10/3/15

Jesús Enrique Colombo: El más venezolano de los prospectos americanos

Con planta de figura del toreo. Foto: blog elvitoalostoros

* Un tachirense en Aguascalientes, donde su feria es un primor.

por: EL VITO

Este año en la Feria de San Marcos de Aguascalientes hay en los carteles un nombre venezolano: Jesús Enrique Colombo. Torero de Táriba, estado Táchira, que en la Plaza de San Marcos está anunciado para participar en la Feria de los Novilleros. La temporada de novilladas se realiza en la histórica San Marcos, en la Monumental la larga feria de Aguascalientes.
Mientras llega la tarde de su presentación, Jesús Enrique visita varias ganaderías en el campo bravo mexicano, invitado por generosos criadores, y el pasado domingo estuvo junto a su apoderado Juan Ruiz Palomares en la Monumental de Guadalajara para la importante corrida de toros donde actuaron Joselito Adame y Arturo Saldívar.,

Colombo una de las esperanzas del toreo en Venezuela, y las noticias que le acompañan nos recuerdan aquella primera ve que fuimos a la Feria de Aguascalientes. Camino a “Aguas” va uno dejando pueblos de México que se identifican con ruidosos nombres de sus próceres y de sus revolucionarios que llevan el apellido del estado. Camino a Aguascalientes se cruza por San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo, pueblos de Guanajuato, y más adelante se pasa por un costado de Ojuelos Jalisco, sesgando la pared del cementerio que luce un gran cartel intimidatorio que dice "Aquí te espero, pasajero".
Ni hablar, sin entrar en Ojuelos el viajero sigue ese mismo camino que cruza valles en el que tropezará con nombres de mucha historia taurina como La Punta y Mantancillas, los viejos cascos de las haciendas de los hermanos Madrazo. José y Francisco, dos ganaderos punteros en la época de Manolete, que encumbraron los hermanos Chucho y Lalo Solórzano mucho antes de que las hordas campesinas instigadas por el locuaz populismo invadieran las tierras de las vacas bravas. Hoy de aquella sólo quedan los nombres y el recuerdo importante de unas ganaderías que sirvieron para que muchos toreros conocieran la gloria.

Llegué a Aguascalientes en plena actividad ferial. La famosa y muy cantada Feria de San Marcos estaba en pleno apogeo. Lo primero que hice fue ir a la plaza de toros para asegurar los boletos para la corrida de la tarde, cuyo cartel anunciaba toros de San Miguel de Mimiahuapam para Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Antonio Lomelín. Cartel de "No hay billetes". Escenario hermoso el de la plaza rematada con arcadas de pulcro blanco y tejadillo ocre, que se llena poco a poco a medida que crece el rumor en el corazón de toreo mexicano. El alguacilillo viste a la usanza mexicana y los aires musicales de la extraordinaria banda son de la tierra aguascalientense. A Eloy en su estrujante faena le acompañan con el Corrido de Monterrey, primero, y luego con el Corrido de Aguascalientes que invita al público a participar en un gran coro con el grito de "¡Viva Aguascalientes!, ¡...Y su feria que es un primor!"

Manolo recibe la muestra hostil del público, porque no triunfa, y caminando hacia el callejón se encara con un aficionado de barrera que le increpa. Martínez, muy enojado, le responde: "¡Chinga tu madre cabrón!". Otro día en San Marcos Manolo cambiaría las lanzas por cañas, con una de esas faenas muy de Manolo. Se rebela ante sus compañeros aquella primera tarde en "aguas" el acapulqueño Antonio Lomelín, quien tropieza —los toreros en racha "tropiezan" con toros excepcionales— con un toro de bandera de San Miguel de Mimiahuapam. El mejor toro de la feria, no hay duda, y Antonio saludó al bravo noble astado con el péndulo en los medios de la arena hidrocálida y desde ese instante comenzó una escalada triunfal, que culminó con una espadazo espectacular hasta las cintas. Las dos orejas y el rabo y la delirante salida a hombros en medios de los entusiastas aficionados. ¡Que buena la afición de "aguas! Un público participante y atento a todo lo que ocurre en el redondel.

Fue mi primera visita a Aguascalientes, escenario de la que sería la impresionante y casi perfecta faena de Fermín Espinosa "Armillita" premiada un rabo inobjetable, después de ponerle un sello muy armillita a su genial e inspirada obra de arte, que dejó de ser el monólogo entristecido.

En Aguascalientes, Fermín Espinosa "Armillita" tuvo un diálogo profundo, el que en mutua fecundación se ha levantado entre la plenitud de Fermín y la liturgia de Miguel, su hermano, diálogo que tuvo clásica prosa imperial, aprendida en Chichimeco.
Sin embargo fue Miguel fue quien arrasó: cuatro orejas la primera tarde, dos la segunda, dos y rabo la tercera y dos más la cuarta para ganarse todos los trofeos que estaban en juego. Fue la feria de los hermanos "Armillita".

La señora Nieves, la viuda del maestro de Saltillo, salió de su retiro en Chichimeco, para cenar en Aguascalientes con sus hijos. Los tres solos brindaron por el recuerdo del genio. Seguro que Fermín el grande, a quien llamaron "Armillita Chico", en algún rincón celestial celebraría el éxito de sus hijos con su ritual sencillez.

"¡Y su feria que es un primor!", tiene el toque mágico en la arquería del Jardín de San Marcos, en su palenque y con su jugada que se hunde todo en un mar de alegría al resonar de la tambora, que no deja de acompañar los desafinados clarines, que entonan "Pelea de gallos". Aguascalientes envuelve al visitante en su esplendor, con su cariño y muy fuerte con la amable hospitalidad de su gente. Toros, gallos, juegos y canciones de un pueblo entregado a celebrar todo en honor a San Marcos. Día y noche, sin parar, se festejaron sin que surgieran inconvenientes y es el toro de lidia el que, con su totémico atractivo envuelve al público enferiado. Aguascalientes, cuna de grandes toreros como Alfonso Ramírez El Calesero, Humberto Moro y Rafael Rodríguez El volcán de Aguascalientes, es centro geográfico del más interesante mapa ganadero mexicano; por ello es que "aguas", como los hidrocálidos llaman a su amado terruño, es la más mexicana de todas las ferias.

Y ellos, los mexicanos, seguramente serán con agrado el más venezolano de los prospectos taurinos americanos, Jesús Enrique Colombo

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