Anuncio del debut en Venezuela de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, en la Maestranza de Maracay, el 1 de mayo de 1946. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
por: Rafael Dupouy Gómez
El 29 de agosto de 2017, se cumplen 70 años de la trágica muerte del famoso diestro español Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, una de las figuras más grandes que ha dado la historia del toreo.
La fatalidad ocurrió en la Plaza de Toros de Linares, el 28 de agosto de 1947, alternando Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” con Rafael Vega del los Reyes “Gitanillo de Triana” y Luis Miguel Dominguín.
Se lidiaron seis toros de don Eduardo Miura, correspondiéndole a “Manolete” la lidia del quinto de la tarde de nombre “Islero”, nacido del vientre de la vaca “Islera”, cuya cabeza disecada se encuentra actualmente expuesta en el Museo Taurino de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
“Islero”, marcado con el número 21, astifino de pitones, negro entrepelado, provocó la cornada mortal del diestro cordobés al penetrarle el pitón en el muslo derecho, destrozándole el Triángulo de Scarpa, al mismo tiempo que “Manolete” le introducía el estoque consiguiendo una soberbia estocada después de perfilarse para entrar a matar con pasmosa serenidad, valentía y entrega total. Su triste desenlace fatal, es ampliamente conocido por los críticos, historiadores y aficionados taurinos, desatándose una gran polémica en torno a su muerte, atribuyéndola a varias causas, entre ellas, al mal empleo de una transfusión de sangre que le provocó, al famoso torero, una reacción adversa precipitándole la muerte.
“Manolete”, falleció a las cinco de la mañana, el 29 de agosto de 1947. España entera y el mundo de los toros lloró la muerte de su ídolo, bajo una profunda conmoción. Una impresionante multitud paseó a hombros los restos mortales del cuarto “Califa de Córdoba”, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”.
EL DEBUT DE “MANOLETE” EN VENEZUELA
Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, toreó en Venezuela dos corridas de toros en la Maestranza de Maracay, los días 1 y 12 de mayo de 1946 y un festival benéfico en el Nuevo Circo de Caracas, el 19 de mayo de ese mismo año. Estas fueron sus únicas presentaciones en Venezuela.
“Manolete”, debutó en Venezuela presentándose en la Maestranza de Maracay, el 1 de mayo de 1946. La Organización Gago lo presentó, la primera tarde, alternando con el venezolano Julio Mendoza Palma y el diestro peruano Alejandro Montani con toros de “Guayabita”.
El toro de nombre “Naranjito”, negro, marcado con el número 316, segundo de la tarde, fue el primer enemigo con el que debutó “Manolete” en Venezuela, quien vestía un precioso traje rosa y oro.
“Manolete” actuando en la Maestranza de Maracay, Venezuela, en 1946.
(Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
El cronista taurino Guillermo Austria “Chavalo”, describió así el sensacional momento vivido en Maracay (Venezuela) con el debut de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” que tanta expectación y emoción despertó en la afición:
“El prodigioso cordobés saluda al guayabitero con cuatro verónicas para las cuales habría de inventar una adjetivación especial. Sin aspavientos ni contorsionismos, aquellos lances fueron simplemente soberanos, mandones, pletóricos de gracia, serenidad y arte, rematados luego con la ya célebre media verónica de su exclusiva propiedad, por la manera nunca sospechada con que el “Monstruo” la realiza. Otras dos verónicas, una revolera y repetición de su inverosímil media verónica integraron su labor del primer quite, dejando en el ambiente una sensación de grandeza indiscutible.
Brinda desde los medios y comienza la sensacional faena de muleta con pases por alto y por bajos ayudados que dejan a la clientela desconcertada, asombrada, convulsa de una sensación jamás sentida ante semejante prodigio de serenidad y mandonería. La muleta en manos de “Manolete” tiene vuelos inaugurales. Todos creíamos que lo que hizo no se podía ver nunca. Se acerca, se arrima y luego se pega del toro con el mismo desenfado de una vaca.
Con dibujados naturales y tiránicos derechazos, se fajaba inverosímilmente el toro, alrededor. Las manoletinas, prendieron en el ambiente de la plaza la somnolencia embriagadora de un perfume, y otra serie de naturales, dados ahora con una exclusiva forma avasallante de correr la mano mirando a los tendidos, vertió más sobre el ruedo el vértigo del público hecho clamor de emocionado vocerío.
