26/10/14

Matar recibiendo

El Blog Bibliografía Taurina rinde un homenaje con este documento de don Juan Pellicer, reconociendo a José María Manzanares, Maestro eximio en la ejecución de la suerte de matar recibiendo a los toros.

tomado del blog: bibliografiataurina de El Vito - por: Juan Pellicer

Juan Pellicer, uno de los mejores aficionados que hayamos conocido se hizo aficionado desde su niñez. Su amigo el doctor Joel Marín, colega como Juez de Plaza en la Monumental México, nos comentaba que Juan Pellicer como él, “comenzó de niño jugando al toro, toreando de salón en la azotea de su casa con sus amiguitos, más tarde entrenando con los profesionales y aspirantes, toreando en tentaderos de las ganaderías”.

El doctor Pellicer fue escritor de toros por desahogo y sabiduría. Sí, fue un aficionado culto, sabio e informado. Sus conocimientos lo llevaron a escribir las Cartas Taurinas al gran escritor Martín Luis de Guzmán que en aquella época dirigía la revista Tiempo de México. Estas cartas – hoy publicamos una editada el primero de diciembre de 1969, el año que fuimos por vez primera a tierras mexicanas -, son testimonios de una manera diferente de ver la Fiesta de los Toros. Culta y distinta, diría yo, con referencia escritores y periodistas españoles. El doctor Pellicer defendía el mexicanismo en la fiesta, admirando y por sobre todas las cosas admitiendo la grandeza ibérica señalando con marcado énfasis que “La cosa es clara: miles de años de culturas indígenas, de ninguna manera se exterminan”.

Juan Pellicer Cámara

Si un célebre volapié de Machaquito a un toro de Miura inspiró a Mariano Benlliure en su famosísima escultura titulada La estocada de la tarde, bien podríamos designar como La estocada del año la estocada recibiendo de Raúl Ponce de León, ejecutada el domingo pasado en el ruedo de la plaza capitalina. Sí, porque en las veintiocho corridas de la temporada novilleril no hubo otra estocada que pudiera compararse a esta. Y creo que será difícil que, en las corridas con matadores de alternativa que se celebrarán el mes de diciembre próximo se pueda ver otra estocada con tantos méritos. Sólo que El Viti, que ya lo ha hecho en España, quisiera matar recibiendo.

Desde hace un siglo, más o menos, es la estocada a volapié la que predomina casi de manera absoluta. Pero antes de que Costillares, para resolver el problema de los toros aplomados que no acudían al cite del torero, se decidiera ir hacia ellos en vez de esperarlos, creando así el volapié, se mataba a los toros recibiéndolos, es decir obligándolos a que se arrancaran sobre el torero que los aguardaba para herirlos en cuanto humillaban sobre la muleta, haciéndolos salir de la suerte con un movimiento de engaño, parecido este a la iniciación de un pase de pecho con la zurda. En el siglo XVII, Francisco Romero armó, en Ronda, las primeras muletas. Antes que él, el capote sobre el brazo izquierdo servía de engaño para burlar la embestida, mientras que con la diestra se daba muerte al toro con una suerte confusa y borrosa, pero que era el origen del lance de matar. Francisco Romero sustituyó el capote en el brazo izquierdo por un palillo del que prendía el trapo, y así creó la muleta que daba más holgura y permitía engañar mejor al toro al torearlo con más amplitud desde el momento inicial de la suerte, es decir, desde el cite para provocar la acometida, trayéndolo hasta hacerlo llegar humillando al terreno del diestro y despedirlo con el acero sepultado en sus carnes. Así tenía ya la estocada recibiendo perfiles más netos y reglas que nacieron de sus prácticas.

Después, las estocadas recibiendo fueron adquiriendo un imperio total, hasta que Joaquín Rodríguez Costillares, ante el problema de los toros quedados, que no acudían a la provocación del torero, se fue sobre ellos.

