si había tenido un sueño o si era realidad. Impulsivamente se dirigió a su taller y allí contempló extasiado la obra del ángel: un rostro hermosísimo entre alegre y triste. Era tal como él se lo había imaginado. Se postró de rodillas y oró largo rato.
Los misioneros y la feligresía lo felicitaron por la obra. Él les contaba lo del ángel y nadie lo creó, le decían que había soñado.
Poco tiempo después al terminarse los trabajos de la iglesia en el centro de La Grita, se instaló el Santo Cristo, que desde entonces es el guardián de la ciudad. A este Cristo milagroso acude gente de todas partes a postrarse a sus pies. Su imagen es querida y venerada por los gritenses, que todos los años, el seis de Agosto, celebran con gran pompa y entusiasmo sus fiestas patronales.
NOTA DEL TRANSCRIPTOR: El terremoto ocurrió el 3 de febrero del año 1610 (día de San Blas) y es el primer movimiento sísmico importante históricamente registrado para el Occidente de Venezuela; reportado en las Crónicas de Fray Pedro Simón (Noticias Historiales de Venezuela), que visitó La Grita, dos años después (1.612) de la tragedia.
Oración al Santo Cristo de La Grita
Cristo amoroso que en la cruz clavado
tu pecho muestras por mi amor herido.
Lava en tu sangre con eterno olvido
la mancha torpe de mi vil pecado.
Por ser fuente de bienes me has amado
y con muerte afrentosa redimido
por serlo yo de males, te he ofendido
y tus justos preceptos quebrantado.
Tu real palabra has obligado a darme
los bienes cuando yo te los pidiera,
¡Con tan gran caridad llegaste a amarme!
¡Oye, Señor mi petición postrera!
Pues moriste por solo perdonarme.
¡Perdóname, Señor antes que muera!
Documental sobre el Santo Cristo de La Grita "El Rostro Venerado"
Una producción de http://desarrolloaudiovisual.com/
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