El hecho de haber tenido necesidad de recurrir al descabello después del espadazo que “sopló” al final, negó la posibilidad de adquirir en este toro algún simbólico trofeo. Pero ahí ha quedado, y de manera indeleble en la memoria de cuantos le vimos, la fantasmagoría real de todas sus faenas. La ausencia del galardón no afecta al mérito”.
En el quinto de la tarde, segundo de “Manolete”, el famoso diestro cordobés lo toreó primorosamente de capa pegándole al toro cuatro verónicas antológicas. Con la muleta ejecutó variados pases con ambas manos que fueron muy ovacionados. Entró a matar con decisión saliendo lastimado en el encuentro, recibiendo un pequeño varetazo en el estómago, siendo inmediatamente conducido hacia la enfermería de la plaza donde el eminente doctor José “Pepe” Izquierdo le realizó una adecuada cura y tratamiento. Al toro que no pudo matar “Manolete” por el pequeño percance recibido, lo despachó el venezolano Julio Mendoza habilidosamente con la puntilla.
El 12 de mayo de 1946, se volvió a presentar en la Maestranza de Maracay “Manolete” en un mano a mano con el diestro mexicano Carlos Arruza, actuando como sobresaliente el novillero venezolano Oscar Martínez. Llovió mucho ese día, pero los allí presentes pudieron ver enfrentarse a los dos colosos de la torería contemporánea.
“Manolete”, vestía traje de obispo y oro, mientras que su gran amigo el mexicano Carlos Arruza, llevaba puesto un traje tabaco y plata aquella tarde. El crítico taurino Guillermo Austria “Chavalo”, nos describe la actuación de “Manolete” y Arruza, el día de la histórica tarde del mano a mano:
“Aquellas verónicas de “Manolete”, aquellos sus naturales sus “manoletinas”, su pase de trinchera, los de pecho, en fin todo lo que en cantidad y calidad nos hizo, ante nuestros ojos aparecían como cosas nunca vistas. Como si fueran de estreno. Nos traían una sensación nueva. Un enervamiento desconocido hasta ahora. El extracto era el mismo pero distinto su perfume. Aquello era el zumo de mil flores del jardín de las delicias, del huerto de las maravillas. Nada lograríamos con intentar reseñarlo. Aquello era indescriptible. Fue inefable. Una oreja en uno y dos orejas en otro, total: tres orejas. Pero en realidad la cosa ha debido ser de esta manera: dos en el primero y en el quinto, las dos, el rabo y una pata, pero el Técnico no supo corresponder con entera justicia. Aquel quinto toro de “Manolete” merecía todos los honores habidos y por haber”.
Aquellos tres escalofriantes faroles de rodillas con que Carlos Arruza saludó al sexto guayabitero de la tarde. Cuando el bizarro y temerario azteca dejó su posición de hinojos, en toda la plaza había un mareante olor a cloroformo. En todas las absortas pupilas la visión del “hule” humedeció los ojos de la tragedia. También como “Manolete” fue víctima de la “pichirrería” del Técnico, y solo se llevó al final de la triunfal jornada, cuatro orejas y un rabito, como si aquellos quinto y sexto toros no tuvieran patas que cortar.
En hombros de una multitud más que entusiasmada, enardecida, salieron por las calles de la ciudad afortunada este par de colosos de la torería, después de haber dado cada uno a mares lo que tienen: el poder y la fuerza”.
Posteriormente, “Manolete” se volvió a presentar, el 19 de mayo de 1946, en un festival taurino a beneficio de la Campaña Nacional de Alfabetización, realizado en el Nuevo Circo de Caracas, con toros de “Guayabita”, alternado con Julio Mendoza, Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” y los hermanos venezolanos, Oscar y Ricardo Martínez. En ese festival se despidió “Manolete” de la afición venezolana y del público de América.
“MANOLETE” Y ARRUZA VISITARON A FLORENCIO GÓMEZ NÚÑEZ
Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” y el torero mexicano, Carlos Arruza, querían conocer a mi abuelo Florencio Gómez Núñez por ser un gran impulsor de la fiesta de los toros en Venezuela, siendo junto con su hermano Juan Vicente, fundadores de “Guayabita”, la primera ganadería de toros pura casta de lidia en el país, además de propietarios y empresarios de la Maestranza de Maracay, magnífica joya arquitectónica que encomendaron realizar a su gran amigo, el arquitecto Carlos Raúl Villanueva.