Pero esta nueva manera, a volapié – porque los pies del torero volaban rápidamente en su viaje hacia el astado -, no era sino un recurso de excepción. Lo que predominaba, lo que se consideraba de verdadero mérito, era la estocada recibiendo, y su realización se encaminaba la lidia toda. Era la suerte culminante. En una corrida en la plaza de Ronda, un espectador implacable gritó a Curro Guillén: “Señor Curro, ¿por qué no recibe usted a este toro?” Era ese toro totalmente inadecuado para recibirlo, porque ya no iba a la muleta. Y Curro Guillén, cegado por aquel grito provocador, cometió el error de intentar la suerte de recibir, y recibió la muerte. Otro Curro, Curro Cúchares, en rotundo contraste socarrón y sereno a un grito igual - “Señor Curro, ¡Reciba usted a ese torito!”, respondió con fresca desenvoltura: “Cá, hombre, lo que yo recibo es el parné.” Y lo recibió después de la corrida , porque al torerito lo mató de volapié. A veces, cuando los toros se arrancan de improviso, sin que los cite el torero, este se ve forzado a aguantarlos para darles muerte, dejándolos llegar hasta su terreno y realizando, aunque no sea tal su intención, la suerte de matar aguantado, igual que la consumación, aunque no premeditada, a la suerte de recibir. La diferencia entre una y otra está la falta de intención.

Una vez unos aficionados discutían (el aficionado que no discute, no es aficionado) sobre la diferencia entre matar recibiendo y matar aguantando. Y como es natural entre aficionados, no se ponían de acuerdo. Decidieron in a ver a Rafael Guerra Guerrita, al que consideraban como depositario de toda la sabiduría taurina, para que dictara sentencia. Fueron a su casa. Ante los inesperados visitantes, el Guerra respondió así, con una parábola fulminante: “Unos aficionados están discutiendo sobre recibir y aguantar, y como no se ponen de acuerdo, me piden una entrevista, y entonces yo los cito y los recibo. Otros aficionados discuten sobre lo mismo y como tampoco se ponen de acuerdo, se dirigen sin decirme nada hacia mi casa, y entonces inesperadamente, llegan ante mí, y yo los aguanto.”

Uno de los toreros que más toros ha matado en la suerte de recibir, fue José Redondo el Chiclanero. Otro fue Jerónimo José Cándido. Otro, Francisco Montes Paquiro. Todavía Lagartijo y Frascuelo practicaron la suerte de recibir, más éste que aquel. En la Tauromaquia de Pepe – Hillo se ofrece una clara definición de lo que es matar recibiendo. Dice así el párrafo que se titula “Suerte de Muerte”: “Llegamos ya a la suerte de más mérito y más lucida, a la más difícil y a la que llena más cumplidamente el gusto y la satisfacción de los espectadores. Sus reglas son muchas, y guardan proporción con las clases que hay de toros. Consiste esta suerte en situarse el diestro a la derecha, metido en el centro del toro, con la muleta en la mano izquierda, más o menos recogida, pero siempre baja, y la espada en la otra, cuadrado el cuerpo y con el brazo reservado para meter a su tiempo la estocada: cita así al toro, y luego que le parte, llega a jurisdicción y humilla, al mismo tiempo que hace en el centro el quiebro de la muleta, mete la espada al toro, y consigue, por este orden, dar la estocada dentro y quedarse fuera al tiempo del derrote” desde luego se confirma que para matar recibiendo hay que tener la intención de hacerlo; intención que se traduce en citar al toro para que se arranque sobre el torero. En la de aguantar no hay esa intención, pues el toro se arranca y sorprende al torero, que se decide aguantarlo.

Las discusiones amable lector, no se han suscitado únicamente alrededor de estos dos modos de estoquear, sino también sobre si, para recibir, es necesario adelantar la pierna izquierda a fin de incitar más al astado y esperarlo en tal postura, con los pies separados, o si es válido recoger la pierna izquierda para, en el momento de la reunión, juntarla a la derecha y estoquear con los dos pies unidos. Pepe – Hillo no hace ningún distingo en su Tauromaquia, y yo creo que se puede matar recibiendo ha sea con la pierna adelantada o a pies juntos.

Raúl Ponce de León citó al sexto novillo, adelantando la pierna izquierda y la muleta, y fue trayendo al astado, marcándole el viaje, en tanto que lo hería con una estocada casi entera en todo lo alto, y vaciando; es decir, haciéndolo salir de la reunión, mediante el mando de su muleta. La belleza de esta suerte es extraordinaria. Su gallardía es incomparable. Pero por otra parte, es muy difícil que las estocadas tengan una correcta colocación, pues el toro en movimiento es difícil herirlo de manera perfecta. Es frecuente que las estocadas sean atravesadas, o por lo menos tendenciosas. Dicen que a Francisco Montes le hacía sufrir sus estocadas recibiendo, de perfecta ejecución, pero de colocación defectuosa. Ponce de León lo hizo toro bien, pues además de realizar la suerte de modo impecable, su estocada fue en el morrillo y sin desviación alguna. Fue la estocada de la temporada, la estocada de la que se hablará mucho tiempo. Primero de diciembre de 1969.

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