9/1/18

Visita oficial a ganaderías que lidiarán en la Feria del Sol 2018

Taurinos entre montañas: Representantes de Coremer y Comisión Taurina Merideña. Foto: YANARA VIVAS

por: PRENSA COREMER C.A./@YanaraVivas SNTP 6961/CNP 16770

La visita realizada el domingo 07/01 a las dehesas de toros bravos, Rancho Grande y Los Ramírez, ubicadas en el páramo la Negra, municipio Jáuregui del estado Táchira, dejó muy buena impresión a integrantes de la Comisión Taurina Municipal, Coremer, Empresarios Taurinos, Ferisol y Prensa Taurina, al poder observar de cerca las camadas de toros de donde serán seleccionados los ejemplares a lidiar en el XLIX Carnaval Taurino de América, en la Mérida venezolana, a realizarse entre el 8 y el 13 de febrero, es decir en un mes.

En dicha visita se cumplió con la correspondiente reseña de los toros, motivo principal de la misma, constatando el trapío y carácter de alguno de ellos, la variada belleza de sus capas desde jabonera, pasando por berrenda, castaño, colorado hasta la muy seria negra, y la peligrosidad de sus pitones. Fotos y datos que la Comisión Taurina merideña registró para su respectivo análisis, seguimiento y registro de los mismos. Estando seguros, estos toros serán del agrado del exigente público taurino que asistirá a la feria merideña, por lo que solo queda esperar que hagan honor a sus divisas en comportamiento sobre el albero.

Si bien, los bureles han sido un taco de ojo, el paisaje y buen estado de las tierras donde pastan a su antojo los reyes de la fiesta brava, bendecidas con las últimas lluvias, fueron complemento para alegrar el alma de los visitantes, obligándolos a abrigarse como Dios manda, convirtiéndose en escenario perfecto para el compartir entre taurinos de anécdotas, experiencias, conocimiento e ilusiones, apostando no solo al éxito del Carnaval Taurino de América, sino de todas las ferias venezolanas y por qué no decirlo, de Venezuela como país. Como colofón al acercarse el final de la tarde, los visitantes se vieron bañados por una espectacular neblina, por demás típica en la zona y época, que apenas permitía unos 7 metros de visibilidad, ralentizando el regreso, hecho que fue agradecido por los viajeros, no solo por la necesaria prevención, sino por el deseo de extender la maravillosa jornada.

Una delicia, fue sin duda, la participación activa de tres jovencitos. Los primeros de ellos Diego Alejandro y Juan Diego, nietos del vicepresidente de Coremer Luis Rangel y el presidente de la Comisión Taurina Jorge Bustamante, respectivamente, quienes disfrutaron, conversaron y opinaron, dejando ver que en sus venas corre, desde ya, la pasión taurina. Completa el trío de jóvenes taurómacos Hugo José, nieto del ganadero Hugo Domingo Molina, quien diera clase magistral en cuanto a conocimiento de las reses, reata, capas, comportamiento y cuidados de los animales, demostrando que el linaje de la familia Molina mantiene y mantendrá en alto la divisa de sus ganaderías. Sobre las frías montañas donde pastaban los bureles, lo tres jóvenes, todos menores de 12 años, ratificaron que la tauromaquia forma lazos de amistad, respeto y conocimiento heredado desde los valores familiares, unidos por el toro bravo y asegurando en el tiempo la permanencia la tradición taurina.

La vida del campo, en éste caso donde pastan toros de casta, la mirada retadora de los astados al mirar al extraño, pendientes de si éste se atreve a pisar sus dominios, el bramar del que alerta a sus hermanos invitándolos a mostrarse dueños y señores de su tierra, el olor a tierra húmeda mezclada con bosta que nos remonta a los recuerdos más hermosos de nuestra niñez, la risa de los niños, la curiosidad de los visitantes, el diálogo ameno con los ganaderos quienes con la naturalidad dada por la fuerza de la costumbre, comentan las maromas realizadas para mantener la crianza de su cabaña, el orgullo del trapío y su apuesta a que embistan en la plaza, la seguridad de los trabajadores al arrear la manada, la actitud de caballo y mayoral ante el bufar cercano de algún altanero burel, el sentarse sobre una piedra o pastadero, la belleza y aroma de las tímidas flores campestres creciendo entre pastizales, el silencio interrumpido por algún ave que saluda en pleno vuelo o el sonido armonioso del riachuelo corriendo entre las piedras, los ojos tristes del perro al saber no es a quien visitan, y tal cual descuido al caminar haciendo necesario el lavado del calzado, son detalles que sólo quien conoce el campo puede apreciar y disfrutar, pero desconocidos para muchos asistentes a las corridas de toros, forman parte del mundo taurino y motivo de orgullo para los ganaderos, quienes apuestan al sentimiento más que la propia ganancia económica al colocar sus divisas sobre el morrillo de cada astado presente en la tarde de toros, hacen de cada visita al campo una experiencia única e inolvidable.

Sumado a todo ello, las atenciones de los anfitriones, el Licenciado Hugo Domingo Molina y Ricardo Ramírez, sus familias, personal de sus ganaderías y hasta novilleros, que junto a Hugo Alberto como director de lidia, sustituyeron la muleta por el filoso cuchillo en un ameno “servir y compartir” al calorcito del fogón, el buen sazón, las risas y paredes de madera adornadas, lógicamente, por recuerdos taurinos, conforman el manojo de recuerdos de la necesaria visita a campo, convertida en un “encuentro de taurinos para agradecer y esperar se repita” pues ha sido el entorno propicio para afianzar amistad y compañerismo taurino, plantear y/o retomar proyectos y temas pendientes, pero sobre todo, para fortalecer el orgulloso por nuestra tierra y su gente emprendedora, decidida a dar lo mejor de sí por Venezuela para superar las adversidades, apostando a un futuro lleno de oportunidades para todos.


No pueden faltar los Jaboneros con trapío y buena estampa de Los Ramírez.


Trapío, seriedad y variedad de capas figuran entre las camadas de Rancho Grande.

FOTOS: YANARA VIVAS

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