Una feria única, en una ciudad única, donde un elevado porcentaje de su población (cerca de un diez por ciento) acude a ver su ya tradicional y rancia festividad taurómaca. Foto archivo: Salida a hombros de dos toreros tovareños en la pasada Feria de Virgen de Regla - Foto: Germán D´Jesús
por: Nilson Guerra Zambrano
La Feria de Nuestra Señora de Regla de Tovar ha mostrado el camino y ha ofrecido la sensata estrategia a seguir de cara a lograr que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO - París) declare a la tauromaquia como parte del patrimonio cultural.
El evento anual reglano supera los dos siglos, dado el hecho de que la Parroquia Eclesiástica suma ya doscientos veintitrés años y por la circunstancia de que el Pueblo de Nuestra Señora de Regla se fundó en 1627. Los documentos conocidos solo identifican la festividad patronal calificada como de primera, en la clasificación eclesial, en 1818, en tiempos del Obispo Rafael Lasso de la Vega.
En 2014 novedosos detalles tejieron una imbricación única entre cultura y tauromaquia, de tal suerte que miles de personas pudieron acercarse a lo que debe ser un certamen taurino de vasta repercusión, dentro y fuera del ruedo.
En el camino al polifuncional Coliseo de la Parroquia El Llano, el aficionado taurino se detenía para ver la exposición pictórica y escultórica de los artistas locales Mario Puliti e Iván Ramírez, en el salón del taller de este último, mientras que en la primera torre donde se soporta el techo de la plaza taurina, que es un vitral artístico, se mostraba la nueva generación de cultores del arte.
El Museo José Lorenzo Alvarado reunió la colectiva de Yessica Zambrano, Diego Vivas, Leomar Alarcón, Lismer Fuentes, Marielba Moncada y Alonso Chacón, con una asistencia de público que ya pueden envidiar las galerías capitalinas.
Las obras de arte no quedaron allí. En la entrada principal del coso taurino se exhibieron los trofeos que disputaron los toreros. Todos fueron obras de reconocidos artistas como Ricardo Márquez Perozo, Oswaldo Salazar, Iván Ramírez y Luis Meza, también locales. Muy cerca, a solo pasos. En el Museo Taurino se exhibían los dibujos de infantes que participaron en el Concurso de la Fundación Cultural Girón.
Arena adentro, en el redondel, la curiosa Cofradía de Caballeros de Nuestra Señora de Regla, de solo taurinos, paseó las agustiniana imagen, en medio de los cantos, avemarías y palmas, para dar paso a las reinas del ferial, hermosas y alegres jóvenes de los sectores tovareños.
Bajo la autoridad de cinco comisionados tovareños, con empresa local de Salas Mazzei y Montilla Salas, con una centenaria banda que abría con un pasodoble tovareñista, las corridas y el festival, tuvieron un emotivo resultado localista. Triunfaron los tres toreros locales en los festejos mayores y en el menor el maestro de la Escuela Taurina Nerio Ramírez, el otrora diestro que reforzó el orgullo del paisanaje más tarde exportado por el vecino Johan Santana.
Rafael Orellana se reafirmó como el torero de mejor perfomance en el año, tras indultar un toro de la dehesa La Consolación y ganar la obra de arte de la mejor faena, mientras Curro Ramírez se inscribía como el mejor estoqueador y Tomás Martínez adornaba su doctorado con merecido apéndice. Para no dejar espacio a foráneos los subalternos del vecindario acapararon premios. Fabián Ramírez fue el mejor peón de brega y Henry Belandria se encumbró como banderillero.
Las incidencias fueron llevadas directamente desde el callejón de la plaza por un numeroso grupo de emisoras. Una de San Cristóbal, una de Mérida y cinco de Tovar. Estas últimas con cinco narradores tovareños, es decir propios, comenzando por el maestro Rodrigo Rivas Viloria y siguiendo con el multifacético Germán Rosales Altuve, Eulogio Sánchez, Jorge Luis Durán y Darwin Rosales Devia.
Rivas Viloria, locutor oficial del coso, este año impuso como elemento novedoso el ingreso de los comisionados al palco y la presentación de los toreros, saliendo a saludar desde el tercio. A la par, la Agencia Pacca ofreció el mejor porcentaje de trofeos, en este caso alcanzado por Orellana, en lo que puede resultar un utilísimo medidor para darle mayor sostenibilidad a la información taurina.
En conclusión, una feria única, en una ciudad única, donde un elevado porcentaje de su población (cerca de un diez por ciento) acude a ver su ya tradicional y rancia festividad taurómaca, lo cual es un caso único en el orbe taurino. No hay ciudad en las ocho naciones del orbe taurino que alcance semejante porcentaje y menos otra capital municipal con siete festejos feriales, porque además hubo novillada y festival para niños. ¿Se puede imitar esa presencia cultural, ese sentimiento localista, esa identidad taurina específica, concreta y rancia, y ese ejercicio libérrimo del derecho a constituir una minoría cultural? Ojalá.
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