La Fiesta Brava mal puede ser isla de felicidad en el vasto mar de latrocinio, desespero y miseria (física y moral) en que tienen sumido al país.
por: Eduardo Soto
En Tovar, hace un montón de años, vivía un señor aficionado a tomar la palabra en los entierros y para lucir un verbo rimbombante, aunque su significado no viniera a cuento, solía abrirse de capa con frases como esta: El día de ayer, ha muerto provisionalmente Don Fulano de Tal, ciudadano de limpias ejecutorias.
Pues bien, la semana pasada, en lo que atañe a su aspecto taurino, falleció provisionalmente la Feria Internacional de San Sebastián; pero, en esta ocasión, es mejor no continuar con la estereotipada frase del paisano tovareño de los discursos fúnebres.
Por supuesto, ante el desmadre, con nocivas repercusiones a lo largo y ancho del orbe taurino, ya ha comenzado el torneo de asignación de culpas; pero es bien sabida la causa fundamental de todos estos males y nadie se atreve a explicitar la solución que, al parecer, todos conocemos y guardamos celosamente in pectore.
La Fiesta Brava mal puede ser isla de felicidad en el vasto mar de latrocinio, desespero y miseria (física y moral) en que tienen sumido al país. Pero, en el fondo, habría que tener también presente a Fuenteovejuna, pues, todos a una, tenemos, en mayor o menor grado, por acción, omisión, desidia, irresponsabilidad y un largo etcétera, alguna cuota de culpa en el deplorable estado actual de Venezuela y en los males que aquejan su vertiente taurina.
LA NOVILLADA FERIAL
Afortunadamente, todavía no se ha extinguido la esperanza y así lo demostró la novillada que abrió el telón de la feria de San Cristóbal, pues hasta la forma como se pudo dar el espectáculo, es loable ejemplo de esfuerzo conjunto y solidario de nuestros estamentos taurinos y prueba irrefutable de que, a pesar de todo, podemos crecernos ante la adversidad y lograr el objetivo perseguido.
Sin embargo, a pesar de ser la entrada gratuita, muy poco público se apersonó en el coso de Pueblo Nuevo, testimonio adicional de la gravedad de la crisis que inclemente azota la mayoría de los venezolanos, cuya acuciante búsqueda del diario sustento, monopoliza su atención, su tiempo y su pensamiento, para solaz del régimen y su entramado de compinches.
Esa tarde, los novilleros hicieron gala de sus ganas de enfrentar cornúpetas, requisito indispensable sin el cual, no tendrían nada que buscar en el mundo del toro. Quisiera felicitar a todos y hacer llegar, incluso a los que no pudieron participar en esta ocasión, palabras de aliento para que perseveren y no se dejen cercenar sus sueños de torero, pues, contra viento y marea, son los garantes del futuro de nuestra Fiesta Brava.
Al respecto, voy a permitirme formular un comentario particular. A mi manera de ver, considero triunfador de la Feria a José Antonio Salas, que ya no es una promesa, sino una interesante realidad. Así lo demostró su variada faena, cuajada de temple y arte, con series de derechazos lentos enroscándose la res a su cintura y varias tandas de luquecinas de buena factura, todo lo cual, en acertada combinación con el buen novillo del Señor Molina, resultó en indulto y par de auriculares. El joven torero, bien merece una oportunidad de terminar de pulir sus buenas maneras y demostrar su valía allende los mares.
Fue verdaderamente reconfortante, observar a José Antonio Salas brindar su novillo a Jesús Colombo y Manolito Vanegas y salir de la plaza a hombros del mismo Manolito, a quienes congratulamos por sus logros. La novillada que protagonizaron en la Monumental de Valencia, en noviembre de 2015, es de grata recordación. Ojalá y pudiéramos volverlos a ver actuando en suelo patrio, ya doctorados, en lo que sería un mano a mano de antología que, ciertamente, marcaría un hito histórico en los anales de nuestra tauromaquia.
LAS CORRIDAS DE TOROS
En cuanto a las corridas que, a trancas y a mochas, pudieron celebrarse, prefiero no hacer mayores comentarios, excepto sobre algunas curiosidades que acontecieron, como el caso de una tarde en que hubo el desfile inicial con tres matadores y, además, un ya innecesario sobresaliente de espadas y otra en que, con público en las localidades, contrataron un torero que había actuado el día anterior y se encontraba de civil en la plaza, lo enviaron a vestirse de luces y retornar con prisa, para hacer el paseíllo, que había sido retrasado por tal motivo.
Comento estos detalles, porque evidencian la manera caótica, por decir lo menos, cómo se manejaron las cosas y el desbarajuste total reinante en la feria taurina sancristobalense, pues el mismo día nadie sabía, a ciencia cierta, los toreros que actuarían por la tarde. El conjunto de circunstancias de esta naturaleza, explica el matiz necrológico en el título de estas líneas.
Hago la salvedad de que no pudimos asistir a la corrida del domingo, pues tuve que regresar a Mérida, para no perder el vuelo, como piadosamente justificó su ausencia de última hora un diestro mexicano, pues el español que se aventuró a venir, perdió el viaje y retornó inédito.
Felizmente, el Táchira está poblada por gente aguerrida, rebosante de ingenio y entusiasmo, cuajada de aficionados de fuste, fértil semillero de toreros y capaz de emular el milagro del Fénix que, Dios mediante, va a posibilitar volver a San Cristóbal el próximo año 2018 y encontrar su Feria en franca mejoría.
Eduardo Soto, A.T.T.
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