por: Eduardo Soto
El anuncio de la celebración de la Feria Taurina de Tovar, produce un cúmulo de sensaciones encontradas. Si bien pudiera tener su importancia la continuidad de la feria más antigua del país, necesariamente hay que situarla en el contexto actual y entonces se presta a controversias, sobre las cuales no es fácil ponerse de acuerdo.
El telón de fondo lo constituye, sin duda alguna, la reciente lucha del pueblo tovareño contra la violenta arremetida del régimen, que adquirió notoriedad a nivel nacional e internacional, hubo vidas humanas segadas por la terrible represión e incluso motivó al primer espada venezolano oriundo de Tovar, a declarar que se abstendría de participar, en solidaridad con el duelo que embarga nuestro pueblo.
En estas circunstancias la celebración de la Feria, adquiere una inusitada e insoslayable dimensión política, pues al gobierno le interesa, a todo trance, vaciar de simbolismo el heroico ejemplo tovareño.
Por eso se anuncian los festejos con bombos y platillos y, seguramente, el régimen no vacilará en ofrecer toda clase de facilidades, con tal de exhibir ante la opinión pública un Coliseo con gente suficiente, que los chavistoides puedan capitalizar para intentar desvirtuar el patriótico ejemplo de nuestros coterráneos.
La venidera feria desborda lo taurino pues, valiéndose de nuestra tradicional afición, la tratan de convertir en instrumento político del gobierno, en vano intento por desdibujar que por su culpa, sangre tovareña salpicó las riveras del Mocotíes
Es un asunto de conciencia ciudadana más que de tradición taurina, la cual, si se asume la actitud correcta, resultaría más bien enaltecida.
Eduardo Soto
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