En mayo de 1946, “Manolete” y Arruza, durante su estadía en Maracay, visitaron a mi abuelo Florencio en su quinta “La Macarena”. Ambos vinieron acompañados de sus apoderados. “Manolete”, en compañía de José Flores “Camará” y Carlos Arruza con Andrés Gago.
Recordaba mi abuelo Florencio: “Gratamente recibí la visita de “Manolete” y Arruza con sus respectivos apoderados junto con mi señora Elena y mis pequeños hijos, Rosa Elena y Florencio Vicente Gómez Arráiz. Al llegar los toreros y bajar del coche, los saludamos cariñosamente y los invitamos a pasar a la casa que fue diseñada por mi amigo Carlos Raúl Villanueva, considerado como el mejor arquitecto venezolano de todos los tiempos, siendo también el artífice de la Plaza de Toros Maestranza de Maracay que le encomendamos construir y que fue inaugurada, el 20 de enero de 1933.
Ocurrió una anécdota muy curiosa con la visita de “Manolete”, porque nosotros teníamos en la casa, dos perros de raza Boxer, muy fuertes y bravos, a los que la mayoría de las personas que visitaban nuestro hogar les tenían mucho cuidado y respeto. “Manolete”, llevaba elegantemente su chaqueta puesta por los hombros y después de ver a los dos perros merodeando bastante cerca de él, muy inquieto, se dirigió a nosotros, diciéndonos:
“¡A estos perros, yo les tengo mucho más miedo que a los toros!”.
Finalmente, nos echamos a reír, después de aquel comentario que “Manolete” nos había manifestado, demostrándonos el pánico que sentía por los perros. Estuvimos conversando largo rato en un salón de la casa, donde todavía conservo el juego de recibo donde se sentaron “El Monstruo” cordobés y “El Ciclón” mexicano, junto a sus apoderados”.
Durante su estadía en Venezuela, “Manolete” y Arruza, estamparon su firma autógrafa con una bonita dedicatoria a mi abuelo Florencio en su álbum taurino, donde también aparecen las expresiones de amistad y cariño de grandes figuras del toreo que conoció a lo largo de los años, desde la fecha inaugural de la Plaza de Toros de Maracay en 1933.
Rafael Dupouy Gómez, autor del artículo, muestra la entrada del mano a mano en la Maestranza de Maracay entre el “Monstruo” cordobés y el “Ciclón” mexicano y la firma autógrafa de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” con dedicatoria a su abuelo Florencio Gómez Núñez que dice: “Al gran aficionado y buen amigo Florencio Gómez con un abrazo, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, Caracas, 12 de mayo de 1946”. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
“Manolete”, fue un torero excepcional, tenía una gran personalidad y prestancia en la plaza. Así lo recordaba con añoranza mi abuelo Florencio Gómez Núñez:
“Mi impresión sobre “Manolete”, es la que nos ha causado a todos los taurinos. Yo lo califiqué siempre como una figura única, fuera de todos los grupos y escuelas taurinas tradicionales. "Manolete" fue un torero magnífico porque lidiaba de igual manera a todos los toros y a todos los toros les hacía faena. ¡Qué difícil era lograr eso! Ese ha sido, indiscutiblemente, el gran mérito de "Manolete", que no se puso él a tono con los toros, sino que puso a los toros a tono con él. Yo creo que "Manolete" ha sido el torero con más valor de verdad que ha tenido el toreo. Le imprimía, con su carácter serio y sobrio, un sentido de solemnidad a lo que hacía, mostrando una verticalidad y una quietud asombrosa ante la cara de los toros. Era una constante en “Manolete”, la seguridad, verdad y decisión al ejecutar la suerte suprema.
Para mí ha sido un caso excepcional en el toreo. Toda persona o aficionado que recuerde alguna faena de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, no podrá olvidar nunca en su vida a esta gran figura del toreo y lo que significó para la Fiesta Brava”.
El recuerdo de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, permanece vivo a 70 años de su fallecimiento, porque fue un gran hombre, digno representante de su raza por su arte, valor y torería.
Rafael Dupouy Gómez
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