Toreros que más indultos han logrado en Mèrida:Otto Rodríguez, el único venezolano que ha conseguido tres indultos y, además, a toros de diferentes ganaderías. Foto: blog deltoroalinfinito
por: Eduardo Soto
Otra característica particular de la Monumental de Mérida, quedó marcada con la celebración de Corridas Rocieras, celebraciones nocturnas de Rejones, revestidas de un colorido y boato muy particulares. Se apagaban las luces, pero los asistentes encendían farolillos y solo había un haz que iluminaba la Virgen, cuando daba la vuelta al ruedo, acompañada por el Capellán de la Plaza y de todos los participantes, con música de Salves y en medio de la devoción del público, en el que había muchos nuevos asistentes, atraídos por el singular festejo. Este tipo de corridas, que combina con acierto el Culto Mariano y la afición taurina, tenía antecedentes en varios países pero, en el nuestro, se llevaron a cabo gracias, sobre todo, al impulso de Franklin Ortiz, conocido abogado, cuyos amplios conocimientos de tauromaquia y su talento organizativo, posibilitaron que Mérida fuese también adelantada en esta materia.
Un rasgo típico de la Román Eduardo Sandia, es la conducción colectiva de las corridas, pues en el Palco de la Autoridad, están presentes siete personas: El Presidente de la Comisión Taurina Municipal (CTM), sus cuatro vocales y los Asesores, artístico y veterinario. A pesar de que la decisión es responsabilidad, única e intransferible, del Presidente, en el mecanismo utilizado para alcanzarla, interviene el Palco en pleno.
Así pues, tanto por el número de participantes, como por el método para llegar al pronunciamiento, la Comisión merideña tiene matices muy especiales y participativos, pero no siempre los más adecuados, desde el punto de vista estrictamente taurino.
En efecto, como se trata de aficionados versados que pueden tener diversidad de opiniones, a veces incluso contrapuestas, al juzgar los méritos de una faena o el comportamiento de un toro, puede darse hasta el caso de que se entorpezca la toma de decisiones, que además debe hacerse con suma rapidez.
Otro detalle que hemos podido observar en el accionar de la CTM, es que, a veces, suele rotar la presidencia entre sus Vocales, al compás de cada toro del festejo, cuya intención es también de inspiración democrática, pero puede resultar incluso hasta en injusticias, pues la calibración de faenas y toros, seguramente sufre variaciones en cada turno presidencial.
Quisiera repetir, pero, de nuevo, sin muchas esperanzas de que se preste atención al planteamiento, que la composición tripartita podría ser la ideal para la conducción de los festejos en la Monumental de Mérida: Un Presidente y dos Vocales, uno especialista en asuntos artísticos y el otro en materia veterinaria, práctica además generalizada, en las principales plazas del mundo taurino.
Una vez hechos los comentarios anteriores, vamos a entrar en el polémico terreno de las premiaciones otorgadas e indultos concedidos en la Román Eduardo Sandia.
Antes iniciar este recorrido, quisiera señalar mi convicción de que los errores u omisiones en que haya podido incurrir la Comisión, obedecen a diferencias de criterio, a enfoques distintos o, sencillamente, a que la CTM tampoco es infalible. En el accionar de la Comisión no hay trastiendas, aunque, algunas veces, sus decisiones hayan podido transparentar matices de localismo, pero, una vez que se constata una falla, siempre existe propósito de enmienda.
Comenzaremos por repetir que, a veces, la largueza en conceder orejas pudiera derivarse de la sobre premiación en los primeros festejos de la Feria del Sol, lo que dificulta la sindéresis, al constituirse en piedra de toque de ulteriores actuaciones. El Palco podría quedar como rehén de sus propias decisiones iniciales y su espíritu de equilibrio le aconsejaría no cambiar el listón, pues entonces juzgaría usando dos varas y dos medidas. Sin embargo, es de rigor añadir que, últimamente, se ha podido notar mayor ponderación en este sentido.
En cuanto a los indultos, se debe volver a señalar que todavía hay gente que cree en la imposibilidad de concederlos cuando existe aviso previo, al olvidar que el pitazo de Usía marca sencillamente el tiempo disponible, no justiprecia la valía de la faena ni califica el juego del burel. La concesión de indulto puede ser técnicamente acertada cuando lo pide el público, el Palco estima que el toro lo merece y están de acuerdo ganadero y torero; pero, como muchas cosas en la Fiesta y en la vida, al intervenir la valoración cualitativa, surgen divergencias de la más variada índole, muchas veces con basamento puramente emocional.
El Reglamento Taurino de Mérida, se modificó para desenganchar el indulto al toro de la premiación al torero. Esto es beneficioso y ciertamente contribuye a mejorar la calidad del espectáculo, pues, entre otras cosas, posibilita una mayor justicia, trata de prevenir los reiterados intentos de manipulación de los tendidos y los gesto repetitivos al Palco, con los que algunos toreros tratan de evitar el uso del estoque y los riesgos que implica la ejecución de la suerte suprema.
