Quisiera evocar Siete notables aficionados de nuestra patria, los cuales comienzan en el siglo XIX, con el pintor Arturo Michelena; su obra: "La vara rota" fue realizada en París en 1889. Imagen Wikipedia.org
por: Eduardo Soto
El Arte del Toreo, está marcada por un cierto vaivén entre las tradiciones, su herencia cultural y las circunstancias pasajeras del momento. Sin embargo, siempre es reconfortante saber que, a pesar de las adversidades, no es fácil matar el arte, pues tiene vocación de eternidad.
Esta esencia cultural y artística de la Fiesta Brava, propicia su perennidad. Precisamente por eso, los detractores pretenden ignorar estos elementos fundamentales y la adjetivan en contrario, sin medida ni razón.
Pero, por sobre estas embestidas analfabetas, se yergue un conjunto de artistas, intelectuales y personajes que han marcado rumbo en la sociedad en que les ha tocado vivir, en diferentes épocas y con distintas trayectorias, pero todos signados por el común denominador de su afición a los toros.
Tal es el caso de Siete distinguidos escritores de la Generación del 27 en España y, a nivel mundial, de Siete Premios Nobel de Literatura. Aunque no soy partidario de auto referencias, debo decir que ambos ejemplos, han sido el objeto de mis dos escritos precedentes.
Ahora bien, por lo que atañe a Venezuela, al repasar el variopinto panorama nacional, quisiera evocar Siete notables aficionados de nuestra patria, los cuales comienzan en el siglo XIX, con el pintor Arturo Michelena, continúa en el XX, con Juan Vicente Gómez, el Médico José Izquierdo, el Jurista Oscar Palacios Herrera, Don Antonio Aragón, el Tenor Alfredo Sadel y se adentra en el siglo XXI, con el Cardenal Baltazar Enrique Porras.
Arturo Michelena, nuestro gran pincel de orillas del Cabriales, creó uno de sus cuadros más famosos, La Vara Rota, durante una de sus estadas en París, donde se celebraron corridas de toros, con motivo de la Exposición Mundial de 1889, Centenario de Revolución Francesa.
La importancia de esta obra para el propio autor se refleja en la cantidad de bocetos que conservó y sus conocimientos del toreo explican la exactitud de su técnica pictórica, el realismo en la embestida del burel, su derrote al cuello del caballo del picador y los detalles de un toro de casta que, evidentemente, no era criollo, sino que parece un Veragua, corniabierto, veleto, berrendo en colorado y ojo de perdiz, según lo describe el aficionado práctico Carlos Maldonado-Bourgoin, en su ponencia de la XVI Convención de Comisiones Taurinas Municipales, celebrada en Valencia en 1998. El Museo Arturo Michelena, editó en el 2000, un afiche con La Vara Rota, joya del diseño gráfico y preciada pieza de colección.
A Juan Vicente Gómez y su progenie, se debe un definitivo impulso a la tauromaquia en el país. La Fiesta Brava floreció, se organizó mejor, con verdaderos toros de lidia, diestros de categoría, se construyeron las dos plazas más importantes del país de entonces: El Nuevo Circo de Caracas y La Maestranza de Maracay y se estableció la primera ganadería de pura casta. A la vista del desastroso régimen que padecemos, desde hace casi cuatro lustros, quizás estemos empezando a examinar con un prisma diferente, la actuación por casi seis, del vilipendiado personaje tachirense.
El Doctor José Izquierdo, Titular de la Cátedra de Anatomía y Fundador del Instituto Anatómico de la Universidad Central de Venezuela, desempeñó por 30 años, la responsabilidad de Médico Jefe del Nuevo Circo de Caracas, que asumió a la muerte de su predecesor, el Doctor Luis Razetti, otro de nuestros más ilustres galenos.
Pepe Izquierdo era un humanista, sabía latín y griego, además de hablar seis idiomas modernos. Tradujo obras de Shakespeare, Edgar Allan Poe y Goethe. Tenía sólidos conocimientos sobre Ciencias, Historia, Literatura y Artes Plásticas, era partidario de ejercicios fuertes, practicaba boxeo y nadaba en el Mar Caribe, frente a las costas de Naiguatá.
En 1949, escribió un Tratado de Tauromaquia y sus cualidades de dibujante, le permitieron ilustrarlo con más de ochenta figuras originales, que mucho facilitaban la comprensión de las acciones y técnicas taurinas que describe. Adquirió más notoriedad, cuando se llevó para curar en su casa, a un toro bravo indultado en el Nuevo Circo. Sin embargo, el Dr. Pepe Izquierdo, hombre de temple, se desilusionó como aficionado y renunció a ser médico de plaza, debido a las perniciosas prácticas de individuos del negocio taurino, que manipulaban al toro para que perdiese gran parte de su capacidad y fuerza ofensiva. Contra estas prácticas, todavía se está luchando por lograr su total desaparición de la Fiesta Brava.
El Doctor Oscar Palacios Herrera, fue un distinguido jurista, profesor universitario, autor de varias obras sobre temas de Derecho, Director del INCE (en su buena época y Epónimo de su biblioteca de San Martín), Director del diario El Nacional, gran aficionado y cronista, como lo demuestra su libro, ameno e instructivo, con la compilación de artículos taurinos que firmaba con el seudónimo Regaterín.
Recuerdo que, hace años, mi difunto padre, aficionado que mucho disfrutaba con las crónicas taurinas de Regaterín, me regaló el libro y no se borra de mi memoria la definición del toreo, basada en la foto de un desplante del Divino Calvo, tocando el pitón de un toro, que considero no solamente muy instructiva, sino modelo de literatura taurina.
(FIN PARTE (I))
Eduardo Soto
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