22/12/15

Unidad de los estamentos taurinos es una opción para salvar tauromaquia

Maracaibo y Valencia no tienen asegurado su futuro como plazas taurinas

por: Nelson Hernández Ramírez
Presidente fundador Fundación Cultural Girón

Los recientes festejos taurinos de Maracaibo y Valencia, en noviembre, contienen elementos de análisis que acrecientan la preocupación por el futuro de la fiesta brava en Venezuela, hoy desasistida de gremios con sentido institucional y con visión de compromiso ante un panorama que luce comprometedor, difícil y, sobre todo, incierto.

En la capital zuliana se hizo evidente la crisis de públicos, esa que era la menos esperada. Los comentaristas apuntaron hacia la debilidad de los animales lidiados, su bajo peso en contravención del reglamento y a la concesión graciosa de los trofeos. Ello envuelve varios problemas, de manera simultánea.

El elemento toro es básico y a la vez determinante. Si no hay animales suficientes, tenemos una debilidad emblemática. Lo de suficiente, aunque pareciera solo de números, lleva implícito edad, peso y trapío. No sabemos si en el campo nacional hay la cantidad necesaria.

Eso genera incertidumbre en un doble sentido. Para organizar las ferias en lo que compete a los empresarios y en lo atinente a los ganaderos, si no hay toros, no es fácil asumir el compromiso de contratar un evento, serie taurina o ciclo ferial.

Y si no hay ferias, los ganaderos no tienen cómo vender (y exhibir) sus productos. A esto debemos unir la inflación más alta del mundo, la que afecta a los venezolanos, al lado de la escasez de alimentos para levantar los animales.

Se trata de una crisis, no bien estudiada y soportada en su consideración por estadísticas, números, comparaciones, análisis y opciones. Lo definitivo, es que con ella, con la crisis, habrá menos ganaderías o las mismas con mínima producción de animales, todos con un elevado costo, cosa que no es culpa de los ganaderos.

Una de las opciones, y con esto nos ponemos acordes con la realidad, es que los reglamentos se ajusten a un peso ponderado, tratando el tema previamente entre ganaderos y empresarios, para que los costos sean menores, lo cual da lugar a mantener el valor de la boletería, en algunos casos, o con ajustes que no impidan la asistencia de público. De esa manera, dejamos de mantener el engaño de los avisos (cartelones) o información sobre los animales, presentados antes de que salgan a la arena de lidia. En algunos lugares suelen ser tan desproporcionados que provocan vergüenza y dejan en ridículo (cosa nunca deseable) a la autoridad municipal responsable.

Es de hacer notar que con menos peso (del animal) se puede acabar el peligro y la emoción, dejando el espectáculo en una diversión ajena a la esencialidad taurina, lo cual no es lo mejor para conservar sus valores. A la vez, los precios no podrán ser los mismos, en el caso del público que paga.

En lo atinente a las autoridades taurinas y su potestad de entregar los trofeos, debe advertirse que la excesiva bondad daña el valor artístico y confunde a los asistentes de poco rodaje o experiencia. Sin embargo, ese asunto debe considerarse dentro de una revisión amplia de las funciones de las autoridades taurinas, que para colmo de males son ajenas a la promoción y defensa de la fiesta brava, en sus jurisdicciones.

En Valencia hubo un resultado artístico que dejó satisfechos a los pocos asistentes, menos de dos mil según liquidación de taquilla, sin que por ello se lograra reanimar un ferial, en trance de desaparición. Los novilleros Manolo Vanegas y Jesús Enrique Colombo, más llamados a ser presentados en su tierra, convencieron. No obstante, el aporte de ese festejo para el futuro taurómaco nacional es nulo. Todo ocurrió en una familia taurina emocionada y exultante de alegría, sin que lo atractivo del espectáculo cundiera de emoción más allá de nuestros linderos. No fuimos capaces: empresarios, toreros, ganaderos y aficionados, de expandir nuestra influencia, de acrecentar el interés.

Los analistas y cronistas se dividen en sus expresiones en cuanto a la autoridad. Unos apuntan a la generosidad en los trofeos y otros a lo justificado de cada apéndice, dejando en claro que no hubo uniformidad en cada exhibición del pañuelo blanco.

Podría agregar otros elementos, pero es útil no agotar el tema. Por ahora, concluyo en que Maracaibo y Valencia no tienen asegurado su futuro como plazas taurinas, lo que amerita un esfuerzo y concertación de muchos, para lo cual ofrezco mi modesto concurso y mi ya longeva afición, junto a un selecto grupo de aficionados gironistas y la propia familia Girón Díaz, dejando en claro que milito en la causa del optimismo y de la unidad de todos los factores venezolanos de la tauromaquia, porque unidos somos capaces de que "la guagua no vaya en reverso", como escribió un compositor y canta Juan Luis Guerra.

Caracas, 21 de diciembre de 2015

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