Pero, en todo caso, el tema de los indultos se presta a controversia, porque intervienen muchos factores y no es fácil sopesar cada uno de la misma manera, para arribar a una apreciación final, la cual, por tal razón, puede generar disentimientos.
Tampoco es sencillo desencajar un indulto de sus meras circunstancias inmediatas. Hay quienes pueden juzgarlo limitándose solamente a examinar los méritos del caso en cuestión, pero hay también quienes deben analizarlo en un contexto más amplio y este es quizás el caso de la CTM. Al enfocar la concesión del indulto de diversa manera, lógicamente se genera una disparidad de criterios.
Algunos arguyen que en España para que ocurra un indulto transcurren años. No es sorpresivo, por cuanto existen centenares de ganaderías de casta en feroz competencia, que ha forzado incluso a malbaratar toros de lidia, enviándolos no a las plazas sino al matadero. Además, no hay necesidad de mantener y reconstruir una cabaña brava diezmada, en los últimos tiempos, por la intransigencia y animadversión de las autoridades. Baste recordar los toros españoles indultados en San Cristóbal hace unos años, salvajemente masacrados en una dehesa cercana, cuando se recuperaban para comenzar a padrear.
Con motivo de los cincuenta años del Coso de La Liria, es interesante repasar su historial de indultos, pues durante los primeros veinte años no hubo ninguno, pero, en los últimos treinta, se han concedido alrededor de treinta y cinco. En la primera etapa, no existía en los públicos mucha conciencia en torno a los indultos, ni había surgido todavía la necesidad de motivarlos en tal sentido; posteriormente, todos estamos al tanto de lo acontecido. Tal variación puede tener su lógica, pues, en 1982, tuvo lugar la famosa tarde de los tres indultos en la Feria de San Sebastián, lo cual, además, coincidía con el proceso de gestación de algunas importantes ganaderías venezolanas, especialmente de nuestra región andina, las cuales estaban y, de hecho están, necesitadas de sementales.
La gran mayoría de los indultos se concedió a toros pertenecientes a ganaderías nacionales, entre las que se encuentran El Prado, Rancho Grande, La Cruz de Hierro, Los Ramírez, Tarapío, La Carbonera, Los Aranguez, Los Marañones, Campo Pequeño, Campo Largo, y Santa Fe; una media docena, ha sido para hierros colombianos, entre ellos, Ernesto Gutiérrez, San Sebastián de Las Palmas, Mondoñedo y El Paraíso.
Entre los toreros que más indultos han logrado, se encuentra Otto Rodríguez, el único venezolano que ha conseguido tres indultos y, además, a toros de diferentes ganaderías; el primero en 2002, a una res colombiana de El Paraíso, otro en 2005, a un ejemplar de El Prado y el tercero en 2007, a un toro de San Sebastián de Las Palmas, también procedente del hermano país. El único torero que ha logrado igualar este palmarés, ha sido el español Javier Conde, con dos indultos a ejemplares de El Prado, en 2001 y 2006 (este último en toro de regalo), y el tercero, al año siguiente a un burel de Rancho Grande.
Alejandro Silveti, ha sido el único diestro mexicano en lograr indultar en la Monumental de Mérida, lo hizo a un toro de Mondoñedo en 1992; y César Rincón, el único colombiano, a un ejemplar de El Prado, en 1999.
Algunas de las consideraciones anteriores tendrán regusto repetitivo, pero es difícil no aprovechar la oportunidad del Cincuentenario de la Monumental de Mérida, para insistir, pues, en ocasión tan importante, se incrementa el número de lectores que, de otra manera, nunca se sentirían inclinados a leer estas líneas.
Es buen tener presente la coyuntura que atraviesa el mundo taurino venezolano, caracterizada por ferias que desaparecen, algunas que reducen al mínimo el número de festejos (pero suben la cantidad de trofeos otorgados al voleo) y otras en que, lamentablemente, se cae en ramplonerías y en incertidumbres de última hora, que erosionan la categoría y la credibilidad de cualquier plaza. Para complemento, el régimen embiste por gañafones, pero su control sobre el acceso preferencial a divisas, lo erige, por ahora, en factor decisivo para la organización de espectáculos taurinos en nuestro país e induce, en muchos casos, a asumir actitudes de pasividad frente a sus ataques.
Esta complicada realidad, hace más necesario que nunca, cuidar los preparativos de aquellas ferias que, a pesar de todo y con algún tropiezo serio, van sorteando tan difícil situación y consolidándose como bastiones de nuestra tauromaquia, tal es el caso de las Ferias del Sol.
Solo me resta desear, con fervor de viejo aficionado, que el Aniversario de Oro de la Monumental de Mérida, culmine con éxito, pues en el envite va mucho del futuro de nuestra Fiesta Brava. ¿No les parece?
Eduardo Soto
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