26/3/17

El Taurobolio: Una nueva vida y la transferencia a un orden existencial superior

Rito del Taurobolio. Sacrificio del toro y bautismo de sangre Foto: Universidad de Navarra

Columna: RETAZOS TAURINOS (XXXV)

por: Eduardo Soto

El ¡Ole! taurino es una interjección de origen árabe, usada coloquialmente para aplaudir o animar. Cuenta la historia, que en Granada, a fines del siglo XIV, se practicaba la tauromaquia, combatiendo toros a caballo, en la explanada de La Alhambra. En estos festejos, siempre existía rivalidad entre caballeros cristianos y jinetes moros, por demostrar valor frente a los cornúpetas. Cada vez que uno de los suyos lograba sobresalir, los moros rendían gloria a Dios y exclamaban ¡Wa Allah! Los cristianos lo interpretaban como Ojalá, de la que pudo originarse ¡Ole!, palabra que, según la popular coplilla, no tiene explicación. Actualmente, entre nosotros, esta palabra también se usa, con cierta frecuencia, para terminar escritos y mensajes taurinos.

*** Los primeros matatoros profesionales identificados, son el moro Gil Alcayt y el cristiano Johan de Zaragoza, contratados para actuar en Pamplona en 1385. Su repertorio era similar al de los circos romanos, pues se componía de fintas, saltos, lanzadas y espadazos, pero no existen mayores detalles del festejo taurino.


El Taurobolio

*** Como estamos en la celebración el Cincuentenario de la Monumental de Mérida, es oportuno recordar que alrededor del siglo III de nuestra era, fue en la Emerita Augusta, donde se situaba el Gran Templo de Mitra, culto extendido por todo el imperio romano, cuyo rito iniciático era el Taurobolio.

Cuenta la leyenda que el dios Mitra, recibió órdenes del sol, para degollar al Toro Primitivo, primer ser vivo creado por Ormuz, dios del Zoroastrismo, para que de su sangre nacieran plantas y animales.

El Taurobolio consistía en que el aspirante, con el torso desnudo, se colocaba en una fosa cubierta con una plancha agujereada, sobre la cual el Supremo Sacerdote sacrificaba un toro, de forma tal que su sangre cayera sobre la cabeza del iniciado.

Esta ceremonia, que significaba una nueva vida y la transferencia a un orden existencial superior, ratifica la importancia del toro en muchas culturas a lo largo de los tiempos y en las Méridas que en el mundo son. En particular, en la nuestra, enclavada en la altura, que simboliza su eterna aspiración de cielo, como escuché decir, hace cincuenta años a un intelectual centroamericano.



*** El antecedente histórico que conozco de un Cardenal taurino y torero, se remonta hasta fines del siglo XV, cuando César Borgia, Príncipe de la Iglesia, combatió toros durante unas fiestas celebradas por su padre, el papa Alejandro VI, en el Patio del Belvedere, en el corazón del Vaticano. Con motivo del Jubileo de 1500, se organizó una corrida en la mismísima Plaza de San Pedro, en donde, más de mil años antes, se efectuaba el Taurobolio.



*** Regaterín, el alias utilizado por el excelente aficionado y cronista taurino Oscar Palacios Herrera, había sido utilizado por el gran banderillero madrileño Victoriano Recatero, muerto en 1891, a consecuencia de una enfermedad producida por la coz de una res en el coso de Orán, hoy día Argelia; este apodo lo usaba también el matador Antonio Boto Recatero, quien murió en Barcelona en 1938, en un bombardeo durante la Guerra Civil.

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